Diáspora y preocupación internacional

La expulsión de venezolanos de su propia patria se ha hecho algo cotidiana.   Ya no es la búsqueda de un futuro mejor, es la necesidad de supervivencia la que ha  hecho que la gente salga despavorida del país.

La diáspora

La última encuesta de  Consultores 21 (C21), último trimestre de 2017, hace una evaluación indirecta de este fenómeno migratorio. Pesquisa que han venido haciendo desde 2015, por lo que  podemos observar cómo la intención de migrar ha crecido de 25% a 40%.  En la actualidad más del 50% de los jóvenes (18-24 años) desea hacerlo, cuando en 2015 era el 36%. En el estrato social medio-alto, correspondiente al 22% de la población,  la proporción llega al 55%, mientras que para el marginal-popular, 78% de los venezolanos,  sería un 33%. Casi 30% de las familias tiene algún familiar que ha migrado, con un promedio cerca de 2 personas que han migrado por cada una de esas familias, lo que proyectado produce un estimado de unos 4 millones de migrantes.

Motivaciones

 Razones económicas explican el 70% de la migración. En las regiones fronterizas de Zulia-occidente, y llanos-andes esta  motivación alcanza sus mayores niveles con un 96%  y un 85% respectivamente. C21 lo llama el» efecto frontera». Esto  se confirma pues casi el 100% de los familiares de estos grupos en Venezuela  esperan recibir remesas de los migrados. Entre los que quieren emigrar «el 96% piensa que su situación actual es peor que la que tenían hace un año», 9 de cada 10 que la crisis económica empeora y  casi un 90% culpa al régimen de esta situación.

A dónde van los migrantes

Según libro «La voz de la diáspora venezolana» (2015)   de Tomas Páez, los migrantes en su mayoría van a «EE.UU., seguido por España, Italia y Portugal. En Latinoamérica… a Panamá y Colombia». La encuesta de  C21 revela que dos tercios prefiere migrar a la región latinoamericana y solo 21% a Norteamérica y Europa.  Si estos datos fueran comparables sería posible pensar que estamos frente  a un nuevo tipo de migración producida por la crisis actual.  La primera formada por personas del estrato social medio-alto  más preparados y con capacidades de movilización mayor para lanzarse a una aventura a Norteamérica y Europa, mientras las migraciones actuales concitan a un gran volumen de personas provenientes del mayoritario sector marginal-popular, que se siente más cómodo en una región donde se habla su idioma y las posibilidades de movilización son más accesibles, en especial pues pueden hacerlo por tierra.

 Los principales destinos según esta encuesta son Colombia y Chile con 17% del total.  Luego vendrían EE.UU. y Perú con 10%, y después Panamá (7%) seguido de  España (5%), Argentina (4%) y México (3%).

El Efecto Venezuela

Ya hemos hablado muchas veces del Efecto Venezuela, es decir el impacto de nuestra crisis en la región. En cuanto a lo migratorio  la mayoría de los países de la región lo están sintiendo y están creando mecanismos para paliar la situación. Por ejemplo,  extendiendo los permisos de circulación y trabajo, caso miembros del Mercosur, o produciendo permisos especiales como en Perú y Colombia.   Colombia ha implementado el Permiso Especial de Permanencia (PEP) y la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF). A principios de 2017 se hablaba de casi 1 millón de venezolanos, cerca de la mitad con doble nacionalidad, que habrían llegado a Colombia.

Solo por los puentes Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Unión, entran y salen más de 30 mil personas diariamente; sin contar los que entran por los «caminos verdes».  De ellos 60% siguen hacia otras ciudades pero el 40% que resta  se queda en Cúcuta, creando problemas para esa ciudad.

 «En La Guajira, la situación es similar. En Riohacha y Maicao hay muchos venezolanos durmiendo en parques, sin baños y sin cómo suplir sus necesidades más básicas», nos dice el portal colombiano «La silla vacía». En realidad otros siguen a Ecuador – unos 2.000 ingresan al día según las autoridades-  y de allí a Perú y Chile. Esta crisis también se ha concretado en el estado brasileño de Roraima, así como en Trinidad y otros países caribeños. Según el ACNUR en 2016 «se registraron cerca de 27.000 solicitantes de asilo venezolanos en todo el mundo, en lo que va de 2017 -julio-, cerca de 50.000 han solicitado asilo». Y esta proporción seguirá creciendo a juzgar por la tendencia.

Intervención internacional

humanitaria

Se comienza a hablar de una intervención humanitaria internacional para enfrentar la crisis que vivimos. A ese fin se puede echar mano del concepto «responsabilidad  de  proteger» trabajado por los canadienses. Cuando un estado no sea capaz de   proteger  a  sus ciudadanos   del  genocidio,  los  crímenes  de  guerra,  la  depuración  étnica  y  los  crímenes  de  lesa  humanidad, la comunidad internacional debe actuar para protegerlos, a través del Consejo de Seguridad de  la Organización de Naciones Unidas (ONU).  Y así se ha hecho en Libia (2011), Coste de Marfil (2011), Yemen (2011) y Siria (2012). Hay otros casos de actuación unilateral: Israel en Entebbe (Uganda), en 1976, o EE.UU. en Granada en 1983,  y la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999.

Como el pranato se niega a aceptar ayuda humanitaria, una variante de esto podría ser la intervención de agencias de la ONU como ACNUR  – agencia encargada de migraciones-, UNICEF – agencia para protección infantil- o la OIM (Organización Internacional de Migraciones) en los países receptores, a fin de paliar la situación crítica de una migración que pone en peligro la vida de los migrantes y la estabilidad de los países receptores.

La ONU ha solicitado al pranato, sin éxito,  que se permita la ayuda internacional, así  lo confirmó su secretario general, Antonio Guterres, en su reciente visita a Colombia, donde  declaró «Colombia vive el impacto de miles de personas que han salido de Venezuela» por lo que «estamos a su disposición, porque el impacto se siente en la vida cotidiana del país, sobre todo en las áreas menos desarrolladas».

ACNUR, en relación a esto «está trabajando con las autoridades de estos países para reforzar el registro y la identificación de perfiles, la capacidad de acogida y la provisión de ayuda humanitaria básica para solicitantes de asilo con necesidades específicas».

La posibilidad de una intervención humanitaria internacional no militar sino civil para apoyar a los migrantes venezolanos sería un alivio para los migrantes y para los países receptores.  Y podría ser el comienzo de ese necesario apoyo internacional para superar la crisis.  El grupo de Lima pudiera ser la entidad que formalice esta petición en el marco de las NN.UU.