Estoy segura de que pronto volverán a casa todos quienes se vieron obligados a huir del país y juntos trabajaremos por la reconstrucción de Venezuela.
Venezuela fue durante generaciones un país de acogida. Ciudadanos del mundo entero la hicieron su nuevo hogar tras huir de las persecuciones de las dictaduras, las guerras civiles y el horror del genocidio. Rómulo Betancourt estableció un convenio con la Organización Internacional del Refugiado y llegaron miles de desplazados por la Segunda Guerra Mundial, entre ellos españoles, italianos, polacos, yugoslavos, portugueses, franceses, griegos y alemanes. Y años más tarde, tras las dictaduras de Latinoamérica, les abrió sus puertas a cientos de miles de personas con oportunidades de trabajo, seguridad y calidez.
La situación en 2018 es dramáticamente distinta, porque Venezuela se ha tornado un país de migración masiva por la actual emergencia humanitaria compleja generada por el régimen de Nicolás Maduro.
La crisis ha lanzado al exilio forzado a millones de ciudadanos. Se estima que hay hasta 4 millones de venezolanos en la diáspora que han tenido que adaptarse a nuevas culturas, climas y circunstancias. Han dejado un enorme vacío y quienes estamos en Venezuela los extrañamos con todo nuestro corazón.
Según un estudio de Consultores 21 la mayoría de quienes emigran son personas jóvenes, en plena edad productiva y la situación económica es la principal razón para dejar el país. Colombia, Chile, Estados Unidos, Perú y España son los principales destinos de nuestros compatriotas. Vemos imágenes desgarradoras de ríos de gente cruzando las fronteras. Varios de esos países conscientes de la crisis han otorgado permisos especiales de estadía a los venezolanos.
Sé que el apego a nuestro país es muy fuerte, pues fui testigo de miles de historias de nuestros compatriotas cuando en mis viajes al exterior participábamos en eventos de apoyo a Venezuela. Han cruzado fronteras en autobús, en carro, a pie, desafiando las dificultades, con una maleta repleta de sueños. Se nos hace un nudo en la garganta escuchando sus historias cargadas de sentimientos. Huyeron de la violencia, de la persecución. Buscando oportunidades. También sentimos un orgullo infinito por sus logros. Muchos son el único sustento de sus familias para que sus seres queridos puedan comer, estudiar y atender sus necesidades básicas.
Hacen mucha falta, por eso esperamos que, en un futuro cercano, todos los que salieron y están brillando como las estrellas de nuestra bandera, regresen. Son esenciales para la reconstrucción del país, pues cada uno de sus aprendizajes y vivencias serán claves en esa nueva etapa que estamos seguros que pronto iniciará.
Tenemos todas nuestras energías puestas en recuperar el país. Ni Leopoldo ni yo nos vamos a rendir. Tampoco lo hará Voluntad Popular, que trabaja incansablemente con sus diputados desde la Asamblea Nacional y con sus activistas desde cada uno de los estados, de los pueblos y caseríos con propuestas y acciones para superar la crisis. Tampoco se rendirá la oposición democrática venezolana que hoy está unida para derrotar la dictadura y rescatar a Venezuela.
Estoy segura de que muy pronto volverán a casa y podremos reencontrarnos en un gran abrazo de bienvenida y esperanza, que marcará el inicio de la felicidad para la familia venezolana en libertad y democracia.