El nuevo Mao

  • Con la puesta en escena del XIII Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) que ampliará indefinidamente los poderes del presidente Xi Jinping, el actual mandatario chino está impulsando un nuevo liderazgo personalista muy similar al del fundador de la República Popular China, Mao Zedong. Con ello, Xi busca convertirse en el nuevo líder de la China del siglo XXI, con la diferencia de propiciar un modelo de capitalismo estatal que lo aparta claramente de las directrices ideológicas del legado maoísta.

Ya no queda ninguna duda: el actual presidente de la República Popular China (RPCh), Xi Jinping, se está convirtiendo en el nuevo Mao del siglo XXI. En el marco del XIII Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh), Xi está avanzando en ese objetivo: el de perpetuarse en el poder más allá del 2023, cuando constitucionalmente finalizaría su período de dos mandatos consecutivos.

Para ello, Xi debe reformar la actual Constitución china, que data de 1982, entonces impulsada por el principal sucesor de Mao, el fallecido ex presidente Deng Xiaoping, el hombre que abrió a China al capitalismo. Un paso que parece prácticamente asegurado en el contexto actual, tomando en cuenta que su poder interno ya quedó consolidado en octubre de 2017, tras las sesiones del XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), que entronizó la “nueva era” en manos de Xi.

La intención de Deng de limitar a dos períodos consecutivos el mandato presidencial a través de la Constitución de 1982 era el de evitar los desmanes causados por el excesivo personalismo político y el culto a la personalidad heredado del maoísmo, a favor de un liderazgo colectivo impulsado por el PCCh.

Aunque oficialmente la China actual sigue reverenciando a Mao como el “padre fundador” y el “Gran Timonel”, es evidente que con el liderazgo actualmente en manos de Xi Jinping se quiere cerrar un ciclo histórico trepidante para la China moderna. Ello se debe a los costos humanitarios causados por las totalitarias ideas del maoísmo traducidos en proyectos como el “Gran Salto Adelante” (1958-1962) y principalmente la “Revolución Cultural” (1966-1976).

El “nuevo pensamiento” de Xi

Pero en pleno siglo XXI, Xi parece recuperar la esencia del maoísmo a favor de una concentración del poder prácticamente asegurada. En la conferencia del CCPPCh que se realiza actualmente en Beijing acuden 3.000 representantes, la mayor parte de ellos miembros del PCCh y provenientes de todas las provincias chinas. Ello refleja un marco político clave para asegurar el poder de Xi, ya que constituye el principal evento político del año en el gigante asiático.

El escenario está por tanto a favor de los planes de Xi de perpetuarse indefinidamente en el poder en un contexto clave para impulsar el definitivo despegue hegemónico de China pautado para este siglo XXI. No hay que olvidar que Xi es también secretario general del Comité Central del PCCh y presidente de la Comisión Militar Central, cargos de alto nivel que refuerzan su cada vez más absoluto poder.

En este sentido, y a fin de legitimar esta perspectiva otorgándole un barniz ideológico, Xi Jinping, llamó al sistema de cooperación multipartidaria y de asesoría política encabezado por el PCCh como “una gran contribución a la civilización política de la humanidad”.

El fortalecimiento de la noción del “Partido-Estado” imperante en China ahora bajo el liderazgo de Xi quedó clara durante la apertura de la sesión anual del  CCPPCh. Xi consideró que este es “un nuevo tipo de sistema de partido que está creciendo en suelo de China”, a través de una deliberación conjunta realizada con asesores políticos de la Liga Democrática de China y del Partido Zhi Gong de China, de personas no afiliadas a partido y del sector de chinos regresados de ultramar, quienes también participaron en esta sesión del CCPPCh.

La inclusión de estos representantes de formaciones no adscritas al PCCh evidenció igualmente la perspectiva de Xi de otorgarle un carácter más plural a estas sesiones, incluyendo a otros sectores políticos y sociales, aspecto que también refuerza la idea de legitimar este “nuevo pensamiento” bajo las directrices de Xi.

En este sentido, las universidades chinas, las cuales siguen estudiando la ideología maoísta, incluirán a partir de ahora sesiones de estudio y comprensión del “nuevo pensamiento” de Xi. Este nuevo culto a la personalidad ya es patente en las instituciones públicas, con la foto de la imagen del presidente chino ocupando los principales lugares.

La aceptación de este nuevo liderazgo en manos de Xi parece ya consolidarse en las principales instituciones chinas. El poderoso Ejército Popular del Pueblo ya anunció su aceptación de la perpetuidad de Xi en el poder. Incluso, su homólogo estadounidense Donald Trump envió mensajes de felicitación a Xi.

La Ruta de la Seda de Xi

Consolidando su poder interno desplazando el eje gravitacional establecido por el liderazgo colectivo del PCCh del “post-maoísmo”, Xi se embarca hacia un poder indiscutible que en materia internacional tiene un objetivo en curso: el desarrollo de la Nueva Ruta de la Seda, unos ambiciosos proyectos económicos y de infraestructura con los que Xi quiere convertir a China en la principal potencia global a partir de la segunda mitad del siglo XXI.

Impulsado desde 2013, la Nueva Ruta de la Seda tiene dos vertientes: una ruta terrestre desde China y el espacio euroasiático hasta Europa Occidental; y una ruta marítima desde las costas del Mar de Sur de China hasta el Océano Índico, el sureste asiático, África Occidental, el Golfo Pérsico, el Mar Rojo, el Mar Mediterráneo y desde Asia Pacífico hacia América Latina.

Previsto a finalizar en 2049, cuando se cumpla el centenario de la creación de la República Popular China, la Nueva Ruta de la Seda abarca más de 100 países, con un fondo de US$ 40.000 millones. Incluye al 70% de la población mundial, el 75% de las reservas energéticas mundiales y el 55% del PIB global. Un proyecto ambicioso no exento de desafíos y riesgos orientados exclusivamente a propiciar a China como la nueva superpotencia. O como dice el propio Xi, a “recuperar el lugar histórico que a China le pertenece”.

Para ello, Xi concibe que esta “recuperación del lugar histórico” de China debe realizarse a través de la asunción de una nueva era en la que la absoluta concentración del poder y fidelidad hacia su autoridad sea una clave estratégica.

Esta nueva era, suerte de “neo-maoísmo” bajo el liderazgo de Xi, también apuesta por iniciativas ideológicamente diferentes a las concebidas por el “Gran Timonel”. Por tanto, el “socialismo con características chinas” oficialmente imperante dará paso a un capitalismo con fuerte concentración estatal y vocación cada vez más global. Irónicamente, mientras en Occidente renace el proteccionismo ante la considerada “amenaza china”, precisamente es China la que impulsa ahora la globalización y la mundialización.

Con el actual Congreso del CCPPCh, Xi se ha asegurado de sepultar definitivamente a Mao pero sin olvidar algunas claves de su legado.