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La nulidad del Laudo

***La salida práctica y satisfactoria para un arreglo con Guyana quedó atrás. Hoy, el poder político y diplomático tiene que defender la patria o esta se quedará sin el Esequibo.

Por GERSON REVANALES

El colega licenciado Arreaza, por ahora Ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, la tiene difícil, muy difícil. Posiblemente, en sus tiempos de estudiante en la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV (la Casa que vence las sombras) soñó, o quizás nunca pensó, que sobre sus espaldas dependería la integridad territorial de Venezuela. Si la CIJ falla a favor de la excolonia británica, posiblemente no se pensó que la “cola de tigre” rayada en negro y amarillo, conocida como zona en reclamación era más que los 159,492 Km2. Es una cuestión de soberanía sobre los recursos naturales que yacen en el suelo y subsuelo de ese vasto territorio usurpado por el imperialismo británico. Menos aún se percató de que la pérdida del Esequibo representa un problema de seguridad nacional. Si la CIJ falla a favor de Guyana, aunque siempre se ha dicho que la salida al Atlántico no está en discusión, el vecino país, hoy empoderado, demandará la negociación de su espacio marítimo que le pueda corresponder a partir del territorio que una vez estuvo en discusión.

El ir o no ir a la CIJ a es un dilema shakesperiano. Vayamos o no, el proceso seguirá con o sin nuestra presencia y la única forma de defenderlo es compareciendo ante el alto tribunal, así los cuatro magistrados que no estuvieron de acuerdo con el extraño fallo del 18 de diciembre de 2020 hayan manifestado que el alto tribunal no tiene jurisdicción y que su decisión pone en duda el comportamiento de la Corte, entre ellos el magistrado ruso Kirill Gevorgian.

La defensa de Venezuela se resume en demostrar la titularidad histórica, la cual en los 40 años de democracia se encuentra en nuestra cancillería, en  los archivos de Indias, y en documentos de la época que reposan en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en el Departamento de Estado y en el Foreing Office inglés.

La tarea de Venezuela es demostrar la componenda de Rusia e Inglaterra. Las pruebas existen: Los vicios de nulidad de consentimiento al haberse negado Inglaterra a la participación de los venezolanos en la integración del Tribunal Arbitral de París de 1899, por considerarnos “pueblos salvajes”. Del Dolo, el cual se encuentra tanto en el Tratado de Washington como en el Laudo de París; las denuncias de Lord Russell enviada al ministro inglés Lord Salisbury del 7 de octubre de 1899, en la cual devela las maniobras fraudulentas del “honorable” presidente del Tribunal, entre ellas, las líneas fraudulentas de Schomburgk; la omisión de elementos esenciales como era la “cláusula de prescripción” acordada en el tratado de Washington; las declaraciones falsas de algunos de los actores del momento; las denuncias realizadas por Mallet Prevost en su tardío memorando; y en documentos de la época que reposan en el Archivo de Indias; la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos; el Departamento de Estado y del Foreing Office inglés.

La cuestión, hoy, depende de dos instancias: una interna, la voluntad política del Sr. Maduro y del Sr. Arreaza de hacerse presente ante la Corte en contra de la opinión cubana, quienes siempre han sido más amigos de Guyana que de Venezuela. La otra está fuera de nuestra competencia y es el valor que los miembros de la CIJ (al momento de revisar el Laudo y el Tratado de Washington/1897) le den al tardío Memorándum post morten de Mallet-Prevost/1949; a la credibilidad a la carta del Juez Principal Británico Lord Russell Killowen, al ministro inglés Lord Salisbury; y al reconocimiento por analogía de los vicios existentes en el Laudo de París/1899 según la Convención de Viena de Tratados /69.

En definitiva, en este momento no se sabe cuál será la decisión del dilema shakesperiano en la reclamación del Esequibo ya que ni la cancillería ha dado luces al respecto, ni el Plan de la Patria 2019-2025, el cual en sus “Grandes objetivos nacionales (IV)” no hace referencia alguna a la recuperación del Esequibo, pero sí a las relaciones con China la cual menciona en ocho oportunidades

Finalmente, en este contexto (a diferencia de quienes piensan que todavía hay espacio para una salida negociada), no veo que Guyana tenga motivos y razones para ir a una mesa de negociación cuando en estos últimos 21 años no se logró imponer la salida práctica y satisfactoria que establece el preámbulo del Acuerdo de Ginebra, a pesar de vendernos como una gran potencia.