Por.- Alfredo Michelena
-Vuelven a hablar de las opciones, incluyendo la petrolera
El proceso entrópico inducido por el propio régimen nos está llevando a un colapso total de la economía y de la sociedad. Una de las patas de la mesa que sostiene al régimen, la renta petrolera, va en picada y desde Washington hay informes de que se prepara la puntilla a esta agónica situación.
El caos
El inducido caos en el cual vivimos los venezolanos no nos deja levantar la cabeza para otear un futuro más allá de mañana. Antes dejábamos todo para “mañana”, como una manera de procrastinar. Pero ese «mañana» nos ha alcanzado y ahora a tenemos que vivir del día a día.
De este caos en que nos han hundido, el régimen que nos gobierna saca el mayor rédito pues puede dislocar las instituciones y asegurar la represión junto al sometimiento del ciudadano por hambre y penuria. El clásico esquema del garrote y la zanahoria.
El reparto de la, cada vez más exigua renta petrolera se ha vuelto un elemento fundamental para asegurar lealtades en el aparato represivo militar y el sometimiento de una población que muere de mengua.
Pero este esquema se basa en dos postulados; que haya suficiente renta petrolera, ya que la producción interna está en caída libre, y la existencia de un mecanismo de reparto que asegure una cierta lealtad o sometimiento. Lo segundo se consigue en general con el Carnet de la Patria, un modelo copiado de la Alemania Nazi donde implementaron el carnet del partido. Este no es el único mecanismo, porque existen otros como las transferencias a las Comunas, el reparto de empleos gubernamentales, así como contratos y compras con el gobierno.
La renta
Como sabemos hay una abrupta caída de la renta petrolera y aunque el precio se ha casi triplicado desde que descendió a su menor nivel en 2016, el régimen no ha podido sacar provecho del alza, pues la producción ha caído a menos de la mitad de lo que se producía cuando Chávez llegó al poder. Según la OPEP, Venezuela bombeó en julio pasado 1,278 millones b/d. que es menos del 40% del nivel promedio del año 2016 cuando llegó a 2,154 mbd. Para la Agencia Internacional de Energía (AIE) la producción petrolera venezolana seguirá en picada.
La firma Ecoanalítica muestra que los ingresos en divisas por petróleo, para este primer semestre alcanzaron los US$14 millardos y para el próximo prevé que no sobrepasen los $12millardos. Esto es una caída del 7% con respecto al año anterior, aunque el precio haya crecido $13 dólares por barril con respecto al 2017.
Asombrosamente, la situación del 1er trimestre no fue tan grave como habría de esperar de esas cifras, pues China dio un período de gracia en su deuda. Pero “eso coloca al gobierno en una situación tal que lo generado en la primera mitad del año desaparece en el segundo, porque se deben retomar los envíos de petróleo a China”. Además se estima que en el segundo semestre, el Estado deberá pagar US$5 millardos de deuda externa.
Abracadabra
Ante todo lo anterior, Maduro ha desestimado la situación y aseguró lo siguiente: “Ratifico, tengo garantizado el ingreso de divisas necesario para el funcionamiento de este programa de recuperación económica y para las necesidades del país hasta el 31 de diciembre, completo, tengo el dinero, en cash, en efectivo y además tengo el plan, el programa y el presupuesto para todos los recursos en divisas del 2019”.
A menos que se produzca un acto de magia, esto no parece posible, ni siquiera en el papel. Y ese papel se llama “Programa de Recuperación Económica”… y no, no es el de 2014. Es uno nuevo que todos conocemos como «el Madurazo».
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Este programa tiene nueve puntos, entre ellos establecer el equilibrio fiscal, anclar los salarios y los precios al petro, moneda que se pretende convertir en moneda internacional, y regularizar la entrega de los CLAP, las bolsas de comida que son vendidas a los que poseen un “carnet de la patria”.
De allí hay que rescatar el tema del equilibrio fiscal, que supone que no habrá déficit fiscal. Lo que a todas luces parece imposible. Solo pagando el prometido aumento de 35 veces del salario mínimo y el compromiso de Maduro de pagar ese aumento a la pequeña y mediana industria, se desequilibra el presupuesto pues el gasto aumenta exponencialmente. En especial porque hay una contracción del ingreso del Estado en términos reales, ya que el ingreso de divisas sigue cayendo. Según Ecoanalítica, por exportación de petróleo «entre 1999 y 2014, Venezuela recibió US$960.589 millones. Un promedio de US$56.500 millardos anuales durante 17 años». Esa misma firma calcula que en 2018 ese monto será de $25 millardos. Anclar los salarios al Petro y pagar con él internacionalmente, también parece un acto de ilusión, no solo por la debilidad del mismo, sino porque su uso está sancionado por los EE.UU.
Sanciones petroleras
En toda esta narrativa hay una espada de Damocles meciéndose sobre la cabeza de la Corte de Milagros que nos gobierna. Y son las sanciones financieras impuestas por EE.UU. y las decisiones de los tribunales norteamericanos que han permitido que CITGO enfrente medidas de embargo y subasta para pagar las deudas del régimen. En particular se trata de la compañía canadiense Crystallex International Corp que busca cobrar US$1.400 millones por la expropiación que ordenara Chávez en 2008. Pero en este tren se pueden montar otras empresas o tenedores de bonos que sientan que es la única forma de recuperar su inversión ante la imposibilidad del régimen de pagar sus deudas, ya que un juez determinó que CITGO es embargable por las deudas del Estado venezolano.
Encima de todo esto, ahora se vuelven a plantear las sanciones petroleras. Según fuentes del conglomerado periodístico McClatchy, la Casa Blanca estaría considerando una vez más unas sanciones petroleras. Pero por ahora no se trataría de la llamada “opción nuclear”, que sería prohibir la compra y venta de hidrocarburos a Venezuela. Se estaría buscando una acción más quirúrgica que impacte al régimen sin que aumente las penurias de la población, lo que sin duda es harto complicado. Y esa medida pudiera ser la prohibición de venta de material diluyente utilizado para facilitar el flujo a través de los oleoductos del petróleo pesado de la Faja hasta la costa donde es mejorado o exportado.
La “opción nuclear”
Así que la llamada “opción nuclear”, es decir el embargo o paralización total del comercio de hidrocarburos con Venezuela, se complica no solo por el impacto sobre la población venezolana, sino también sobre el mercado norteamericano y en especial las refinadoras de la costa del Golfo en Texas, pues un tercio de nuestro petróleo se refina allí. Cortar ese flujo siempre impactaría los precios de la gasolina en EE.UU. En cuanto a las refinerías, se sabe que cada vez más, las que están preparadas para refinar el petróleo venezolano pesado, se están moviéndo hacia otros suplidores, como es el caso de Valero Energy Corp. y Marathon Petroleum Corp. Claro que Venezuela puede buscar otros mercados, así como se buscan otros proveedores, pero sin duda esto encarecería los costos de producción de PDVSA.
Uno de los problemas que tiene la administración Trump con Venezuela, es que según el mismo presidente el tema estaría resuelto de una manera “fuerte y rápida” y después de más de 70 funcionarios sancionados y las sanciones financieras, el régimen sigue tan campante. No es que no se haya avanzado en su debilitamiento, es que no cumple con los parámetros prometidos por Trump.
La administración Trump se está quedando sin opciones y las sanciones petroleras parecen ser el siguiente paso. Quirúrgicas o “nucleares”, es el dilema. En este sentido algunos analistas siguieren que la propia caída de la producción petrolera tiene el efecto de las sanciones por lo que no hace falta la “opción nuclear”. Otros argumentan que esa opción al final sería pagada por los venezolanos ya empobrecidos a lo que se les responde que más crítica no puede estar la situación y que justamente esta acción sería la puntilla que terminaría con el régimen de Maduro. Luego de estas sanciones, sólo queda la opción militar o aceptar, como en el caso cubano, que lo que sucede en Venezuela es algo “normal” a lo la comunidad internacional debe acostumbrarse y aprender a vivir con ello.