Por Jaime Granda
Venezuela necesita, con urgencia, a alguien que, como Jacinto Convit, cree vacunas contra el presidencialismo y otros males que azotan a nuestro pueblo.
Los registros de los organismos encargados de la salud humana muestran que en el siglo XX la humanidad en diferentes partes del planeta sufrió enfermedades que acabaron con la vida de millones de seres. Algunas de ellas vienen de siglos atrás, pero poco a poco los estudiosos de esos males los han ido controlando.
La viruela, por ejemplo, se calcula que ha matado a más de 300 millones de personas a lo largo de su existencia y actualmente se considera erradicada.
El sarampión, cuya aparición se remonta a más de 3 mil años, ha matado a más de 200 millones de personas por inflamación pulmonar o de las meninges y aunque existe vacuna contra el mismo, su contagio se produce por contacto directo y por el aire.
Entre 1918 y 1920 la gripe española acabó con la vida de entre 3% y 6% de la población mundial cuando murieron entre 50 y 100 millones de personas.
Otros millones han caído por culpa del virus del Ébola, la peste negra o bubónica, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida), el tifus, el cólera o la gripe de Hong Kong.
Venezuela no está a salvo de las pandemias y antes sufrió fiebre amarilla, pero en los últimos años extraoficialmente se sabe que la malaria o paludismo, la difteria, la tuberculosis, la escabiosis, el Sida, el sarampión, el dengue y otras afecciones, algunas novedosas como chikunguya y zika, están acabando con mucha gente. Hay gobernantes que creen que ocultando las cifras de las epidemias se resuelven los problemas de salud.
Lo peor es que el paludismo estaba erradicado en Venezuela desde 1961; la malaria desde 1993, y la difteria estaba dominada desde hace casi 30 años.
Hoy la difteria volvió a sus antiguos territorios como Amazonas, Delta Amacuro y Guárico y se ha extendido a Carabobo, Cojedes, Mérida, Vargas, Yaracuy y al propio Distrito Capital.
En Venezuela han existido seres que han dedicado su paso por el planeta Tierra a combatir estos males y esta semana el mundo volvió a recordar al doctor Jacinto Convit, quien fue el creador de la vacuna contra la lepra y después de muerto se reconoce la efectividad de la vacuna que dejó contra el cáncer de mama, alzado como la segunda causa de muertes en el mundo.
Venezuela necesita, con urgencia, a alguien que, como Jacinto Convit, cree vacunas contra la corrupción, el presidencialismo, la reelección indefinida y el mesianismo. Otra peste es la manipulación, especialmente con mensajes “caza bobos” que confunden a los electores que solo se ocupan de la política cuando hay elecciones y muchas veces la confunden con su religión. Por eso se empeñan en buscar seres inmaculados o que aparentan serlo. Creen que esos seres están por encima de quienes viven para la difícil política y al final, el nuevo “mesías” trae más problemas que los que debía corregir.
El doctor Jacinto Convit no dejó de trabajar un solo día en 90 años y dejó claro que el premio Nobel no le quitaba el sueño, pero la lucha contra el cáncer sí. La lección que dejó es que lo mejor es hacer bien a los demás, ser útil a las mayorías, antes que utilizarlas para satisfacer nuestro orgullo personal.