Por Fernando Luis Egaña
***Hay cambios político-ideológicos en América Latina. No hay duda. Ojalá y sean para bien y además tengan impacto efectivo en Venezuela.
La sólida victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones brasileñas confirma que hay un cambio de orientación político-ideológica en muchos países de América Latina, que puede llegar a significar una tendencia muy diferente a la de la izquierda-populista (en diversos grados) que fue dominante en la región durante buena parte del siglo XXI.
En Argentina lleva varios años gobernando Macri, la contrafigura de la dupla impresentable de los Kirchner -socialistas corruptos, si los hay; en Chile regresó Piñera después del segundo e infortunado cuatrienio de la socialista Bachellett. En Colombia se afirma la parcialidad política de Uribe, a través de Duque. Y en otros países, fuerzas políticas de similar perspectiva se van acuerpando.
¿Eso es positivo o negativo? Para responder debidamente hay que hacer algunas precisiones. El entramado de poder que encabezó Chávez con su chequera de petrodólares y que tuvo un primer círculo en Nicaragua, Cuba y Bolivia, además de estrechas y corruptas alianzas con el Brasil de Lula, el Ecuador de Correa y la Argentina de los Kirchner -para no seguir con otros casos menos importantes, ya forma parte de la mala historia de nuestro continente. Y eso, desde luego, es positivo.
En Venezuela aún se mantiene -o es mantenida- la hegemonía roja, en contra de la voluntad popular y a pesar de la catástrofe humanitaria. En Nicaragua se despliega una dictadura frontal por parte de la dinastía de los Ortega, y Cuba, claro está, es una singularidad que debe apreciarse como tal. ¿Vendrán cambios de fondo en estos países? En Venezuela, Nicaragua y Bolivia, sí. Cambios que deberán ser constitucionales pero que así mismo pueden ser muy accidentados.
Así como el predecesor de Maduro -y sus patronos castristas fueron los turbomotores del ascenso del llamado Foro de San Pablo en materia de acceso y continuidad en el poder, así el señor Maduro y su desastre generalizado han sido factores importantes para la descalificación del socialismo de siglo XXI que alegan representar, y para el fortalecimiento de alternativas distintas, desde la social-democracia decente hasta la derecha tradicionalista, pasando por el liberalismo y la centro-derecha renovada. Eso, me parece, no es negativo, siempre y cuando no se incurra en el craso error de confundir Justicia Social con Socialismo, que es como confundir la gimnasia con la magnesia…
El México de López Obrador será un caso aparte. Vamos a ver qué pasa. Pero no es una exageración afirmar que hay cambios en marcha en América Latina. Esperemos que para bien.