A pesar de todo lo que aconsejan los economistas, el control de cambio se mantiene porque da votos y dólares a la cúpula.
El Gobierno de Venezuela celebra por todo lo alto los resultados de las pasadas elecciones municipales y del gobernador del Zulia. Las cifras oficiales no son para menos. Las quejas de la oposición que le dejó el campo libre para hacer y deshacer en esos comicios no disminuyen el entusiasmo oficialista ni mejoran la situación opositora.
Es innegable que el gobierno venezolano hace elecciones y si ese simple hecho es señal de democracia, los observadores internacionales, tan tarifados como los votantes, justifican todos sus aplausos.
El gobierno baila por el éxito de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, de los gobernadores y ahora de los alcaldes en apenas un año.
Que haya conseguido casi todas las gobernaciones y 308 de las 335 alcaldías del país justifica el frenesí de un gobierno que gasta más en propaganda y compra de votos que en comida y medicinas.
La triste realidad es que la oposición no tiene herramientas para impedir que este gobierno disfrazado de democracia siga ganando terreno. Su abandono de los centros de votación permitió todos los excesos que permitieron imponer al gobernador del Zulia y la mayoría de alcaldes con descarado uso de dinero y bienes del erario público.
La triste realidad es que mientras esos poderes no tengan autonomía y sean manipulados desde el Poder Ejecutivo, el país seguirá pasando penurias. La triste realidad es que esas elecciones no resuelven la crisis y permiten al Poder Ejecutivo y sus asesores evadir las verdaderas causas de esa crisis. Lo que digan en EEUU y el resto del mundo sirve para reforzar la tesis de que la crisis y todos los males que golpean a millones de venezolanos son culpa del imperio.
En medio de la orgía, algunos recuerdan que si no se atiende el problema de la estabilidad de la moneda, seguirán apareciendo y agravándose los otros males, es decir la inflación, la especulación, la devaluación, el desempleo, la pobreza y la fuga de divisas.
Son muchas las voces, incluso dentro del propio Gobierno, que alertan que el efecto más nocivo de la devaluación es el aumento del desempleo, el subempleo y la inflación.
También advierten que es inexplicable que un país que recibe divisas por venta de petróleo se haya endeudado tanto. Pagar la deuda externa debería ser el gran objetivo de Venezuela en el siglo XXI.
Pero la triste realidad es que quienes están gobernando a Venezuela no tienen ningún interés en resolver la crisis que está matando más gente cada día.
La triste realidad es que el hambre del pueblo venezolano ha sido creada con toda intención porque eso permite a los que manejan los recursos monetarios que ingresan al país, controlar a las mayorías mediante el pago de bonos y bolsas de comida. Lo ocurrido en todo el país el domingo pasado fue multiplicado en el Zulia y no debe quedar en el olvido.
La triste realidad es que el control de divisas es el gran éxito de esta supuesta revolución. Permite multiplicar los bolívares para comprar votos y todavía guardar dólares en las cuentas que la cúpula gobernante tiene en varios paraísos fiscales.
@jajogra