A juzgar por lo que me dijeron más de media docena de presidentes y cancilleres con quienes hablé en la Cumbre de las Américas del 13 al 14 de abril, la reunión no fue un fracaso total: varios países acordaron explorar pasos concretos para aumentar la presión regional para la restauración de la democracia en Venezuela.
Por Andrés Oppenheimer
Varios cancilleres lamentaron en privado la ausencia del presidente Trump, quien canceló su asistencia poco antes de la cumbre. La presencia de Trump podría haber ayudado a presionar a más países para que se unan al Grupo de Lima, de 14 naciones latinoamericanas y caribeñas que están presionando por un retorno a la democracia en Venezuela.
Aunque la cumbre como tal no emitió una declaración final sobre Venezuela, un grupo de 16 países participantes –incluidos Estados Unidos, México, Brasil, Argentina, Colombia, Chile y Perú– firmaron una declaración separada al final de la cumbre. Pero solo un país, Bahamas, se unió a la lista de países de América Latina y el Caribe que son miembros del Grupo de Lima y ya habían emitido declaraciones similares en el pasado.
“Si hubiera estado Trump, Estados Unidos podría haber torcido algunos brazos”, dijo un canciller en privado, agregando que un presidente de EEUU siempre tiene más peso político que un vicepresidente.
El presidente de Perú, Martín Vizcarra, anfitrión de la cumbre, me dijo en una entrevista tras el final de la Cumbre que aún es optimista de que otros países se unirán al Grupo de Lima.
“Yo creo que el número de países que integran el Grupo de Lima va a crecer en las próximas semanas, en función de lo que he conversado y he sentido de la opinión que tienen sobre la situación tan crítica en Venezuela”, me dijo Vizcarra.
La declaración sobre Venezuela firmada por Estados Unidos y 15 países dice que no reconocerá los resultados de las elecciones que excluyen a los principales líderes opositores y que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha convocado para el 20 de mayo. La declaración también llama a los países participantes a “seguir impulsando, especialmente en el ámbito de la OEA, acciones e iniciativas que contribuyan a la restauración de la institucionalidad democrática” en Venezuela.
Un alto funcionario mexicano me dijo que el acuerdo convoca a los 16 países participantes a una reunión de ministros de finanzas en México el 14 de mayo, una semana antes de las elecciones venezolanas, para discutir presiones diplomáticas concretas sobre Venezuela. Sería la primera reunión de este tipo con la participación de ministros de finanzas.
Entre los temas que se discutirán en la reunión de México se encuentra un corredor internacional para proporcionar ayuda humanitaria a los venezolanos, a lo que Maduro se opone, y sanciones financieras y cancelación de visas a altos funcionarios del régimen de Maduro.
Hasta el momento, solo Estados Unidos, Canadá y Panamá han anunciado sanciones individuales.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, me dijo que Colombia ya ha estado imponiendo gradualmente sanciones a funcionarios venezolanos sin grandes anuncios. Agregó que los próximos pasos regionales serán “seguir presionando, seguir fortaleciendo las sanciones” a Venezuela.
Agregó: “Entre más presión de la comunidad internacional, más se van debilitando las bases de ese régimen, que cada vez le toca reprimir más a la población para poderse mantener… eso no resiste”.
Cuando le pregunté cuántos venezolanos ya huyeron a Colombia en los últimos años, Santos dijo: “Nadie lo sabe, pero se estima que es 1 millón”.
Resumiendo, la cumbre no produjo acuerdos importantes, y la cancelación de Trump disminuyó su impacto, al punto que algunos presidentes latinoamericanos se fueron antes de tiempo.
Pero si las reuniones privadas de la cumbre permitieron planear algunos pasos concretos para acordar sanciones regionales contra Maduro en la reunión del 14 de mayo en México, habrá servido de algo. Poca cosa, pero mejor que nada.