*Al priorizar el conflicto sirio por encima de la Cumbre de las Américas de Lima, el presidente estadounidense refuerza las peticiones del ala dura y de los “halcones” del Pentágono ante la posibilidad de que el cada vez más complejo ajedrez geopolítico sirio se convierta en un estratégico revés para Washington en Oriente Próximo.
El reciente anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de no asistir a la Cumbre de las Américas de Lima que dará inicio el próximo viernes 13 de abril obedece a razones de realpolitik derivadas del conflicto sirio y de las repercusiones que el mismo tiene para la geopolítica global y los intereses estadounidenses en Oriente Próximo.
La que sería la primera gira latinoamericana de Trump, que lo llevaría a Perú y Colombia, ha sido súbitamente suspendida por la controversia suscitada a nivel internacional ante la posibilidad de que el Ejército sirio comandado por el presidente Bashar Al Asad presuntamente utilizara armas químicas en el asedio de la localidad de Duma, en la periferia de la capital Damasco. Este ataque causó unos 60 muertos y cientos de heridos entre la población civil.
Hasta el momento, Rusia, el régimen de Al Asad y tácitamente Turquía e Irán han mantenido su “pacto de circunstancias” en Siria desmintiendo que en el ataque de Duma se utilizara armamento químico. Pero Washington cuestiona esta posición.
Esto ha obligado a que la administración Trump podría estar manejando una especie de “gabinete de crisis” para lanzar un eventual ataque preventivo contra posiciones del régimen sirio, como el realizado sorpresivamente hace justo un año, cuando desde un portaaviones en el Mediterráneo, EEUU lanzó unos 59 misiles Tomahawk contra la base aérea de Shayrat, en la ciudad de Homs.
La “neo-guerra fría” con Moscú
El pasado domingo 8, Trump acusó al presidente sirio Al Asad de ser el responsable de este presunto ataque químico, tanto como al presidente ruso Vladimir Putin de ser su supuesto “cómplice”. Con ello, aseguró que el régimen de Al Asad “pagará un alto precio” por el ataque de Duma, el cual consideró como una “atrocidad”.
Las declaraciones de Trump evidencian el peso cada vez más creciente que tienen los “halcones” del Pentágono en la remodelación de su gabinete que comenzó en marzo pasado, con la designación del ex director de la CIA, Mike Pompeo, como nuevo secretario de Estado en sustitución de Rex Tillerson.
En esta coyuntura se deterioraron aún más las relaciones entre Washington y Moscú, a tenor de las acusaciones de presunta implicación rusa en el envenenamiento del ex espía ruso Serguéi Skripal en Londres en marzo pasado. Este hecho llevó a la peor crisis en las relaciones ruso-occidentales desde tiempos de la “guerra fría”, con mutuas expulsiones de diplomáticos en más de 80 países.
Tal y como se ha asegurado con anterioridad, la sustitución de Tillerson de conocidas conexiones en Moscú, por el “halcón” Pompeo, traería inmediatas consecuencias para la diplomacia de Trump.
En este sentido, Siria se ha convertido súbitamente en el primer escenario de tramitación de estas nuevas perspectivas de “línea dura”, en particular a la hora de contener los alcances del eje geopolítico “euroasiático” que Putin viene trazando en Siria con sus aliados Turquía e Irán, con China a la expectativa.
La abrumadora reelección presidencial de Putin a comienzos de marzo convenció a Washington del clima de “neo-guerra fría” existente con Moscú y de la necesidad de propiciar un marco de contención contra el Kremlin.
En este sentido, el avance significativo de los imperativos geopolíticos rusos en Oriente Próximo, tramitados tras el acuerdo de Sochi de noviembre pasado que le ha dado un impulso enorme al régimen de Al Asad, parece ser ahora la clave que explique por qué Trump ha decidido priorizar Siria sobre la cumbre de las Américas.
Trump y los “halcones” en Washington parecen así apostar por la vía unilateral militar de ataque preventivo y retaliativo en Siria, tomando en cuenta que elevar la crisis siria al Consejo de Seguridad de la ONU repercutirá en un inevitable veto por parte de Rusia y China.
El contexto sirio tras el ataque de Duma también tuvo su corolario con el ataque militar israelí contra la base aérea T4 ubicada al centro del país árabe, ocurrido dos días después del ataque a Duma. Este ataque fue realizado por aviones F15 israelíes desde posiciones en la frontera sur con el Líbano.
En tanto que “operación castigo” contra el régimen de Al Asad, el ataque israelí en Siria supone un efecto persuasivo contra las posiciones del movimiento islamista libanés Hizbulá en Siria, un hecho que puede intuir también el tácito apoyo estadounidense en este ataque. La conocida conexión del Hizbulá con el régimen de Al Asad incrementa las sospechas israelíes sobre la implicación iraní en Siria vía Hizbulá, contando con la aparente complacencia de Putin.
Por ello, Siria se ha convertido en un arriesgado y complejo laberinto de intereses geopolíticos en la “neo-guerra fría” que se viene trazando entre Washington y Moscú, un aspecto que ha activado los respectivos ejes de alianzas. Por un lado, Putin mantiene el pulso con su apoyo al régimen de Al Asad contando con la implicación directa de Turquía, Irán y el Hizbulá, e incluso de Qatar.
Por otra parte, Trump tiene sus alianzas consolidadas con Israel y Arabia Saudita, a las que tácitamente podrían agregarse Egipto y Emiratos Árabes Unidos, preocupados por el peso geopolítico iraní en Siria y Oriente Próximo, gracias a la “troika” establecida por Teherán con Rusia y Turquía, principalmente.
Esta preocupación regional por la implicación de Irán en Siria también persuade a Trump a manifestar su repentino vuelco de prioridades hacia la crisis siria, motivado por el ataque a Duma.
América Latina puede esperar
Cancelada su visita a Lima y Bogotá, la cual será atendida por el vicepresidente Mike Pence, Trump pareciera determinar que la prioridad geopolítica en Oriente Próximo implicaría una cierta degradación de interés por parte de su administración hacia América Latina.
No obstante, el calendario electoral 2018 a nivel hemisférico así como las elecciones del mid-term en EEUU de noviembre próximo, con el interés enfocado en el estratégico voto hispano, muy probablemente provocarán que Trump revierta en algún momento este nivel de interés hacia la región.
La presencia de Pence en Lima y Bogotá tendrá un elemento clave y estratégico: Venezuela. La Cumbre de las Américas buscaría formalizar un marco regional de actuación más decidida hacia la crisis venezolana, un aspecto que parece revitalizarse ante el reciente anuncio del presidente venezolano Nicolás Maduro de finalmente no asistir a Lima por considerarlo una “pérdida de tiempo”.
Toda vez, la reunión de Pence con el presidente colombiano Juan Manuel Santos tendrá un efecto persuasivo de cara a los comicios presidenciales colombianos del próximo mes de mayo. Allí, la atención está enfocada en las expectativas de avance en la intención de voto del “uribista” Iván Duque por encima del izquierdista Gustavo Petro, señalado desde diversos sectores como un presunto aliado “chavista” de la desmovilizada guerrilla de las FARC.
La reciente detención judicial del ex presidente brasileño Lula da Silva, las investigaciones judiciales que se llevan a cabo en Ecuador contra el ex presidente Rafael Correa por presunta corrupción y las implicaciones hemisféricas del caso Odebrecht (que ya provocó la caída del ex presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski en marzo pasado) tendrán igualmente repercusión política para Washington dentro de este contexto electoral regional.
En el marco del presente ciclo electoral, con comicios presidenciales estratégicos en Colombia (mayo), México (julio) y Brasil (octubre), Trump espera ver consolidada una nueva hornada de líderes liberales, derechistas y de centroderecha que degrade progresivamente la anterior preponderancia de gobiernos progresistas e izquierdistas en la región, en particular del denominado “eje ALBA”.
En el foco de atención hemisférica de Trump está Venezuela con su crisis socioeconómica y las controvertidas elecciones presidenciales pautadas para finales de mayo, convocadas por la Asamblea Nacional Constituyente y no reconocidas tanto por Washington como por más de 40 gobiernos a nivel mundial.
Otro foco de atención será Bolivia, cuyas presidenciales 2019 volverán a postular al actual mandatario Evo Morales.
Persuadida a observar como inevitable la transición institucionalizada “post-castrista” en Cuba pautada para mediados de abril, Washington parece apostar coyunturalmente por la crisis siria por encima de los imperativos hemisféricos latinoamericanos. Pero el intenso ciclo electoral 2018 parece igualmente determinar que si bien América Latina no es una alta prioridad estratégica para Washington, tampoco se prevé una degradación de sus expectativas geopolíticas.