Por Alfredo Michelena
La “venganza personal” de Delsy Eloína llegó con la “revolución bolivariana”, reviviendo la infamia de la tortura y los asesinatos políticos e instalando la miseria y la tristeza entre los venezolanos.
Todo mundo le ha caído encima a Delsy Eloína Rodríguez, ahora mano derecha de Maduro, por haber dicho que “la revolución es nuestra venganza por la muerte de nuestro padre”.
Odio y venganza han sido una parte importante de las revoluciones a lo largo de la historia. Baste recordar la guillotina de la revolución francesa. O más cercano al “che” Guevara quien argumentaba la importancia del “… odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.
En el caso de los hermanitos Rodríguez, ese odio va más por el lado de la revancha. Justifican su posición de irredentismo revolucionario por el asesinato de su padre (1976), fundador de la Liga Socialista, a manos de la DISIP. Nada puede justificar la tortura y menos el asesinato de ninguna persona, aunque este individuo pertenezca a un grupo que se haya levantado en armas. Como también fue el caso de Oscar Pérez. Que la Liga Socialista, en la que militó Maduro, tuviera secuestrado a William Niehous, un alto ejecutivo norteamericano, no puede justificar este abominable hecho. Pero también hay que lamentar que el asesinato del padre haya enconado el odio en el corazón de sus hijos. Es quizás una variante de la necesidad de venganza del comunista que von Mises llama complejo de Fourier, que busca revancha aunque todos suframos en el intento.
Claro, Delsy Eloína matizó su odio disfrazándolo dentro de una poesía del líder sandinista Tomás Borge, quien en el poema “Mi Venganza Personal” dice:
“Mi venganza personal será decirte ∕ buenos días, sin mendigos en las calles ∕ cuando en vez de encarcelarte te proponga ∕ que sacudas la tristeza de los ojos”.
Pero nada más lejos de ello, cuando Venezuela está lleno de mendigos y encarcelados producidos por esa venganza personal que se concretó con “la llegada del comandante Hugo Chávez” y de la “revolución bolivariana”.
Creí que si un hijo veía a su mamá abandonada o abusada no repetiría esos actos ya que vio y vivió el sufrimiento de su madre. Pero parece que eso no es así. Hay una gran posibilidad de que más bien el hijo repita el ciclo de abuso y abandono con otra mujer. Aquello de “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan” no es la regla. No se busca el poder para reparar sino para vengarse y perpetuar el ciclo vicioso.
Hace mucho tiempo leí el libro “Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon, con prólogo de J. P. Sartre. De este libro dedicado a denunciar la tortura aprendí que cuando se tortura hay dos que saben torturar: el torturado y el torturador. Lo deplorable es que el torturado se transmute en el torturador.
No le pido a Delsy Eloína que lea los informes de la OEA y la ONU sobre las violaciones a los derechos humanos, incluyendo crímenes de lesa humanidad, pero que al menos lea a otro sandinista, al cura Ernesto Cardenal, quien aboga por “una revolución desprovista de venganza”. Quizás, entonces, entienda que desde que empezó su “venganza personal” se instaló el ciclo que ella dice repudiar, que ha provocado la infamia de la tortura y de los asesinatos políticos así como la miseria y la tristeza en los ojos de los venezolanos