POR FERNANDO LUIS EGAÑA
Por lo general, las nociones de fortaleza y debilidad en la lucha política suelen ser relativas. Y relativas en relación al contrario o al adversario. En Venezuela, los mandoneros del poder, bajo el patrocinio cubano, no conforman un poder imbatible como tal, sino que la debilidad de la oposición política, contribuye en gran medida a mantenerlos donde están.
Cambiando todo lo cambiable, es cómo una confrontación deportiva, en la cual el equipo más importante se encuentra en una situación precaria, pero el equipo contendor está tan débil que casi no puede jugar. ¿Qué ocurre? Pues que la extrema incapacidad del segundo, compensa la debilidad del primero.
El tema se ha considerado hasta la saciedad, y sin embargo no ha producido los frutos de cambio efectivo que la abrumadora mayoría ansía. Es necesario insistir en este punto. Es muy difícil superar a una hegemonía despótica, sin la movilización popular, y es difícil que ésta logre acuerparse sin un liderazgo comprometido.
La Constitución formalmente vigente es muy amplia al respecto. De manera que la recuperación de los derechos democráticos es una exigencia de la propia Constitución.
¿Estamos en una calle ciega? No lo creo. Un país que padece una catástrofe humanitaria, que se profundiza y extiende, no es una calle ciega. Pero no nos debemos negar a ver las oportunidades.