PRIMERO LO ECONÓMICO

El replanteamiento de la agenda y del discurso de la Unidad -enfocados en presentar soluciones efectivas a los graves problemas económicos y sociales- son urgentes, advierte el secretario general nacional de Acción Democrática.

Por eso que se denomina deformación profesional, muchos piensan que la actividad a la que se dedican es la más importante sobre todas las demás. Especialmente en el caso de la política, tiende a pensarse que es como un enorme paraguas debajo del cual está comprendido todo, que todo es político y todo está dentro de la política. Si y no. Que todo o casi todo esté comprendido o en definitiva de alguna manera dependa de lo político, no es menester discutirlo porque es innegable que prácticamente todo lo que guarda relación con la cotidianidad de los ciudadanos, especialmente los asuntos económicos, dependen para bien o para mal de decisiones políticas y casi exclusivamente de decisiones políticas del gobierno. No vamos a detenernos en un tema que por su obviedad no requiere especiales argumentaciones, menos en el caso venezolano por el peso que tiene el Estado en la economía. Pero también es cierto que hay temas que ni tienen que ver ni guardan relación alguna con la política y dependen ya de los hechos propios de las personas, del azar, de las casualidades, de la naturaleza, etcétera.

Obviamente, nuestra situación no es consecuencia del azar, ni de ninguna calamidad natural ni de que por alguna inexplicable y misteriosa razón el gobierno hubiese hecho las cosas bien y resultaron mal. Todo ha salido mal porque el gobierno lo ha hecho mal y todo empeorará porque el gobierno en vez de rectificar y admitir sus yerros, persevera en sus errores porque sigue profesando la estupidez de que un gobierno autoritario puede renunciar a todo menos a lo que lo mantiene en el poder y que admitir los errores o rectificar es signo de debilidad y ello quiebra o menoscaba el principio autoritario.

Lo que está ocurriendo en Venezuela, mezcla aterradora de hiperinflación, escasez, colapso de los servicios públicos (salud, educación, electricidad, agua, seguridad, transporte…), falta de divisas para las importaciones esenciales y pare de contar, es pura y estrictamente la consecuencia económica de decisiones políticas, todas, absolutamente todas, responsabilidad del gobierno de Chávez para acá. Resulta inverosímil la excusa del gobierno cuando repite que las sanciones económicas externas son la causa de la situación patética por la que atraviesa Venezuela, cuando más bien son la consecuencia, porque, si a ver vamos, esas sanciones, que también son resultado de decisiones políticas de gobiernos extranjeros, por una parte son posteriores, muy posteriores,  a la tragedia económica que vivimos; por la otra, son producto de la conducta de un gobierno universalmente aislado y desacreditado, acusado de violación de los derechos humanos, delitos relacionados con el narcotráfico y corrupción.

La inmensa mayoría de los venezolanos evalúa muy negativamente la gestión del gobierno, pero a pesar de eso acaba de ganar las elecciones de gobernadores en las que se produjo una combinación de factores determinantes del resultado que en este momento no vamos a repetir. En esas elecciones el gobierno mantuvo su techo electoral y los opositores vimos decrecer nuestro caudal en 2,5 millones de sufragios: el por qué de esta circunstancia es lo que debemos examinar y corregir.

Como conclusión muy general, y sobre todo de cara al futuro, creo que debe replantearse una agenda y un discurso en los cuales se combinen las críticas pero también y sobre todo las soluciones y se dé prioridad a problemas y temas de la cotidianidad, tales como alimentos y medicinas, para citar dos de los más acuciantes, y seamos capaces de recalcar que el paliativo efímero de una bolsa de comida o el asistencialismo puntual a males estructurales no resuelven sino que agravan los problemas que tenemos que resolver. Aunque lo económico sea consecuencia de lo político, planteémosle al ciudadano cómo resolver lo económico para que acepte que eso pasa por la necesidad de cambiar lo político y que mientras lo político no cambie tampoco cambiará lo económico.

 

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