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Un asesinato real: el caso Kashoggi pica y se extiende.

Cortecía de Monitor News Network

 

Por Alfredo Michelena.

El periodista saudí entró a su consulado en Estambul en búsqueda de su documentación a fin de casarse con su novia, pero en vez de conseguir su certificado de soltería y otros documentos necesarios, lo que encontró fue la muerte a manos de su propio gobierno.

 

 

 

El hombre

Jamal Khashoggi fue un periodista nacido en Mérida, Arabia Saudita y de buena cuna. Aunque no fue parte de la familia real, su familia en cierta forma estaba cerca de ella y era parte de la élite de ese país, pues su padre fue el médico privado del rey Abdulaziz Al Saud, fundador del reino de Arabia Saudita.

Se graduó en la Universidad Estatal de Indiana pero volvió a su país. Como periodista tuvo variadas responsabilidades desde corresponsal hasta director de algunas publicaciones, incluyendo Arab News y Al Watan. Fue corresponsal extranjero en Afganistán, donde cubrió la invasión rusa y conoció a Osama bin Laden, así como en Argelia, Kuwait, Sudán y en el Medio Oriente.

 

Khashoggi quien era un gran islamista y defensor de la familia real, o al menos así lo aparentaba según algunas publicaciones, cambió definitivamente con la Primavera Árabe. Esa efervescencia popular en búsqueda de sociedades más abiertas que él apoyaba, pero que consiguieron en  los regímenes de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos sus peores enemigos.  Éstos usaron  todo sus poder y dinero para torcer el proceso y apoyaron finalmente a los dictadores.

 

Para Khashoggi, la democracia estaba bajo ataque en todo el mundo islámico, pues no se permitía la participación del pueblo .

 

El crítico

 

En 2015 asciende al trono el rey Salmán bin Abdulaziz y con él su hijo. Entonces aumentó la censura y la intolerancia incluso a mínimas críticas. En 2016 a Khashoggi se le prohibió publicar o aparecer en radio o TV en Arabia Saudita. Y en 2017 deja el reino cuando entiende que su vida corre peligro. Justo antes de que el príncipe heredero metiera preso a varios de sus amigos. Cientos de sauditas prominentes fueron encerrados.

 

Entonces  Khashoggi comienza a escribir para el Washington Post.

 

Sus columnas promovían una renovación del reino. Aunque esto pudiera verse como un ataque al hijo del rey quien  se quería presentar como modernizador. Según Azzam Tamimi, el amigo de Khashoggi, el píncipe “Mohamed bin Salmán había estado pagando millones de dólares para crear una cierta imagen de sí mismo y Jamal Khashoggi estaba destruyendo todo eso con tan solo unas cuantas palabras”.

 

En Washington recibió visitas de enviados del reino que le solicitaban moderar el tono e incluso le invitaban a volver, según contó a varios amigos.  Pero parece que él había encontrado una nueva vida fuera de su país y pensaba casarse con Hatice Cengiz, una investigadora de origen turco y residenciarse en Estambul.  Y fue justamente en este proceso que sucede su asesinato. Ya el periodista había visitado la sede consular el 28 septiembre.

 

El asesinato

 

Khashoggi entró al consulado de su país en Estambul, el 2 de octubre, a buscar documentos que le permitieran esposar a su novia, quien esperaba su salida con dos teléfonos con la recomendación de que llamara a un contacto en el gobierno del presidente turco Erdogan, si él no salía. Lo que efectivamente sucedió.

 

Al principio los saudíes afirmaron que el periodista había salido del consulado luego de unos minutos o máximo una hora, según dijo el propio heredero del trono. Pero la prensa reporta su desaparición y ya para el 6 de octubre aparecen las primeras noticias de su asesinato con base a fuentes turcas.

 

Poco a poco las piezas del rompecabezas se fueron armando. Khashoggi fue asesinado a las dos horas de estar en el consulado, su cuerpo desmembrado en algo que una fuente turca consideró como sacado de la película Pulp Fiction. Para esta compleja operación vinieron 15 personas del reino, incluyendo un médico forense, en dos aviones.  Una última versión señala que esta operación es parte de una dirigida a devolver disidentes y que la intención era drogarlo y secuestrarlo para llevarlo a Arabia Saudita, pero que al resistirse Khashoggi fue ahogado.

 

Luego de dos semanas negándolo, el reino saudita emite un comunicado donde  admite que Khashoggi muere en el consulado durante un altercado y que 18 personas estarían siendo investigadas por estos hechos. Previamente una comisión conjunta de investigación formada por turcos y sauditas, sugerida por Erdogan, había incluso  practicado una visita al consulado y a la casa del cónsul.

 

Jugando a la política

 

El asesinato del periodista incomodo para la familia real saudí  ya es de por si un hecho repudiable, pero que se haya ejecutado en el consulado es aún peor. Por eso era muy difícil que este asesinato, perpetrado con alevosía y planificado como lo señaló primero el presidente turco y luego tuvo que confirmarlo el fiscal saudí, pasara por desapercibido.  Claro, los del reino insisten que esta fue una operación no autorizada por la corona y menos por el príncipe heredero.

 

Erdogan jugó muy bien esta partida. Podría haber dejado pasar todo por debajo de la mesa y aceptar la narrativa  de los sauditas, pero esto habría tenido muchas consecuencias en sus relaciones con EE.UU. y Europa, que no están nada buenas. Es que tampoco podía tomar una actitud de confrontación diplomática con el mayor productor de petróleo del mundo y líder de la fracción más importante del islam suní, el mismo que se profesa en Turquía.

 

Entonces optó por ir liberando progresivamente información sobre el caso de manera extraoficial a fin de presionar a los saudíes a tomar responsabilidad en el caso.  Lo hizo con mucha mano izquierda permitiendo que el príncipe heredero, quien realmente gobierna, no asumiera la responsabilidad. Aunque muchos saben que la operación “premeditada” debió contar con su autorización y como dijo el Canciller saudí, pudiera haber sucedido “un terrible error”.

 

Trump

 

La noticia en EE.UU. cayó como una bomba. En últimas un periodista de uno de los más influyentes diarios de ese país había sido asesinado y por su posiciones políticas.  Sin embargo en la Casa Blanca la reacción no fue nada rápida ni contundente, como lo ha sido en otros casos, incluso en el caso de Fernando Alban.

 

A la semana aún Trump decía  que no sabía a ciencia cierta que había pasado y desde el Departamento de Estado hablaban de “informaciones contradictorias”, por lo que “no podían evaluar propiamente la situación”. La semana siguiente el Canciller estadounidense viajaba a Riad y apenas mostraba preocupación sobre la desaparición de Khashoggi mientras cobraba US$100 millones para apoyar la guerra contra el Estado Islámico.

 

Trump desde el principio optó por creer las explicaciones del príncipe Mohammed bin Salman. Aunque estas van cambiando y existen huecos negros que aún no han sido explicados como que si realmente el crimen fue algo accidental o como que todavía no se conoce la ubicación de los restos del periodista.

 

Pero lo más patético fue su respuesta a una pregunta del Wall Street Journal  sobre si le creía al príncipe. Trump contestó “ Quiero creerle. Tengo muchas ganas de creerle. Ha sido un muy buen aliado. Ha sido un gran inversor en nuestro equipo militar y otras cosas. Ellos compran enormes cantidades de cosas de nuestro país. Probablemente equivale a millones de empleos, ya sabes, un millón de empleos. Eso es un montón de trabajos. Así que ciertamente quiero creerle”.

 

Sin duda el presidente estadounidense deja claro la importancia del peso económico de las inversiones saudís frente a las violaciones de los derechos humanos, no solo de una persona y un periodista, sino de un residente norteamericano asesinado por ejercer su profesión.

 

Todavía falta mucha tela que cortar en este caso.