Las cartas están echadas. Un cerco financiero y comercial sumado a un embargo petrolero traerán mayores padecimientos para la gente, considera Leopoldo Puchi.
De acuerdo con las informaciones que se conocen, la Mud ha decidido abstenerse de concurrir a los comicios presidenciales. De ser así, este sería uno de los hechos más significativos de los últimos tiempos, en lo que se refiere a la lucha por el poder político en Venezuela. Es una resolución cuyo impacto trasciende la coyuntura y que tendrá efectos tanto en la propia oposición como en el país en su conjunto.
Los sectores fundamentales del campo que adversa al Gobierno habrían dado un viraje de gran calado en su estrategia, que estaba dirigida a la acumulación de fuerzas dentro del sistema y de sus instituciones, aunque simultáneamente se les realizaran críticas y cuestionamientos. La estrategia era “incrementalista”, de larga marcha a través de las instituciones.
Por supuesto, no siempre fue una estratégica única ni compartida plenamente por los diferentes factores de ese campo, pero sí representaba el eje dominante de sus políticas, al menos desde 2006, cuando se lanza la candidatura de Manuel Rosales. Puede señalarse que en ciertos momentos, algunos sectores lograron adelantar transitoriamente otras estrategias, pero fueron iniciativas que no contaron con un respaldo del conjunto.
En esta oportunidad el viraje luce más consensuado, pero todo indica que no es el resultado de una elaboración natural, sino de factores condicionantes. Uno de ellos, de carácter simple, tiene que ver con las dificultades para conseguir una candidatura unitaria y con poder de convocatoria. El otro elemento está relacionado con la intervención de la llamada “comunidad internacional”, que ha presionado en la dirección de la abstención, en la perspectiva de que las sanciones traerían como consecuencia una implosión social, lo que a su vez conduciría a un pronunciamiento militar.
El efecto concreto es que la estrategia institucional habría sido sustituida por la estrategia de las sanciones, lo que deja en manos de los factores externos la conducción de lo que pueda acontecer. Y una vez tomada la decisión de adoptar una nueva política, no será fácil retornar al rumbo “incrementalista” anterior y las consecuencias se expresarán en diferentes ámbitos.
En el plano electoral, el espacio seguramente será ocupado, al menos de forma parcial, por organizaciones de menor peso hoy, hacia las que fluirán los votos partidarios de la vía electoral. Y en un plano más amplio, los partidos que apuestan a las sanciones tendrán que redefinir la naturaleza de sus actividades al margen del sistema, porque para una organización política no es suficiente la espera.
Para el país, las consecuencias pueden ser demoledoras y trágicas, independientemente de los resultados de la nueva estrategia. Un cerco financiero y comercial, un embargo petrolero, todo ello traerá mayores padecimientos para la gente y afectará completamente el aparato productivo nacional. Pero al parecer, las cartas están echadas. Son las cartas del todo o nada.