*** Lo más urgente en este momento en que Venezuela será buscar apoyo en una situación dramática y reunir las fuerzas vivas en suelo patrio para emprender la remontada, considera la autora.
Los lodos que nos dejarán
Por JURATE ROSALES
El dicho apuntado en un refranero del siglo XV y repetido frecuentemente en España hasta el día de hoy, reza: “de aquellos polvos, estos lodos”. Temo que efectivamente, incluso en el siglo XXI, este refrán muy castizo, no pierde su vigencia y en el caso venezolano, puede servir para ilustrar la profusión de presuntos candidatos a una presidencia imaginaria, en medio de los lodos que tendremos que limpiar.
Ese dicho centenario, sigue manteniendo su vigencia en el momento actual venezolano, dada la cantidad de horas hasta la madrugada para que el parlamento legítimo, en los primeros días del año 2022, por fin se ponga de acuerdo para ratificar a Guaidó como presidente interino – lo cual ya era de cajón debido al reconocimiento norteamericano de su cargo, y pronto ratificado por los numerosos países que apoyan la democracia en el mundo. La dificultad y el tiempo que se necesitó para apoyar lo que a todas luces debía haber sido evidente, sólo sirve para medir la ineptitud de un estamento político que no parece comprender lo complejo de su actual situación.
De allí es que se hace menester analizar la dificultad que tuvo que afrontar una decisión que no debía ni siquiera necesitar un minuto para ser aprobada por unanimidad y extendida incluso a toda la nación en forma de aprobación mayoritariamente aplaudida por los ciudadanos. Lo absurdo es que se necesitara una noche de debates para aprobar lo que a todas luces era un gesto de absoluta necesidad nacional.
Esta circunstancia me obliga a analizar a qué se deben esas asombrosas reticencias, y confieso, que en mi opinión se deben mayoritariamente a unos errores de conceptos, que nacieron y se impusieron en Venezuela hace más de un siglo y que nunca fueron corregidos.
Considero que desde el mismo momento de la independencia, dos hasta ahora poco cuidados aspectos, terminaron por lastrar al país cargado de militarismo mal comprendido y de infundios históricos que distorcionaron hasta el día de hoy, lo grueso de los conceptos relativos a la riqueza producida por el trabajo.
Un enorme error fue hecho sobre todo en la educación primaria y secundaria, creando una población que termina por sentirse incapaz de valorar los acontecimientos y los hechos históricos en su realidad ajena a los cuentos e infundios. Lo cual, al final, resulta en una población cegada por el brillo de los uniformes imaginados en la guerra de la independencia y el mito de unas riquezas de su suelo, de las que creía poder disponer desde su extremadamente favorable situación continental.
Sigo creyendo que una de las más dañinas circunstancias se debió a que falsearon desde el inicio de los años de la democracia, entre 1958 y la llegada de la presidencia de Hugo Chávez en 1999, una imagen inventada de héroes y caudillos, de facilismo y gloria militar, que posteriormente no solamente nunca fue corregida, sino reforzada a lo largo de las presidencias de Chávez y de Maduro. La actual debilidad en materia política tanto de los chavistas como de los líderes de la oposición, se debe, a mi juicio, en gran parte a esa formación que aleja al alumno de la realidad política y lo forma para toda su vida en base a conceptos equivocados. Lo cual obliga a buscar “padrinos” tanto en el chavismo, como en la oposición. De hecho, la ineptitud venezolana en materia política, empezando por el propio Chávez, siempre me ha sorprendido. Estábamos muy lejos de Betancourt quien hablaba de tú a tú con los más poderosos del globo y les planteaba sus exigencias.
Lo más urgente, creo yo, en este momento en que Venezuela, por los errores cometidos, debe ahora asumir su inédita posición de país llegado a menos, será buscar apoyo en una situación dramática y reunir las fuerzas vivas en suelo patrio para emprender la remontada. Las absurdas ínfulas del creciente número de candidatos a la presidencia, definitivamente, no están en el tapete y sólo sirven para impedir alguna salida con grandes apoyos extranjeros, incentivando una recuperación económica que ojalá no fuera muy lenta pese a la profundidad del foso cavado por la incursión castro-chavista. Aquí no habrá lugar para unos ingenuos “aprendices a presidentes”, sino – desgraciadamente – lugar a quienes ofrecerán una mano de ayuda y de sacrificio.
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