Por Williams Dávila
***El repudio contra el régimen es generalizado. Los venezolanos quieren una salida y la quieren ya. El pueblo quiere a Nicolás Maduro fuera del poder.
La vorágine del ilegítimo gobierno no tiene precedente. Anulan la calidad de vida; disuelven los méritos; igualan los salarios y penan la risa. Nuestros profesores universitarios, otrora orgullo de nuestra inteligencia y ejemplo excelso de calidad y bienestar, hoy son auténticos mártires dedicados a la academia, más por vocación y compromiso, que por motivos económicos.
Si la inflación que tuvimos en agosto se repite en septiembre, octubre, noviembre y diciembre, Venezuela terminaría el año 2018 con una inflación anual de 3.789.340 %, casi 4.000.000 %, según razona el reconocido economista Luis Oliveros. Un 19,49 % de los niños menores de 5 años están afectados por desnutrición leve, moderada y severa. Cifra que equivale a 320 mil niños o lo que es lo mismo el 22,85 % del total de niños venezolanos de esa edad.
En lenguaje sencillo: los venezolanos cada día somos y seremos más pobres de lo que alguna vez pudimos pensar y nuestros jóvenes hoy están condenados a la miseria. Es una auténtica hecatombe social. Han crucificado al país en problemas. Hoy Venezuela está en vías de ser la Somalia de América Latina.
La población venezolana está pauperizada y vive bajo el signo de la inseguridad y de la angustia económica; la bancarrota de la producción agrícola y pecuaria del país, unida al atraso industrial, junto a la corrupción, son la causa principal del problema que agobia a la mayoría de la población: el alto costo de la vida y el desabastecimiento.
Frente a ello, es evidente el repudio generalizado en contra del régimen. Los ciudadanos quieren una salida y la quieren ya. Todos queremos que Maduro esté fuera del poder, Venezuela lo necesita y demanda. Esa es parte de nuestra lucha. Esa es la razón telúrica que mueve nuestra actuación y que nos ha llevado desde 2016 a emprender una escalada de diplomacia parlamentaria para sumar esfuerzos en evitar que nuestra catástrofe sea signo distintivo de nuestra región.
En América Latina debe prevalecer el sistema democrático. La democracia es un sistema institucional orientado a controlar el poder y garantizar la existencia y respeto de libertades públicas, inherentes al ser humano por su calidad de ser dotado de dignidad, “sin control institucional no hay democracia, ni tendrían vigencia ninguno de sus otros factores: sólo controlando al Poder es que podría haber elecciones libres y justas. Sólo controlando al Poder es que podría haber efectivo respeto a la Constitución. Sólo controlando al Poder es que podría haber pluralismo. Y sólo controlando al Poder es que podría haber respeto a los derechos humanos”, como enseña Brewer-Carías.
Tal escenario es un llamado a la unidad. No es que el gobierno esté fuerte, es que los venezolanos debemos estar cada día mucho más unidos en todos los frentes. La lucha por un salario digno que hoy llevan adelante mucho de nuestros gremios es una lucha sin sentido, hasta tanto no sea arreglado el problema de raíz que es la improvisación, ineficiencia e incapacidad con que hasta ahora se ha pretendido dirigir la política económica y fiscal del país.
Recientemente fueron detenidos sin causa penal justificable, funcionarios del cuerpo de bomberos del estado Mérida. Se les imputa haber parodiado la figura presidencial con la de un asno. Estas acciones de intolerancia desproporcionada del régimen sólo rebelan su inclinación fascista, pero, además, la inexistencia total de un Estado de Derecho auténtico.
En un país con separación de poderes y respeto a los derechos fundamentales, tales actos nunca habrían ocurrido. Sólo son un reflejo más de la terrible situación que hoy se vive en el país. Quienes conducen la economía de la nación y nos han inundado en miseria, francamente merecen la comparativa: su terquedad (muy similar a la de estas bestias de trabajo) nos ha llevado al despeñadero sin que exista forma alguna de remediar.
Maduro representa el viejo y caduco país político, corrupto y entreguista. Nuestra lucha es por la imposición de reglas de juego que permitan acceder al poder. Vamos a lograrlo. ¡Combatir hasta triunfar!