Por.- Alberto D. Prieto.
El pasado lunes viajó nuestro presidente Pedro Sánchez a Marrakech, a la cumbre las migraciones en la que se firmó un acuerdo internacional. Es un texto sin valor jurídico alguno, ni obliga ni establece plazos. Es más, pocos sabemos de qué va exactamente, pero todos los políticos mundiales allá reunidos se sonreían mucho mientras saltaban los flashes.
En medio de la ola populista que recorre de este a oeste y de arriba abajo el planeta, qué bien suenan las palmaditas en la espalda entre el viaje de ida y el de vuelta en el avión oficial. Nos han dicho que, vale, que el documento no puede ser esgrimido contra nadie por incumplirlo, pero que es «un primer paso». Que estas cosas van así, como cuando la cumbre del clima de Kioto de 1997, cuando yo empezaba a ser becario, que no se sustanció en el Acuerdo de París hasta 19 años después.
El caso es que de tanto empeño que han puesto los buenos de la película, le han hecho el guión a los malos. Y en Marrakech lo han hecho los Trumps y los Salvinis del mundo. Bueno, no allí. Precisamente no allí, adonde no viajaron. ¿Que crece la xenofobia, el racismo, el aislacionismo, el proteccionismo? Monta la ONU una Conferencia Intergubernamental de Migraciones, pone bajo los pies de los líderes mundiales las mejores alfombras que ofrece la medina de la bella ciudad roja a la que dan sombra los montes del Atlas, y sobre las mesas de la jaima unos bellos pliegos que rubricar con plumas caras y tinta fresca.
¿Que queréis hacernos quedar de xenófobos, de racistas, de aislacionistas, de proteccionistas? Gracias, amigos, poneos en fila y ahora daos palmadas en la espalda unos a otros. Que esto no lo firma ni el canciller de la pequeña Austria, país que hoy preside la UE. Que a Trump no se le mueve una brizna de la laca con vuestros aspavientos. Que Salvini seguirá ahuyentando los buques de las ONG llenos de negros sedientos. Tampoco firma la Hungría de Viktor Orban, ni la Polonia del señor Kaczynski -que no gobierna pero manda-, ni Bulgaria, ni Estonia, ni Chile, ni Israel, ni Australia…
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¿Son todos fachas? ¿Todos racistas? ¿Todos xenófobos, aislacionistas, proteccionistas?
Lo que han hecho es aprovechar la oportunidad. Ya que nos llamáis todo eso, ahí os quedáis. Con vuestras sonrisas, vuestras alfombras, las fotos, los documentos y las plumas de los indios. No perdemos nada.
Al contrario, ganan. Se ha visto la ruptura. Y si esto era un primer paso de algo, nace cojo.
Este viernes irá Pedro Sánchez, acompañado de todo su Gobierno a celebrar un Consejo de Ministros a Barcelona. Ellos y unos miles de policías, porque se ve que los agentes autonómicos de los Mossos d’Esquadra de Cataluña ahora cumplen la orden de no poner en riesgo las algaradas que alienta el president desobediente Quim Torra, al que antes de llegar a la Moncloa Sánchez bautizó como «el Le Pen español».
Cierto que luego no tuvo reparos en aceptar los votos de su partido para desalojar a Mariano Rajoy en la moción de censura del 1 de junio. Pero después de no darle lo que no le podía dar -el referéndum para romper la soberanía nacional consagrada en la Constitución-, el líder oficial de los separatistas, marioneta manejada por el monstruo informe que es ya el movimiento indepe, ha vuelto a la amenaza.
El presidente del Ejecutivo viaja en su avión oficial a Barcelona para tener un «gesto», como para acorralar a besos a los secesionistas, mirad cuánto os quiero, que os llevamos la ceremonia del Gobierno a casa, y vamos a aprobar medidas buenas para todos. Y si os enfadáis, lo mal que vais a quedar…
Pero ellos también le han escrito el argumento a los radicales. Sólo les queda tomar las calles, acorralar -ellos sí- a gritos el edificio de la Lonja de Mar, donde se reunirán los ministros sobre alfombras estupendas y ante mesas con legajos de buen papel y plumas de oro. ¿Nos llamáis supremacistas, golpistas, anticonstitucionales? Pues sea, sustánciese, vea todo el mundo cómo no os queremos aquí, que no sois de los nuestros. Quede claro, movilización masiva mediante, que «la voluntad del pueblo catalán» es que os vayáis y nos dejéis decidir nuestro futuro… Ya lo están preparando.
Así está el mundo, así está España.
Alberto D. Prieto es Jefe de Sección de EL ESPAÑOL