Las causas de la crisis de aquel abril de 2002

abril 2002

***En su columna semanal, el autor relata cómo la designación de una nueva junta directiva en Pdvsa, donde no se respetó la meritocracia, desencadenó los hechos ocurridos en abril del año 2002.

Por Carlos Canache Mata

Desde finales del año 2001 y comienzos del 2002, corrían rumores de que habría cambios en la junta directiva de Pdvsa, que estaba presidida, desde el 25 de octubre del año 2000, por el general (Ej.) Guaicaipuro Lameda. Hay el reconocimiento general de que, durante su gestión, se respetó la meritocracia en el manejo de los recursos humanos, tal como lo expresa Eddie A. Ramírez Serfaty en su documentado libro “La indoblegable sociedad venezolana, relatos de un petrolero”, el cual nos ha sido muy útil para escribir este artículo.

Como era de esperarse, tales rumores habían creado un clima de incertidumbre en el personal de la empresa. Los rumores se confirmaron cuando, el 8 de febrero de ese año 2002, el presidente de la república Hugo Chávez Frías designó como nuevo presidente de Pdvsa al doctor Gastón Parra Luzardo, quien, a pesar de no tener experiencia gerencial, fue aceptado por todo el personal, que quedó a la expectativa de la designación de los otros integrantes de la junta directiva. Como se comentaban y se barajaban nombres de nuevos directores de la junta que implicarían una obvia politización de la empresa, se decidió advertir sobre su inconveniencia al Ejecutivo Nacional, lo que se hizo mediante un manifiesto titulado “¡Salvaguardemos Pdvsa!”, que se publicó en los medios el día 25 de febrero, del cual tomamos algunos párrafos:

“Durante los últimos 25 años, Venezuela ha puesto en manos de Pdvsa y su gente la responsabilidad de desarrollar el recurso hidrocarburífero de la nación, convirtiéndose en la más grande corporación de Latinoamérica y en una de las más importantes corporaciones energéticas del planeta… Es inaceptable que aquellos que históricamente han sido enemigos de esta Institución de todos venezolanos, por razones de ideología política o por intereses personales, puedan ser nombrados en posiciones de dirección, con el claro y declarado objetivo de destruir lo que el profesionalismo y el interés por la nación han construido en los últimos veinticinco años… Decimos NO a la politización de la Industria en todos sus cuadros directivos y gerenciales. Decimos  SÍ  a la meritocracia como la base fundamental sobre la que construiremos la corporación energética de referencia mundial por excelencia”.

El manifiesto, que contó con el apoyo de Fedepetrol, fue firmado por 54 de los 63 altos ejecutivos de la plana mayor de Pdvsa y sus filiales.

En la Gaceta Oficial del 26 de febrero, salió la designación de los nuevos directores, que Eddie A. Ramírez, en su libro ya citado, conceptúa así: “A nuestro modo de ver, una directiva como  esa atentaba seriamente contra la sustentabilidad y crecimiento de la empresa por tener demasiados compromisos con el gobierno, por lo que se corría el riesgo de que Pdvsa se convirtiera en un apéndice del Ejecutivo y no respondiera a los mejores intereses de la nación”. La protesta contra el nombramiento de los nuevos directores que se manifestó -sin excluir gestiones conciliatorias-  en asambleas y comunicados y breves paros administrativos, entró en una escalada conflictiva gradual, y el 17 de marzo Chávez advirtió que “si paran la industria, la militarizo”. En los últimos días de marzo, hubo jubilaciones forzadas, destituciones y movimientos de personal en la empresa. El 4 de abril, la asamblea de trabajadores emitió un comunicado en el que decía: “Trabajadores de Pdvsa, iniciamos suspensión colectiva de labores en todo el país. Los trabajadores de todas las nóminas de Pdvsa iniciamos hoy la suspensión colectiva progresiva de labores en las áreas operacionales y administrativas de la región metropolitana de Caracas, centro y oriente del país. Esta acción se realiza como medida de protesta ante la intransigencia y evidente rechazo de la presidencia de la empresa a solucionar este conflicto laboral que hemos planteado desde hace más de un mes”. Se comenzó entonces a celebrar asambleas abiertas, con participación pública, en la sede de Pdvsa en Chuao.

En la mañana del domingo 7 de abril, Chávez, en cadena de radio y televisión, anunció que la directiva de Pdvsa había despedido, jubilado y reubicado a altos empleados de la empresa. Dice Eddie A. Ramírez: “Usando un pito y cantando off side nos despidió a Juan Fernández, gerente Funcional de Planificación y Control de Finanzas; a Horacio Medina, gerente de Estrategia de Negociación; a Gonzalo Feijoo, asesor mayor de la Estrategia de Refinación; a Edgar Quijano, asesor laboral en Recursos Humanos; a Alfredo Gómez, analista de Marco Regulatorio de Pdvsa Gas; a Carmen Elisa Hernández, analista de Proyectos de Pdvsa Gas y a quien suscribe, presidente de Palmaven”. Arrogantemente, Chávez amenazó con destituir a la llamada plana mayor, integrada por profesionales y técnicos, en términos groseros: “yo no tengo problemas de rasparlos a toditos, si a toditos hubiera que rasparlos, no tengo ningún problema”. El 9 de abril, la CTV y Fedecámaras convocaron un paro general por 24 horas, que fue prorrogado por otras 24 horas. El 10 de abril, Carlos Ortega, presidente de la CTV, y Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras, anunciaron el paro indefinido, y se convoca a una marcha para el jueves 11 de abril, que partiría del Parque del Este hasta llegar a Chuao.

En el artículo anterior, ya me referí a esa marcha que al llegar a las inmediaciones del Palacio de Miraflores fue masacrada por “los pistoleros de Puente Llaguno” (a dos cuadras del Palacio), efectivos militares, y los francotiradores apostados en los edificios cercanos. Chávez había ordenado la activación del llamado Plan Ávila, conforme al cual saldría el Ejército a la calle a asegurar el orden público, lo que no fue atendido por los encargados de tal activación, y sólo vehículos del Batallón Ayala salieron de Fuerte Tiuna a fortalecer la seguridad del Palacio de Miraflores.

En la madrugada del 12 de abril, alrededor de las 3 am, el Inspector General de la Fuerza Armada Nacional, el General en Jefe Lucas Rincón (no ocupaba la Comandancia General del Ejército, como dije equivocadamente en el artículo anterior), leyó en cadena radio-televisiva la solicitud a Chávez de la renuncia del cargo, en los siguientes términos: “Pueblo venezolano, muy buenos días. Los miembros del Alto Mando Militar de la Fuerza Armada de la República Bolivariana de Venezuela deploran los lamentables acontecimientos sucedidos en la ciudad capital en el día de ayer. Ante tales hechos, se le solicitó al Señor Presidente de la República la renuncia de su cargo, la cual aceptó. Los miembros del Alto Mando Militar ponemos a partir de este momento nuestros cargos a la orden, los cuales entregaremos a los oficiales que sean designados por las nuevas autoridades. Finalmente, quiero hacer un llamado al glorioso pueblo de Venezuela a mantener la calma y el ejercicio de un ejemplar civismo, rechazando toda incitación a la violencia y al desorden. Tengan fe en sus Fuerzas Armadas. Muchísimas gracias”.

Lo que pasó después, es lamentablemente bien conocido.

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