(Gobierno Constitucional –XII-)
Por CARLOS CANACHE MATA
Entre las cuatro y treinta minutos y las cinco de la madrugada del 26 de junio de 1961, un grupo de militares, algunos de los cuales habían participado anteriormente en asonadas conspirativas de los años 1958 y 1960, se apoderan del Cuartel “Pedro María Freites”, de Barcelona, de la sede de la Gobernación del Estado Anzoátegui, de las oficinas de la Digepol, de la Policía Judicial y, después de un tiroteo, de la casa regional de Acción Democrática. A la misma hora, oficiales del Destacamento 99 de la Guardia Nacional en La Guaira intentaron tomar el comando y posiciones claves del Litoral. En Ciudad Bolívar, fue detenido el oficial Hugo Barillas cuando insinuaba a conspirar a otros oficiales de esa plaza.
Los cabecillas, en el Cuartel “Pedro María Freites”, de Barcelona –ese golpe de Estado es conocido posteriormente con el nombre de “el barcelonazo– son el Mayor Luis Alberto Vivas Ramírez y los Capitanes Rubén Massó Perdomo y Tesalio Murillo. En las crónicas de los diversos medios de prensa y en varios libros, entre ellos el de Agustín Blanco Muñoz –“La Conspiración Cívico-Militar: Guairazo, Barcelonazo, Carupanazo y Porteñazo” –hay detalles del hecho y declaraciones del Capitán Murillo, del Gobernador del Estado Rafael Solórzano Bruce y mías, ocupaba yo entonces la Secretaría General de Gobierno, en representación de mi partido Acción Democrática, en el marco del Gobierno de Coalición presidido por Rómulo Betancourt, que se estableció en cumplimiento del Pacto de Punto Fijo, del que se había retirado URD –como ya vimos– en noviembre del año anterior. De seguidas, haré un resumen de lo acontecido ese día.
Se me buscó en mi residencia y, al amanecer, se me llevó al Cuartel “Pedro María Freites”; escoltado de un piquete de soldados entré sin saludar, por razones de dignidad, al Mayor Vivas Ramírez, quien estaba en la puerta de ese establecimiento militar. Fui sentado, rodeado de dos soldados que me vigilan, en el corredor que está frente al primer patio, el patio principal del Cuartel. Como a las seis de la mañana o un poco más, un militar que no conocía, de tamaño bajo, trigueño, me llama: Doctor Canache, hágame el favor. Voy hacia el patio, y entonces se me identifica y me dice: Doctor, yo soy el Capitán Massó Perdomo, yo soy muy amigo de su hermano el Capitán Canache Mata –yo lo interrumpo y le digo que éste no es hermano mío, sino primo doble– y quiero decirle que ha habido un golpe, de carácter nacional, debe producirse ahora el levantamiento de otros cuarteles y quiero decirle que su vida no va a correr ningún peligro, lo mismo que la vida del Gobernador del Estado, quien va a venir dentro de pocos momentos. Efectivamente, poco tiempo después, alrededor de las siete de la mañana, llegaron el Gobernador Solórzano y el Director de Política, Efraín Landa, quienes también fueron sentados en el mismo corredor, a mi lado.
Había un gran movimiento en el cuartel. Muchos civiles, vestidos de militares con un brazalete amarillo, entraban y salían. Serían algo así como las diez de la mañana, cuando un soldado, ametralladora en mano, se acerca y me dice: Doctor Canache, hágame el favor, acompáñeme. Me levanto y lo acompaño, me lleva al local de la cocina. Allí me dice: yo soy el sargento Piña, usted es de Píritu y mi esposa es también de ese pueblo y lo conoce a usted; yo quiero salvarlo, va a comenzar ya la recaptura del cuartel, va a haber mucho plomo, y es posible que una bala loca, en ese corredor a la intemperie en que están, mate a cualquiera de ustedes. Lo he traído para dejarlo aquí. Pasó rápidamente por mi mente el recuerdo del escondite de Antonio Leocadio Guzmán en una cocina, le dije que le agradecía su gesto, pero que no podía quedarme sin que trajera también al Gobernador y el Director de Política; me respondió que eso no se podía hacer porque sería muy notado, entonces le pedí que me llevara de nuevo a mi asiento en el corredor, y así se hizo. Les estoy contando a mis compañeros de gobierno mi conversación con Piña cuando, en cuatro o cinco minutos, comenzó la recaptura del cuartel y se escuchan los tiros, centenares de tiros, mientras unidades de combate de la Aviación hacían pases rasantes sobre la guarnición, a nuestro lado cae herido Efraín Landa que empieza a sangrar, y, después de haber permanecido tirados al suelo mientras tronaba el plomo, al terminar éste, el Teniente Ramón Carrasquel, jefe de la recaptura, el sargento Piña y otros soldados rompen la puerta del casino y nos introducen en él. Desde allí, el Gobernador Solórzano y yo anunciamos la recuperación del Cuartel “Pedro María Freites” para el Gobierno democrático, a través del teléfono, que se encadena con las emisoras locales “Ondas Porteñas”, “Radio Barcelona” y “Radio Puerto La Cruz”. Salimos del casino, los militares nos meten en una camioneta, dejamos a Landa para que trataran su herida en la Clínica “Guzmán Lander”, y el Gobernador Solórzano y yo seguimos hacia la sede de la Gobernación (yo pasé por la casa de Acción Democrática, que había sido recuperada, y dirigí unas breves palabras a la multitud allí congregada). Es en la Gobernación donde el Gobernador y yo nos enteramos de que hubo alrededor de 16 civiles muertos en el Cuartel y 10 heridos de gravedad, de los cuales 4 murieron cinco o seis días después en el Hospital Razzetti, de Barcelona. Los civiles comprometidos en el fracasado golpe, hicieron correr la especie de que en el Cuartel hubo fusilamientos, lo que ha sido desmentido por diversos medios hasta por algunos de los cabecillas militares participantes de la conspiración. El Presidente Betancourt se refirió a esa asonada militar en un acto de masas, celebrado en la Plaza de El Silencio de Caracas con motivo del tercer aniversario del Gobierno Constitucional, en estos términos: “El último episodio de esa recurrencia dictatorialista es lo que se conoce en el argot político de Venezuela como el ‘barcelonazo’. Se infiltraron unos oficiales retirados y un grupo de civiles en el cuartel Freites de Barcelona y allí la mayoría quedaron tendidos y otros están en la cárcel, porque quien se introduzca en un cuartel en Venezuela no será recibido con serpentina y confetis, sino con plomo” (1). Sin caer en el exceso de acciones repudiables, por cobardes, como serían los fusilamientos a personas indefensas.
El 12 de marzo de 1962, al presentar su Cuarto Mensaje ante el Congreso Nacional, el Presidente Betancourt dijo que durante el año de 1961 su Gobierno fue acosado, con la intención de derrocarlo, por dos corrientes minoritarias. Una, la de los propiciadores del golpe militar clásico de derecha, y otra, la de los insurgentes de la extrema izquierda: “…Igualmente débil desde el punto de vista numérico, pero de una enceguecida tenacidad en su empeño de minar y de destruir las instituciones democráticas, para que se instale por la fuerza en Venezuela un régimen que sea calco y copia del que rige en Cuba. Se trata de las minorías extremistas propiciadoras de la llamada ‘insurrección popular’, cuyas actividades, tan desorbitadas como condenadas al fracaso, han dejado una estela de muertos y un pálpito de zozobra en más de un momento del discurrir de la vida nacional en los años de 1960 y 1961” (2).
En marzo de 1961, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) celebra su III Congreso y aprueba un extenso documento de doce capítulos donde expone una tesis política, del mismo corte del editorial del MIR del 14 de octubre de 1960, y en la conclusión del Capítulo XII aboga por la formación de un nuevo Gobierno, cuando expresa: “Todo indica que el actual Gobierno resulta incapaz de iniciar o realizar transformaciones progresistas en la estructura de la economía nacional; resulta incapaz para asegurarle al país la estabilidad democrática y al pueblo venezolano una mejoría en sus condiciones de vida y trabajo…La salvación del país no está en un simple cambio de Ministros, ni en formales ajustes coalicionistas. Una política identificada con el pueblo sólo puede ser realizada por un gobierno en el cual el papel principal lo ejerzan las fuerzas y las clases progresistas y populares. Una política de independencia y de soberanía sólo puede ser impulsada por un Gobierno patriótico y democrático…El Partido Comunista llama a la lucha por la formación de un gobierno democrático y patriótico, expresión de la inmensa mayoría del pueblo” (3). Aparecen pintas en las paredes de las calles de Caracas y de ciudades y pueblos del interior con las consignas de “Nuevo Gobierno, ya” y de “RR” (Renuncia Rómulo).
Fracasa la invasión a Cuba por Playa Girón preparada por los servicios de seguridad e inteligencia de Estados Unidos y con la participación de exiliados cubanos anticastristas. Los planes de la invasión, elaborados por la administración del presidente Eisenhower, suponían que iba a producirse un levantamiento general de la población. Todo estaba listo para la invasión cuando Kennedy asume la presidencia de Estados Unidos, quien expresó dudas sobre el éxito de la operación ante los representantes de los cuerpos de seguridad e inteligencia de las Fuerzas Armadas y de funcionarios del Ejecutivo de los Estados Unidos, accediendo, no muy convencido, a que continuaran los planes. Después del fracaso, quedó con la preocupación de que habiendo podido detener la invasión, no lo hizo.
Lo de Playa Girón repercutió en Venezuela, y los medios de comunicación informan que hubo un muerto y diez heridos en las manifestaciones del día 9 de abril, y hay actos terroristas contra cubanos anticastristas. El día 22, el Presidente Betancourt pide, infructuosamente, al presidente cubano Oswaldo Dorticós, la suspensión de los fusilamientos en la isla como consecuencia de la fracasada invasión, y el gobierno cubano reaccionó en forma que el Gobierno venezolano consideró injuriosa, por cuanto el Canciller de ese gobierno acusó a Venezuela y a su Jefe del Estado “de actuar bajo los dictados e indicaciones de potencias extranjeras”. Por ello, el Presidente Betancourt, en Mensaje dirigido al país el 11 de noviembre de 1961 por cadena de radio y televisión, anunció el rompimiento de las relaciones diplomátias y consulares con el régimen de Cuba. En ese Mensaje, afirmó: “La única respuesta decorosa que podía dárseles a quienes así rebasaban todos los límites de lo tolerable en las relaciones internacionales, es la que ha dado el gobierno que presido”, y, además, llamó a los “que manifiesten su oposición a esta decisión del Gobierno nacional” a que lo hagan “por los métodos pacíficos y legales de la crítica desde sus curules parlamentarias y desde sus órganos de prensa” (4). El anuncio presidencial de la ruptura de las relaciones con el gobierno cubano y el enjuiciamiento de éste por los Cancilleres de América reunidos en Punta del Este, determinaron el recrudecimiento de la violencia, como lo afirma el historiador Ramón J. Velásquez: “Hubo manifestaciones tumultuosas en Barquisimeto con el saldo de cuatro muertos y cuarenta y seis heridos. Manifestaciones y motines en San Juan de Los Morros, Cumaná y Carúpano y manifestaciones en Punto Fijo y Mérida y patrullaje militar en Cabimas. En Caracas se repiten las escenas de noviembre de 1960. El 26 de noviembre circula la noticia del secuestro de un avión de Avensa por tres estudiantes y dos obreros. La operación ‘Livia Gouverner’ así llamada en recuerdo de la universitaria muerta el 1° de noviembre en el asalto a la quinta ‘La Hogareña’, aparece como la primera de las luchas que más tarde efectuaría la organización conocida, a partir del 4 de mayo de 1962, como el FALN o Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. El 30 de noviembre el Gobierno ordena el allanamiento de veintitrés locales del PCV y del MIR” (5).
El 16 de diciembre de 1961, el Presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, y su esposa, Jacqueline de Kennedy, llegaron a Venezuela para una visita de dos días. En el Aeropuerto de Maiquetía fueron recibidos por el Presidente Rómulo Betancourt y su esposa, Carmen Valverde de Betancourt. En su discurso de bienvenida, el Presidente venezolano manifestó que conversaría sobre la problemática internacional, regional y nacional con el Presidente Kennedy, y refiriéndose al distinguido visitante dijo que “se está escuchando otra vez en la Casa Blanca, el mensaje de Franklin D. Roosevelt”. Seguidamente hizo uso de la palabra el Presidente Kennedy: “Vengo a Venezuela como el primer presidente norteamericano que ha llegado en visita oficial a este país. Pero en cierto sentido vengo también siguiendo los pasos de otro Presidente norteamericano, Franklin Roosevelt, porque fue él quien mejor entendió la interdependencia de vuestro país y el mío, quien desechó las actitudes anticuadas del pasado, quien se dirigió a vosotros en ocasión de gran peligro para pediros ayuda y guía, y quien dedicó mi nación a la política del Buen Vecino…Aquí en Venezuela está realizándose ese principio, logro de la justicia social y económica bajo la democracia”. Al concluir la visita, ambos Presidentes emitieron una declaración conjunta, en la que en el punto 6°, expresan: “Los dos Presidentes manifestaron su convicción de que una labor de gran aliento en el campo social conforme a los principios de la Alianza para el Progreso, debe estar estrechamente vinculada al proceso de desarrollo económico. Los precios de los productos básicos y las prácticas comerciales de los países importadores deben tomar en consideración de modo efectivo la dependencia de la América Latina de las exportaciones. El reconocimiento de esta realidad es factor vital para la vigencia, en su letra y su espíritu, de la Carta de Punta del Este” (6).
A diferencia de la visita del vicepresidente Richard Nixon y señora, en 1958, la del Presidente Kennedy y señora fue recibida con complacencia y, como lo señaló la prensa, hubo “desbordante júbilo en las avenidas de Caracas, donde el público vitoreó al Presidente Kennedy y su esposa” (El Universal, 17 de diciembre de 1961).
En el próximo Collage nos referiremos a la situación económica del país en 1961, y las medidas tomadas por el Gobierno.
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Notas:
1-Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Tomo II. Caracas/1968. Pág. 234.
2-Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 351.
3- Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Úlimo Medio Siglo de Historia 1926-1976”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 218-219.
4-Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 183 y 185.
5-Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pág. 220.
6-“Historia Gráfica de Venezuela”. José Rivas Rivas. El Gobierno de Rómulo Betancourt -segunda parte-. Ediciones Torán C. A., en Caracas, Venezuela 1993. Pág. 129.