Por FERNANDO LUIS EGAÑA
No me refiero al complejo tema de la pandemia sanitaria del Covid-19, ahora agravada con nuevas cepas del virus, que desde luego no facilitarán su superación definitiva, de ser esto posible. Me refiero a otra cepa de otra pandemia. Una pandemia política que azota a Venezuela desde hace muchos años,y que en el presente, parecería que de ella surge una cepa todavía más siniestra. Una cepa más despótica y más depredadora que, consideran no pocos expertos, tiene el control sobre su continuidad en el poder, al menos en el tiempo previsible.
Una cepa sin contrapesos efectivos en lo interno, lo cual esperemos que cambie; y con la posibilidad de que los contrapesos externos se puedan ir soslayando, no sólo por los nuevos matices o virajes de la política exterior de Washington, sino por una frustración, cada vez menos disimulada, de otras instancias de poder regional y global, en relación con gran parte de los factores que vienen integrando el espectro político opositor del país. El ideal de unidad se ha estrellado con la muralla de las parcelas particulares, y con la complicidad dineraria o resentida de voceros de vieja y nueva data.
No obstante todo ello, la situación social y económica es cada vez peor, y ya no se debe hablar de «crisis humanitaria» sino de «catástrofe humanitaria». El oficialismo, por ejemplo, ha utilizado el drama del Covid como un instrumento de propaganda y como una herramienta más de imposición autoritaria. Y ni hablar de la obliteración de los derechos humanos, en el dominio político y civil. Es decir, las condiciones existen para que el rechazo masivo que suscita la hegemonía, pudiera tener una expresión política viable. Pero tal expresión no se consolida. Al contrario.
La cepa siniestra, o más siniestra, de la hegemonía en el 2021, ayuda a comprender la situación. La represión intimida, y sería injusto desconocer el ansia represiva de muchos mandoneros. El enchufe, así mismo, también colabora con el continuismo. El panorama, así expuesto, no es precisamente una fuente de aliento. Pero no nos podemos cansar de insistir que no estamos en una calle ciega. Nunca se está así en la dinámica política. Se debe renovar la lucha y perseverar. No sólo porque el conjunto de los venezolanos aspira a un cambio efectivo, sino porque es un deber de conciencia.