La Unidad Nacional es la única política sensata en esta encrucijada de caminos. Ella se concreta en un programa unitario y en un líder unitario.
Este oficialismo que nos tiene acostumbrados a sus dislates económicos que arruinan a Venezuela y a los venezolanos, y a esos costosos que han deteriorado al extremo el tejido social, se había caracterizado hasta ahora por una sagacidad política, siempre ayudada en su falta de escrúpulos.
Me inclino a creer que este 23 de enero cometió un serio error político que puede traerle severas consecuencias a sus planes de quedarse en el poder eternamente. Acaso sea culpa de la soberbia de quien se siente sobrado engañado por el hecho de que juega con ventaja y hace trampa. La soberbia siempre es mala consejera.
Al “decretar” la ANC la convocatoria precipitada a la elección de un presidente que tomará posesión dentro de un año, el grupo en el poder (o una de sus facciones) puede haberse equivocado, pues su decisión es tan bárbaramente abusiva y descarada que da una patada a las negociaciones internacionales en Santo Domingo y puede suscitar la reacción nacional de unir al país entero para enfrentar un peligro tan inminente. El gobierno, ni más ni menos, muestra sus cartas descaradamente y desafía a la comunidad internacional y al pueblo venezolano, retándonos a adelantar el fin de la película. Con la situación que vivimos, el desenlace puede no ser el que planean estos comandantes del desastre. Ante el precipicio, el poder parece dar un paso adelante.
La disyuntiva no es participar o no en la convocatoria tramposa. Se trata de luchar o no luchar. La sociedad venezolana no va a desperdiciar ninguna oportunidad de lucha cívica, pacífica, porque es democrática en esencia y con ese sentimiento no se juega. El gobierno cree que ha demolido esa conciencia tan arraigada. Me parece que se equivoca. Cada forma de lucha tiene su oportunidad y la combinación de todas ellas sin renunciar a ninguna es la clave del éxito en esta pelea desigual. Lucha por el voto en elecciones libres, limpias y justas. Protesta cívica en todos los escenarios. Intenso uso de la tribuna parlamentaria y del debate en la opinión pública. Activismo internacional sostenido y bien fundamentado para promover la solidaridad con el pueblo venezolano. Y claro, diálogo y negociación con objetivos claros, como hicieron nuestros antecesores en África del Sur, en Polonia, en Chile.
He podido hablar con Henrique y Leopoldo, Henry y Henri, Julio y Manuel, Andrés y Enrique Márquez y Simón Calzadilla. También me acerqué a Claudio Fermín quien ha declarado su candidatura en tono y disposición unitaria. Entienden la gravísima crisis venezolana y, por lo mismo, la responsabilidad que les incumbe. Por eso no pierdo mi confianza en ellos. No quiero perderla, se me dirá con razón, pero también tengo razones para no hacerlo y, al contrario, creer que estarán a la altura, como otras veces lo han demostrado. La política exige definir, decidir y hacer. Nadie ha inventado otro modo.