MIAMI.- Nicolás Maduro ya no es presidente de Venezuela. Simbólicamente, magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que están en el exilio se constituyeron en Sala Plena para aceptar una solicitud de la Fiscal General de la República de enjuiciar a Nicolás Maduro por ser partícipe de la corrupción desatada por la constructora brasileña Odebrecht en Venezuela. Luego, la pelota pasó a la Asamblea Nacional para autorizar que continúe el juicio al inquilino del Palacio de Miraflores. El parlamento venezolano votó a favor del procedimiento con 105 votos a favor y 2 en contra de oficialistas que, con su presencia en la sesión, reconocieron la autoridad del Poder Legislativo.
Antes de esto, quedaba a consideración de cada quien si decirle o no dictador a Maduro. De hecho, recordamos que en entrevista realizada a Luisa Ortega Díaz en Bogotá en noviembre del 2017, rehuyó calificar a Maduro como dictador cuando el periodista español Alberto D. Prieto y este cronista le preguntamos al respecto. Mujer de leyes al 100% y siempre consciente de su investidura, la Fiscal General no podía calificarlo de otra manera mientras no hubiera un procedimiento jurídico de por medio. Por cierto, en ese momento ya nos adelantó que tenía todos los papeles de la investigación por corrupción en torno a Odebrecht y a PDVSA.
«Efectivamente Nicolás Maduro ya no es presidente legítimo de Venezuela. La Asamblea Nacional de Venezuela autorizó su enjuiciamiento y perdió la investidura presidencial. Conscientes de eso, los distintos gobiernos deben asumir posiciones oficiales de desconocimiento de su autoridad», señaló Ortega Díaz en su cuenta en Twitter este jueves.
Esa declaración de la titular del Ministerio Público fue un comentario sobre la advertencia del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steve Mnuchin, de que Maduro «carece de legitimidad» para pedir préstamos. Un gobierno endeudado hasta el cuello, sin ingresos suficientes ni para pagar sus cuentas del día a día, necesita financiamiento externo como sea. Desde que llegó la Asamblea Nacional opositora a finales del 2015, a Maduro se le ha cerrado el grifo. Ningún gobierno serio le presta. Lo de los rusos no cuenta. Hablamos de un país que pretende mandar tanto como los estadounidenses o los chinos pero su economía es del tamaño de la de los italianos, además de tener una catarata de sanciones en su contra.
La Fiscal golpea efectivamente
Es el cerco financiero lo que ha puesto al régimen contra las cuerdas. Sin dinero, el rey ha quedado desnudo como lo que es: un mandón fascista tropicalizado. Algunos temen que el madurismo tome la deriva dictatorial de los rusos, los norcoreanos, los turcos y otros países orientales. Pero precisamente ese el problema: Venezuela está demasiado cerca de Estados Unidos y representa demasiado para la región como para dejarla ser una dictadura alineada con los factores desestabilizadores de la civilización occidental.
Como seguramente en este punto el lector estará pensando que Cuba solo está a 90 millas de Estados Unidos y ahí tienen a los Castro mandando desde hace casi sesenta años -Raúl sigue al frente, a pesar de Díaz – Canel-, podemos decir que en la isla lo que hay es cañaverales de azúcar que explota Odebrecht, no pozos de petróleo. Para quienes consideran que el petróleo no es importante, remitirse a las declaraciones de Donald Trump este viernes sobre la importancia de bajar los precios del crudo. El dictador Maduro está sentado sobre las mayores reservas de petróleo del mundo. ¿Ustedes creen que la Casa Blanca respetará soberanías, auto-determinación de los pueblos y demás proclamas con ese manjar tan a la mano? Dejarían de ser imperio.
Por otra parte, el carisma de personajes como los Castro o el propio Hugo Chávez les blindó a nivel internacional. En el caso de Cuba, no fue solo la Unión Soviética quien siempre protegió a los dictadores sino Europa, amante del magnético exotismo del dictador caribeño pero que se cuidó de no replicar ese sistema. El fascismo caribeño, de a raticos, para la fotico.
En el caso de Venezuela, el alumno Hugo iba camino de superar al maestro Fidel. Carismático como el barbudo sin mandíbula pero con una chequera propia, al zambo le abrían las puertas en todo el mundo. Tanta influencia estaba ganando que los buenos médicos cubanos terminaron «equivocándose» en el tratamiento del cáncer, pero esa es harina de otro costal.
Cuando un borracho es simpático y tiene una tarjeta black sin límites, todo el mundo lo quiere por más patán que sea. Pero el borracho Maduro ni tiene carisma ni tiene dinero. Es impertinente, todo cheque que gira rebota y es busca pleito.
Volviendo al tema -había que explicar ese cuadro- con el régimen de Maduro la Casa Blanca prueba una nueva táctica para ahogar a regímenes dictatoriales: las sanciones personalizadas contra los jerarcas, que no contra el pueblo. Eso es demasiado para unos latinoamericanos cuya cultura no es la del fanático islámico que se inmola por sus creencias o la del nacionalista ruso que psicológicamente siempre está a la defensiva contra el enemigo externo. No, nuestros maduristas lo que quieren es gozar de los placeres de la vida que el dinero pillado en los últimos veinte años les puede propiciar. Porque nuestros maduristas en ese sentido no son muy diferentes que quienes pillaron con las dictaduras de Gómez o de Pérez Jiménez y ahora pronuncian su apellido como si por sus venas corriera sangre azul. En Venezuela no hubo nunca una verdadera oligarquía como decía Chávez sino una aristocracia que jamás peleó por lo suyo porque nunca se lo ganó.
Por eso, esa mujer tan meticulosa en las leyes como lo es Luisa Ortega Díaz le ha asestado a la dictadura un golpe que puede ser decisivo: nadie le presta dinero a un gobierno ilegítimo. Sin dinero, ellos saben que terminarán saliendo de Miraflores corriendo y con la DEA, por decir alguno de los tantos que los quieren encanar, esperándolos afuera. Solo entregándose por las buenas pueden negociar los términos para que el castigo sea más leve. Bueno, algunos de ellos. Otros ya están sentenciados.