Le echaron un para’o a la inmigración venezolana

Por Alfredo Michelena

***La región, que había sido magnánima con los migrantes venezolanos, ahora está comenzando a sentir el impacto negativo de una migración descontrolada y comienza a poner condiciones. Ya los cuatro países del corredor del pacífico exigen pasaporte y seguramente pronto una visa.

Se veía venir. No se trata de ser buen vecino o no, ni de caridad cristiana o solidaridad internacional. Es que cuando en menos de dos años un país ha recibido una avalancha incontrolada de migrantes que puede llegar al 5% de su población estamos hablando de que el impacto será de marca mayor.

La estampida migratoria venezolana ha sido comparada con lo sucedido en Siria. En realidad hay unos cinco millones de sirios que han buscado refugio fuera de su país en su mayoría están en Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Turquía. Pero el asalto migratorio que recibió Europa en 2015, ese que todos recordamos, porque lo vimos en los medios de comunicación, fue el cruce de más de 1 millón de personas desde Grecia y Turquía.  Esto tuvo un fuerte impacto en las sociedades y los gobiernos. No solo fue y es el tema de la absorción de nuevas culturas sino los problemas financiamiento que supone aceptar a estas personas, en especial en estas sociedades que tienen socializada la educación y la  salud. En lo político esto ha exacerbado las posiciones xenofóbicas y ha dado auge a los partidos de derecha, algunos de los cuales se han acercado al poder como en el caso de Italia, Suecia e incluso Alemania.

En concreto, la dificultad de absorber una cultura diferente en el corazón de la del país receptor, puede generar problemas de marginalización que posteriormente pueden y han producido estallidos sociales como sucedió en París en 2005 o en Inglaterra 2011 o como los que ahora acaban de suceder en Suecia.  Hay un rechazo a este tipo de migración, como se notó en las discusiones del Brexit,  pues  la política abierta de la UE en materia migratoria fue uno de sus puntos. Adicionalmente, no se ha podido acordar una política comunitaria; mientras algunos miembros levantan cercas para que no les lleguen refugiados  y no aceptan la cuota impuesta desde Luxemburgo, otros sí.

Nuestros migrantes pasan de los dos millones según la ONU y de los cuatro millones estimados vía encuestas. La mayoría salió en los últimos dos años. No podemos esperar que esto no impacte a nuestros vecinos negativamente y no reaccionen.

Claro que en nuestro caso el tema de la integración es más fácil, compartimos un idioma, una religión y en cierta forma  una cultura similar. Pero sin embargo ya estamos viendo posiciones de rechazo a los venezolanos. Por ejemplo en Lima se han realizado marchas antivenezolanos  y en Brasil se han asaltado sus campamentos. Nada excusable, pero es una respuesta, negativa claro, al impacto de la migración masiva. También la competencia por el empleo crea resquemores, en especial porque la desesperación del migrante le hace aceptar trabajos mal remunerados.

Pero los gobiernos también tienen problemas más complejos de tipo financiero y de acceso a servicios. Se ha estimado que el gasto adicional generado por los migrantes de origen venezolano en Colombia puede superar el 1% de PIB. Además de que si el país tiene problemas de desempleo este se agrava con la migración.  Nada parecido a lo que sucedía en la Venezuela que recibió a cientos de miles de migrantes.

La libre circulación de los venezolanos fue cortada. Primero Colombia, pero ahora Ecuador y Perú están exigiendo pasaporte cuando antes con la sola cédula se podía ingresar como turista. Y Chile una visa especial, que los otros pronto exigirán seguramente. Claro, hay que alabar las políticas de aceptación que han tenido estos países que han facilitado la estadía de los venezolanos e incluso les han regularizado su situación. Incluso la de países como EE.UU. Canadá y los de la Unión Europea que han aportado varias decenas de millones de dólares  para apoyar a nuestros compatriotas en el extranjero. Pero como dice el dicho “esta bueno cilantro pero no tanto”.

Muchos de estos países no creyeron que la crisis de Venezuela les alcanzaría. Y algunos coquetearon con el régimen, como la Colombia de Santos, mientras no concretó los acuerdos de paz con las FARC, o el Ecuador de Correa. Ahora es justamente Ecuador el país que llama a una reunión urgente para tratar el tema migratorio, es decir, la crisis venezolana que ha lanzado una estampida trashumante de un pueblo que huye del hambre y las precariedades pero también de un régimen opresor. Los que allí asistan deben recordar que el problema no son los migrantes sino el régimen que los expulsa.