En América Latina se repite la misma coartada, según el especialista en temas latinoamericanos Héctor Schamis, que consiste en pasar de un periodo presidencial a dos, a tres y de allí a la reelección indefinida con la cual se consagra un régimen autoritario.
Por Héctor Schamis
Llegó a la presidencia en 2006 por un período sin reelección, pero no se conformó. En el 2009 consiguió que se promulgara una nueva Constitución con cláusula de reelección inmediata por un segundo período. Una disposición transitoria en el nuevo texto especificaba que el período anterior -bajo la previa Constitución- se tomaría en cuenta.
Fue así reelecto en diciembre de ese año con el 67 % de los votos para cumplir un último período. Pero tampoco era suficiente. En 2013 se postuló a un tercer mandato, siendo habilitado por el Tribunal Constitucional. La justificación fue que antes había sido presidente de “otro” Estado. Es que la nueva Constitución consagra el Estado “Plurinacional” boliviano. La alquimia constitucional fue burda pero efectiva: volvió a ser reelecto en 2014. Es Evo Morales.
Quiere más. Al concluir el primer año de su tercer gobierno abrió un proceso de reforma del artículo 168 de la Constitución, que limita la reelección. Incluyó un referéndum en febrero de 2016 por el que se preguntó a los ciudadanos si apoyaban una nueva reelección. El “no” fue vencedor, siendo la misma de carácter vinculante, vigencia inmediata y obligatoria de acuerdo a la ley. Cosa juzgada, asunto archivado. Para todos menos para Evo.
En septiembre el Tribunal Constitucional, adepto al gobierno, aceptó una demanda del gobierno por la inconstitucionalidad de cuatro artículos de la Constitución, incluyendo el que se invocó para hacer el referéndum en 2016. Bolivia toma el camino de las alteraciones graduales, y la posible ruptura, del orden constitucional.
El oficialismo invoca una supuesta incompatibilidad entre el artículo 168 de la Constitución con el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos sobre los derechos a elegir y ser elegido. Curioso que Evo apele a la OEA, habiendo esta observado y certificado el proceso de reforma constitucional de 2009 como el referéndum de 2016. El derecho a ser elegido no puede transformarse en un derecho a eternizarse en el poder.
Someterse a una instancia supranacional es respetar su opinión y acatar su decisión. No es hacerlo solo cuando se está de acuerdo. El tema es central para Bolivia, siendo que el Tribunal Internacional de La Haya es donde está la demanda a Chile por la salida al Pacífico. El intento de perpetuación puede ser un “boomerang” de credibilidad internacional.
Hay más sinsentidos. El gobierno reivindica el derecho del presidente a postularse sin limitaciones porque “en Europa lo hacen”; pero Morales soslaya la crucial diferencia de régimen político -parlamentario o presidencial- y las consecuencias que ello tiene en la concentración de poder a largo plazo.
En el sistema parlamentario, el Jefe de Gobierno no es Jefe de Estado. El Ejecutivo es creación del Legislativo. Solo es necesario un voto de no confianza para hacer efectivo el principio de la alternancia. El gobierno se disuelve y uno nuevo se forma, sea en el Parlamento o por elecciones anticipadas. En consecuencia, las veces que se postula un líder parlamentario es trivial. Su poder está institucionalmente limitado.
Un presidencialismo sin límites de tiempo en el poder termina siendo un régimen monárquico, con rasgos despóticos.
La estrategia se repite en América Latina: de un período a dos, de dos a tres y de tres a la reelección indefinida. Quienes persiguen la perpetuación crearon la mejor coartada institucional: la reelección indefinida. Esa fórmula consagra un régimen autoritario.