Carmen de Venezuela

Por Macky Arenas.  

-Carmen Rendiles fue proclamada beata por la Iglesia en el Estadio Universitario de Caracas

Carmen Rendiles entró en el Estadio Universitario como “la Madre Carmen” y salió como “Carmen de Venezuela”. Después de la impresionante y emotiva celebración del rito católico, Venezuela cuenta con su tercera beata. Doble simbolismo: el nuestro, país mariano, ha sido bendecido con tres mujeres elevadas a los altares; testimonios de la presencia poderosa de las mujeres en la Iglesia.

Los silencios respetuosos y atentos de la multitud en el inmenso espacio de celebración daban cuenta del fervor y el reconocimiento con que los venezolanos reciben este regalo de Dios. “En Venezuela hay santos”, era lo que se escuchaba en corrillos, como un conjuro a los demonios desatados en esta Tierra de Gracias. “Tierra bendita”, la llamo el cardenal Angelo Amato, Prefecto para la Congregación de las Causas de Los Santos. Hoy tierra sufrida, pero sin que nos falte el consuelo y la guía que viene de Lo Alto. Tenemos modelos a seguir y de nuestra parte queda reconocerlos y esforzarnos por imitarlos.

No lo vemos, o tal vez, no lo merecemos, pero el amor de Dios sigue derramado sobre nuestra patria, no obstante las vicisitudes y los malos tiempos. Signos celestes nos iluminan para despejar el camino a la esperanza: en medio de tantas malas noticias, la fe nos sostiene con la frescura y el ejemplo de una nueva beata que se suma al coro celestial de intercesoras e intercesores por Venezuela ante el Padre del Cielo.

Señales prodigiosas o proféticas que va dejando todo lo que hace el Señor de la Historia en nuestras vidas. Rick Miller, un profeta de nuestros tiempos hoy a punto de ser declarado Venerable, dijo estas palabras desde el propio colegio Belén durante su visita a Caracas en enero del 2009, justo el hogar que fue de Madre Carmen y obra de su congregación: “Si el mal triunfa en Venezuela se esparcirá por todo el planeta; pero si es el bien el que lo hace, también se esparcirá por todo el planeta!” . A pesar de los pesares, parece que el final de esta sentencia es lo que se está cumpliendo. Pidió Miller, tal y como la Virgen de Fátima lo hizo al Papado en el pasado, para liberar del comunismo ateo a Rusia, que Venezuela fuera consagrada al Inmaculado Corazón de Maria, lo cual tuvo lugar en Caracas el 26 de junio del 2011 bajo el auspicio de la Conferencia Episcopal de Venezuela.

La beatificación de la Madre Carmen Rendiles es una manifestación de la protección de la Virgen sobre este pueblo. Una monja abnegada y ejemplar, fundadora de las Siervas de Jesús, trabajadora incansable y exitosa animadora de obras sociales y educativas, abnegada servidora de los sacerdotes –el carisma de su comunidad- y gran devota de la Madre de Dios, nunca se amilanó por el impedimento físico con el cual nació, la falta de su brazo derecho. Bien sabía lo que se sufre con semejante limitación. Sabía de humillaciones y de rechazos. ¿Fue por esa razón que curó de manera inmediata y sin dejar lugar a la menor duda a la médico cirujano? No lo sabemos, pero podemos sospechar que sí, que tuvo compasión de ella y Dios le concedió ser la intermediaria para lograr que Trinette Durán de Branger no necesitara la operación que quizá aliviaría el intenso dolor que sufría, pero que dejaría su brazo tan afectado como para verse obligada a dejar de trabajar.

Trinette es cirujana hospitalaria. Esa labor es su pasión. Una de esas raras vocaciones que prefieren el avatar del centro público de salud al -hoy relativo- desahogo de la clínica privada. El cable de alta tensión que se desprendió en plena operación y le toco el brazo no impidió, como no impidió su defecto físico a la Madre Carmen, cumplir su obligación. Continuó operando con la ayuda de un colega, pero los dolores se hicieron insoportables. Después de ver a 21 colegas que no conseguían aplacar el dolor, decidió someterse a una operación que extraería completo el nervio central de su brazo, pero también le cambiaría la vida de una manera drástica.

El dia en que la intervención quirúrgica fue fijada, Trinette decidió pasar antes a rezar al Santísimo en el colegio Belén. Una de las monjitas la animó a entrar a una habitación donde solía descansar la Madre Carmen y pedir su intercesión. Poco tiempo tenían allí cuando del retrato de la religiosa –un cuadro en la pared- salió un rayo lo que les pareció un rayo que llegó directo a su brazo enfermo. La curación fue inmediata, tanto, que la doctora llamó a los médicos que la esperaban para hospitalizarla con la noticia de que la operación se suspendía: ella estaba perfecta.

Ninguno daba crédito a lo sucedido. Fue un milagro: se “suspendieron” las leyes de la naturaleza, no había explicación racional ordinaria avalada por criterios científicos. Trinette estaba curada instantáneamente y sin la menor duda. De ser incapaz de sostener un celular en la mano pasó, de inmediato, a recuperar por completo su movilidad y fuerza. Fue un milagro súbito y la curación se ha sostenido en el tiempo. “En realidad hubo dos milagros –comenta emocionada Trinette-,  la curación de mi brazo y el hecho de que todos los médicos accedieron, creyentes o no, a atestiguar el hecho extraordinario”.

Una de las recientes referencias del Papa Francisco a la santidad fue esta frase: “ser santo no es tener cara de estampita”. Si consideramos la dimensión social e histórica de todo lo humano, desde la perspectiva cristiana, tenemos que convenir en que la santidad es, en realidad, una misión de liberación, bienaventuranza y gratuidad.  De manera que el centro de gravedad de la santidad es la práctica de las Bienaventuranzas.

Es el ser testimonio de “sal y luz” del mundo en términos de limpios de corazón, misericordiosos, trabajar por la paz, saber perdonar y ser pobres de espíritu así como humildes de corazón.  Cristo es el Señor de la Historia y actúa en ella a través de la acción de Su Espíritu en aquellos que viven las Bienaventuranzas en medio de drama de las carencias, exclusión y muerte como fruto del pecado, pero con la misión de luchar por una vida digna para todos, lo que vale decir, con una dimensión política (pública) y promesa de “gozo” . Hay que recordar que “beato” significa ser “feliz”.

Con Venezuela se ha ensañado el mal. Por ratos, da la impresión de que el mismo demonio condujera los destinos de esta nación. Pero estamos consagrados  y el mandato para los cristianos es mantener la esperanza contra toda esperanza, ser testigos del amor que “libera”, enfrentar al egoísmo y la auto-referencialidad (como diría el Papa Francisco), que son la antítesis del Plan y del Reino de Dios.

En medio de una crisis económica, social y humanitaria sin precedentes, Venezuela recibe esta buena noticia. La beatificación de esta caraqueña es un signo que nos llena de certezas y de fuerza espiritual. Tenemos el ejemplo vivo de una contemporánea que ha sido objeto de un milagro real, obtenido a través de una religiosa de nuestro tiempo, fallecida hace apenas 40 años, que formó parte de una comunidad que la conoció, la trató y la disfrutó. No se trata de gente «superior», no se trata de santos de un pasado remoto. Se trata de una historia que tenemos allí, cercana, a la mano, que nos recuerda la vocación que todos tenemos a la santidad y que debemos cultivar con perseverancia y humildad.

La santidad no es bobalicona, es valiente. La santidad no es retirarse y oler a velas e incienso. La santidad es involucrarse en el mundo y aportar voluntad para realizar el Bien Común, que es el Plan de Dios. En medio de tanto rostro insensible al sufrimiento ajeno, anclado a sus ambiciones, sin alma para comprender la magnitud de la crisis que vivimos, los santos son “el rostro más bello de Venezuela”, como dijo en su homilía el enviado del Papa