Venezuelans cross the Simon Bolivar bridge linking San Antonio del Tachira, in Venezuela with Cucuta in Colombia, to buy basic supplies on July 17, 2016. Thousands of Venezuelans again poured into the Colombian city of Cucuta on Sunday, profiting from the brief reopening of a long-closed border to buy food and medicine. / AFP PHOTO / GEORGE CASTELLANO

En el camino del chavismo, al final, está el hambre

Por Elizabeth Burgos

*En Francia hay asombro por la dantesca situación de Venezuela y testimonio que Maduro es colombiano.

Ya no queda duda alguna para los medios franceses de la crisis humanitaria de la cual es víctima Venezuela. En pocos días amplios reportajes, tanto en la prensa escrita como en la radio y TV, se han hecho eco de esta situación anómala. Señalan el éxodo masivo de la población a los países fronterizos por culpa de una “ideología absurda”, causante de la ruina del país, como lo señala el amplio reportaje de 7 páginas que le ha dedicado la periodista francesa, Claude Meynial, en el semanario Le Point de la semana pasada.

 Debido a que el régimen de Nicolás Maduro le niega sistemáticamente la visa a los periodistas extranjeros,  no les queda otro recurso que ir a Colombia en donde se concentra toda la miseria humana que aqueja a la población de Venezuela.

La periodista acudió a hospitales, maternidades, centro de acogida para refugiados, para oír de la propia boca de las víctimas su experiencia.

En el Hospital Erasmo Meoz de Cúcuta, en donde de las 21 camas del hospital, 12 están ocupadas por venezolanas, cada una de las mujeres allí presentes narra anécdotas de su experiencia en los servicios de las maternidades de Venezuela. Una vio morir a 8 bebés en una noche por falta de cuidados, otra a quien le practicó el tacto vaginal la mujer de servicio porque ya no había equipo médico, la que cambiaba las etiquetas de la medicinas enviadas por Cuba para disimular la fecha de vencimiento.  44% de los nacimientos en esa maternidad son venezolanos, muchos de partos complicados porque las madres no habían tenido asistencia médica durante la gestación en su país. Hace poco, Nicolás Maduro declaraba a la cadena francesa France24 que la crisis humanitaria de la que se hablaba era risible. La periodista constata que el carácter “risible” de la situación no se percibe, porque antes por el contrario, en esa región lo que se percibe es el desfile permanente de toda la miseria humana.

 Imágenes nunca vistas en el continente : una anciana en una silla de ruedas empujada por niños atraviesa el puente Simón Bolívar, otro, que apenas puede moverse con sus muletas, otros con un niño enfermo en los brazos. Otros cargados de maletas porque piensan recomenzar su vida en otro país. Todos ellos forman parte de los 40.000 que atraviesan el puente y de los 3.500  que permanecerán en Colombia.

El vértigo invade a la periodista, cuando constata que la gente huye del hambre de uno de los países más ricos del mundo. Lo absurdo de la situación va más allá de lo imaginable. Ni García Márquez, ni apoyándose en la noción del “realismo mágico” hubiese podido explicar semejante anomalía, apunta la periodista que en tanto que europea, vive la experiencia inmediata de lo que sucede en su continente, en donde la cuestión de la inmigración tiene en jaque a los países de la Unión Europea, llegando hasta a hacer flaquear la otrora poderosa canciller Angela Merkel, hoy fuertemente criticada en el seno de su propia coalición, debido a su política de inmigración.

En relación a la crisis migratoria procedente de África, Cúcuta acumula las características de Agadez, en Nigeria, ciudad de tránsito hacia Libia y hacia Sicilia. Pero la comparación llega hasta allí, porque según la Organización Internacional de las Migraciones, Italia durante el año 2016, acogió 181.000 inmigrantes. Mientras que Colombia le pone su sello a 5.000 pasaportes venezolanos por día. Es decir, recibe 150.000 inmigrantes por mes, ateniéndose a los que han ingresado legalmente. Aquellos que abandonan Colombia, prosiguen su exilio hacia otros países de la región.

La periodista entrevista a una vecina de la madre de Nicolás Maduro. Confirma que este nació en Cúcuta y se lo llevaron a Caracas a la edad de 2 años, pero que siempre venia de vacaciones a su ciudad natal.

El éxodo ha dado lugar a una economía de la miseria. Los venezolanos venden lo que puedan: hasta los cabellos. Unos venden caramelos, otros limpian los parabrisas en los semáforos, mujeres se prostituyen en barrio del Callejón: “es duro pero podemos enviar dinero a la casa”.

 El contrabando de gasolina es moneda corriente.

 En febrero 2018, Colombia creó el Grupo Especial Migratorio, sin recibir la menor ayuda de Venezuela. Apenas si han tenido dos reuniones. Prometieron reunirse para ayudar a Colombia, declara la directora General de Aduanas, puesto que Colombia exporta por los puertos venezolanos. Incluso, vista la situación humanitaria de Venezuela, le propusieron entregarle a las autoridades venezolanas los medicamentos que entraron de contrabando. Respondieron que no los necesitaban. “Entonces los incineramos”.

El último argumento que le quedaba a los propagandistas del régimen venezolano entre ciertos líderes de la izquierda radical y ciertos agentes de opinión que se escudan en la fachada de periodistas simpatizantes del chavismo: la caída de los precios de los hidrocarburos. La autora del reportaje señala que se trata de un aspecto del problema, puesto que fueron las expropiaciones que privaron al país de las estructuras productivas. Y al vaciar las arcas del Estado, ya el país no puede importar. La producción petrolera, la joya de la corona, por falta de inversión y de mantenimiento, no produce ni para  mandarle a Cuba los 100.000 barriles acordados entre Fidel Castro y Chávez. Venezuela, para cumplir con su obligación con Cuba, le compra petróleo a Rusia, puesto que “debemos alimentar a Cuba”, según palabras de Hugo Chávez pronunciadas en su primer discurso  en La Habana en 1994. Medidas desastrosas, mientras que Maduro le adjudica a la “guerra económica del imperio”, el desastre económico del país.

Un antiguo ministro de Chávez, Rodrigo Cabezas, denuncia la “miopía dogmática”. Y la Procuradora Luisa Ortega Díaz, se la atribuye a un “plan de exterminación de la población para que se vaya o se convierta en sumisa”.

Para los venezolanos vivir es huir. Cada familia tiene un promedio 1,3 miembros en el extranjero y un estudio de la Universidad Central de Venezuela arroja la cifra de 4 millones que han abandonado el país.

Aunque pueda parecer poco sensata la idea de que el éxodo migratorio sea consecuencia de una voluntad política, no deja de tener lógica, cuando recordamos que Cuba fue el primer productor y exportador de azúcar del mundo; la revolución destruyó su industria azucarera y hoy compra azúcar en Estados Unidos. De la misma manera sucedió en Venezuela después de que Chávez se cobijara bajo el ala de Fidel Castro: destruyó su industria petrolera. Ambos países, por la misma razón, hoy son unos parias de la economía. Alguna lógica deben tener esas aberraciones. Es cierto que la locura tiene como rasgo más frecuente del comportamiento a la sistematicidad.  Acabar con la economía para que quienes no soportan la penuria se vayan y así quedarse con la obediencia dócil, garantía de la presidencia vitalicia.