Tras un tenso 2017 en el plano político y electoral, el nuevo año se anuncia igualmente complejo para las relaciones ruso-europeas. El trasfondo de esta tensión siguen siendo las sospechas en la Unión Europea de que el Kremlin está activando una presunta maquinaria de interferencias en cuanto proceso electoral se celebre no sólo en Europa sino en sus aliados occidentales, tal y como presuntamente sucediera con las presidenciales estadounidenses de 2016 y con el controvertido referendo secesionista catalán de octubre pasado.
En este sentido, y a petición del Partido Popular Europeo, la Eurocámara o Parlamento de la UE abrió esta semana en Bruselas una serie de sesiones para debatir la presunta inherencia rusa a través de campañas de desinformación en elecciones generales celebradas en Europa.
Por ello, la UE anunció que dedicará en 2018 más de un millón de euros a la lucha contra la inherencia exterior, creando un comité de expertos destinado a combatir la difusión de «noticias falsas» o «fake news».
La UE sigue observando con desconfianza a Putin y a la estructura de poder en el Kremlin, a quienes acusan de supuestamente orquestar una red mediática vía agencias como Russia Today y Sputnik, presuntamente orientadas a desestabilizar con campañas de desinformación.
En la mente de la UE están los comicios italianos de marzo próximo. Bruselas teme un auge del populismo del Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y de la xenófoba Liga del Norte. Sectores de la opinión pública ven la presunta trama rusa para alentar estas candidaturas en unos comicios que también anuncian el retorno a la política de Silvio Berlusconi y su partido Forza Italia. En el pasado, Berlusconi ha mostrado su admiración y amistad por Putin.
Incluso, ya hay quienes acusan a Moscú de presuntamente comenzar campañas de desinformación con la supuesta intención de interferir en próximos comicios a realizarse en el hemisferio occidental, como son las presidenciales mexicanas pautadas para julio. La eterna candidatura del izquierdista Andrés Manuel López Obrador está en vigilancia en este sentido.
La Coalición Merkel
Pero al margen de las especulaciones y expectativas, la política europea traza su maquinaria con la vista puesta en Moscú. El fait accompli de un acuerdo entre la canciller alemana Ángela Merkel y su partido conservador CDU con el líder socialista del SPD, Martin Schulz, reedita una Gran Coalición ya anteriormente establecida por Merkel en su primer período en la Cancillería germana entre 2005 y 2009.
La Gran Coalición Merkel-Schulz pone fin a cuatro meses de negociaciones clave para Berlín y Bruselas. En su presumible último mandato en la Cancillería, Merkel alcanza un acuerdo de gobernabilidad con el SPD orientado a frenar cualquier presumible ascenso del populista Alternativa por Alemania (AfD), acusado en medios europeos de presuntamente recibir apoyo del Kremlin.
Del mismo modo, la Gran Coalición anuncia otro escenario inevitable: la Alemania post-Merkel, a todas luces una realidad que irá cobrando forma en los próximos años a través de una renovación de liderazgos en el CDU.
Merkel y Bruselas ansiaban cuanto antes una Gran Coalición para afianzar la estabilidad política e institucional, en particular para acometer las relaciones con Rusia. Con las sanciones de ida y vuelta entre Bruselas y Moscú todavía vigentes, otro foco de atención será Ucrania.
La posibilidad de renovación del conflicto armado en la región separatista del Donbass, al este del país, puede recrudecer en las próximas semanas, especialmente antes de las presidenciales rusas del próximo 18 de marzo.
Paralelamente, en Kiev se vive una crisis política que podría llevar a la caída del gobierno del controvertido Petr Poroshenko, lo cual puede intuir un auge de movimientos nacionalistas ucranianos de extrema derecha, irritados por el congelamiento del conflicto del Donbass.
Putin sabe que esta situación puede complicarse en los próximos meses. A la paralización de facto de los Acuerdos de Minsk (2014 y 2015) para solucionar el conflicto del Donbass, se le une el hecho de que Ucrania y la Unión Europea, partes signatarias del acuerdo, no han apoyado la petición del Kremlin de desplegar tropas de la ONU en el Donbass para garantizar los compromisos adquiridos.
Por otro lado, la tensión parece también activarse entre Rusia y la OTAN. La Alianza Atlántica acelera ejercicios conjuntos en Polonia, en particular el funcionamiento del sistema antimisiles. Esto puede provocar una reacción de irritación en Moscú, a tal punto que Rusia podría abandonar el tratado nuclear suscrito con EEUU.
Toda vez, Rusia ha logrado ganarse un nuevo aliado en Noruega, país que aceptó la ampliación del gasoducto Nord Stream que Moscú adelanta para los próximos años y que precisamente pasa muy cerca del conflictivo Donbass. Ucrania ha protestado airadamente estos acuerdos toda vez Merkel está muy pendiente porque el Nord Stream posee un consorcio en el cual está incluido el ex canciller alemán Gerhard Schröeder.
Putin hasta 2024
Fuera de estos focos, Putin estará pendiente de que su asegurada reelección presidencial hasta 2024 y el éxito en la org anización del Mundial de fútbol en Rusia a partir de junio próximo no se vean empañados por atentados yihadistas en territorio ruso, particularmente por células expandidas tras la atomización del Estado Islámico provocada por la intervención militar rusa en Siria desde 2015.
Otro tema clave para Putin será consolidar una sucesión presidencial post-2024 que podría ir cobrando forma en este nuevo período presidencial. En estas cábalas parece no estar su compañero de fórmula político-electoral, el primer ministro y ex presidente Dmitri Medvedev, desgastado por acusaciones de corrupción.
Las cartas que aparentemente baraja Putin para su sucesión en el Kremlin después del 2024 apuntarían a dos nombres: el ministro de Economía Maxim Oreshkin, de 35 años, y el alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin. Dos nombres a los que habrá que estar atentos en la política rusa y en la tecnocracia del poder que Putin ha confeccionado sigilosamente desde su llegada al poder en 2000.
En todo caso, el laberinto ruso puede deparar sorpresas. La inhabilitación electoral del opositor Alexei Navalny para retar a Putin en las presidenciales de marzo puede suponer rebrotes de descontento popular, acelerados por el impacto de las sanciones occidentales en la economía rusa. Puede que esto sea más patente para después del Mundial de fútbol, en caso de que las inversiones y el turismo no arrojen las expectativas que Rusia desea para reconducir la economía.
Mientras busca reacomodar su relación con Occidente, Putin proseguirá con sus alianzas geopolíticas con China, Turquía e Irán. También estará pendiente de Cuba y Venezuela, con elecciones presidenciales bajo grave crisis humanitaria y económica en Caracas y ante la verificación del cambio de liderazgo «post-castrista» pautado entre febrero y abril, durante el próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Preparando el Brexit
Por otro lado, está el Brexit. El 2018 es clave para acelerar la definitiva salida británica de la UE, pautada para marzo de 2019. Estimaciones económicas sugieren que el Brexit provocará un hueco fiscal en la UE estimado en 10.000 millones de euros.
Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron conocen a la perfección la necesidad de revitalizar el histórico eje franco-alemán sobre el que tradicionalmente ha gravitado la UE. Y el Brexit acelerará este «romance», toda vez el presidente francés acometerá un proceso de reformas socioeconómicas orientadas a frenar cualquier atisbo de auge populista.
Como la Gran Coalición con Schulz, Merkel acelera otra similar con Macron. La recuperación europea depende en gran medida de ambas coaliciones y gravitará como agenda reformista para una UE que precisa urgentemente de liderazgos fuertes y convincentes que le permitan frenar el creciente euroescepticismo.
En Bruselas apuestan por esta perspectiva del eje Merkel-Schulz-Macron tomando en cuenta lo que está sucediendo en la arena internacional. La UE debe acometer el Brexit en fase decisiva, la astucia geopolítica de Putin al acecho, las incertidumbres transatlánticas de la era Trump y el avance inexorable de China para la confección de un nuevo mapamundi global vía las nuevas Rutas de la Seda. El 2018 se asume clave en este sentido.