Maduro y los suyos se están quedando solos a nivel internacional. No están aislados, pero el frente adverso crece cada vez más.
La hegemonía roja, en algunos tiempos del predecesor, llegó a tener mucho apoyo internacional. El cénit lo constituyó el evento para “fundar” la Celac, o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que se realizó en Caracas en diciembre de 2011, y en el que todos los gobernantes presentes elogiaron al anfitrión, comenzando por el chileno Piñera, que entonces ejercía su primer mandato. La llamada “revolución bolivarista” exhibía un respaldo consensual en la región, y suscitaba no pocas expectativas favorables, en otros ámbitos geográficos, tanto por razones políticas como económicas.
De aquella época apenas si queda el recuerdo. Maduro y los suyos se las arreglaron para desbaratar el habilidoso tinglado del predecesor, y aunque no se puede afirmar que se encuentran aislados en la comunidad internacional, si se puede observar que cada vez cuentan con menos simpatías y con más críticas por la catástrofe en la que está sumida Venezuela. Ya era hora de que los gobiernos y otras instituciones públicas y privadas de medio mundo dejaran su interesada complacencia y le dijeran al pan, pan, y al vino, vino.
Es curioso, pero a veces uno percibe más asertividad y criterio sobre la tragedia venezolana afuera que adentro. El secretario general de la OEA, el socialista uruguayo Luis Almagro, está más claro y habla más claro que buena parte de los principales dirigentes de la oposición interna. Gobiernos de países que hasta hace nada callaban sobre Venezuela, como Francia, ya no más. La Casa Blanca de Trump no parece tener la ambigüedad característica de la Casa Blanca de Obama. Las izquierdas democráticas de casi todas partes se unifican en la denuncia de la hegemonía que representa Maduro.
Pero todo ello no significa -no nos confundamos- que la hegemonía carezca de deudos. No es así. Las redes internacionalistas de Cuba están al servicio de Maduro. Gran parte de la “gauche caviar” aún quiere seguir sacándole provecho. Las dictaduras y las neodictaduras, no han abandonado a Maduro. Algunos que antes aplaudían, no lo siguen haciendo, pero no votan ni hacen campaña en contra. La criminalidad organizada tiene un santuario en el territorio venezolano, que preferirán mantener.
En pocas palabras, Maduro y los suyos no están solos, pero se están quedando solos. La catástrofe humanitaria, el Estado fallido, la violación de los derechos humanos, el caos económico, la avasallante corrupción, todo eso contribuye en ese proceso, que, no faltaba más, tiene que impulsarse con más fuerza dentro de nuestras fronteras.