La importancia de no llamarse Claudio

Claudio

Por CARLOS OJEDA

Como un rito a Dionisio – dios del vino – surge en la cuna de la civilización griega el teatro como expresión artística. Esquilo, Sófocles y Eurípides desarrollaron historias donde el drama, la tragedia y la comedia representaban la más pura de las creaciones novedosas. Cinco siglos antes de Cristo.

Honorables hombres han esculpido la historia con sus descripciones literarias en esta disciplina. Shakespeare, Leroux, Gregory Maguire, Lope de Vega y Dante. Nombres que se han eternizado en el tiempo como mortales o dioses le han inspirado. Romeo, Julieta, Jean Valjean o Virgilio. Seres existentes solo en la imaginación de sus creadores. Ilustres protagonistas de la excelencia literaria quienes con mágico encanto nos acarician y representan la importancia del leer.

¿Quién no recuerda a Sherlock Holmes, Dupin o Hércules Poirot? ¿Quién no ha escuchado sobre CATS o el Fantasma de la Ópera? Cómo obviar los comentarios sobre la Fuenteovejuna de Lope de Vega o esas magistrales adaptaciones de Andrew Lloyd Weber.

¡Ese conglomerado de creatividad e imaginación es el teatro!

Ejercicio intelectual y físico donde los genios artísticos, nos entregan su mejor representación. Danza de gestos y expresiones que conjugados con escena, iluminación y música, nos excitan la mente y el corazón.

Si mis desocupados lectores han pensado que me he olvidado de mi escritor favorito – es simplemente que no me conocen -. Oscar Wilde con La importancia de llamarse ErnestoThe Importance of Being Earnest. “La importancia de ser serio o formal”. Describe la historia de manera jocosa y agradable del comportamiento dual de un ciudadano respetable. “Se parece igualito” me parece escuchar a lo lejos a Emilio Lovera.

Ni Aristófanes ni Moliére hubiesen extrapolado tan desventurado personaje para sus obras. Ni Goethe ni Chéjov hubiesen emulado tanta frialdad y contrasentido del alma con la realidad que ha sintetizado la representación histriónica de Claudio Fermín.

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Claudio Eloy Fermín Maldonado. Sociólogo, docente y político. Pausada voz y dulce tono. Ex vice ministro. Ex alcalde y ex candidato presidencial del partido Acción Democrática. Muchos “ex” para mi gusto. Mucho pasado sin presente y sin futuro. Intención de parecer lo que no refleja su actuar. “Sabemos lo que somos; pero no lo que podemos ser«, dijo Shakespeare.

En la tierra de Alberto Arvelo, en esa geografía donde el centauro de los llanos José Antonio Páez inspiró a tanto llanero, Claudio Fermín funge y finge ser candidato a la gobernación del estado Barinas. Mimo que cual marioneta se mueve al compás del viento de sus intereses. Figura desfigurada por su continua decepción pública. Fantasma alegórico de la vieja política sin moral y sin principios.

“Cuantas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo” Hamlet.

“Más que un hombre, Fermín es una teoría. Un sustituto del azúcar, un apotegma viviente y demostrable aunque no demasiado tangible… Fermín no habla, suena, con su aire de camarero chino no se le conoce la menor explicación de sus intenciones.» José Ignacio Cabrujas, 1991. Refiriéndose a Claudio Fermín.

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