Chávez, y Maduro junto a la camarilla de facinerosos que lo acompañan, se aprovecharon del pueblo ignorante para, a través de políticas populistas y demagogas, provocar una confrontación entre la sociedad.
La miseria no es solamente el abandono, la indigencia, la ausencia de alimento y cobijo sino la radicalización brutal de la desigualdad. La miseria rompe los lazos de sociabilidad entre los hombres. Cuando ella impera, la sociedad se quiebra en dos grupos: el de los excluyentes y el de los excluidos. La miseria hace desaparecer el lazo de lealtad mutua entre la sociedad; aquel lazo que hace posible la democracia.
En todos los países democráticos del mundo hay una desigualdad; pero con oportunidades para que el ciudadano desarrolle sus conocimientos y vaya mejorando la convivencia social, pero bajo un gobierno de libertades.
En la actualidad, la democracia representativa es el sistema más utilizado en el mundo para dirigir el destino de las naciones. Considerada como el sistema de gobierno menos perjudicial que otros; sin embargo, tiene sus enemigos.
Todas las democracias contemporáneas viven bajo el temor permanente de la influencia de los ignorantes; pues los ignorantes tienen voto y toman parte de las decisiones democráticas. Nos referimos a la ignorancia de quienes no saben expresar de manera inteligible sus demandas, y tampoco comprenden las demandas de los demás. En consecuencia, se cuestiona cómo puede tolerarse lo que no se entiende. La peor forma de ignorancia no es la falta de conocimiento, sino la incapacidad de persuadir y ser persuadido: dos requisitos básicos para el ejercicio democrático.
Estos ignorantes, que son el bagazo social del cual los gobiernos no se ocupan, son caldo de cultivo, por ignorantes, para que sistemas totalitarios los usen estableciendo una base politiquera de desadaptados, que con el tiempo se convierten en una fuerza que vive de la dadiva del régimen y actúan agresivamente contra la mayoría.
Chávez, luego Maduro y la camarilla de facinerosos que los acompañan, han aprovechado esa pequeña grieta y, a través de políticas populistas y demagogas, la han convertido en abismo soliviantando la confrontación entre la sociedad.
La «democracia» es un sistema de gobierno en el cual el poder es del pueblo, pero que, por necesidad y organización, se transfiere a unos pocos para que lo ejerzan en su representación y conduzcan los destinos del país. Estos últimos son, precisamente, los gobernantes o integrantes del «gobierno» que representa al pueblo. Para ser democrático, un gobierno no solo debe ser elegido por el pueblo, sino que además debe tener un estilo de gobierno democrático en su ejercicio.
Debe haber separación de poderes, órganos de control ajenos a las esferas de quienes sustentan la administración pública, la libertad de expresión y prensa, libertad económica, desarrollo de economías que promuevan el mejoramiento de la vivencia de las diferentes clases sociales, y lo más importante ética y moral en el ejercicio de la función pública.
Este régimen castromadurista no le interesa ningún postulado democrático para su forma de gobierno, porque son de estructura y contextura totalitaria. Necesita un pueblo inculto y genuflexo.
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