Barrabás en Bogotá

Barrabás en Bogotá

***El autor considera que a la Colombia racional sólo le queda alinear todo ese 59% que votó contra Petro -y sumar a los que no sufragaron- para evitar su propia destrucción votando por Rodolfo Hernández.

Por Antonio A. Herrera-Vaillant

Libertad en subdesarrollo y democracia con ignorancia forman un explosivo coctel que debe administrarse con suma cautela: Lo hemos visto de nuevo con ese 41% de electores colombianos – y el 56% que se abstuvo de votar- que optaron por un sujeto como Gustavo Petro a pesar de su trayectoria, de la historia y de las experiencias cercanas con la venenosa ideología y los criminales aliados del guerrillero. Y es que hay gente que vive repitiendo la historia de Barrabás.

Ahora sólo le queda a la Colombia racional alinear todo ese 59% que votó contra el taimado exterrorista -y sumar a esos que permanecieron al margen-  para evitar su propia destrucción votando por la única alternativa que les queda: el ingeniero Rodolfo Hernández.

Hernández tiene sus ventajas y desventajas, pero representa en carne propia a esa Colombia que ha tenido un padre secuestrado por las FARC y a una hija desaparecida por el ELN. Sus vivencias personales son la mejor garantía contra cualquier destello de ingenuidad ante las peores lacras del mundo político.

Pues si quedase alguna duda del alineamiento de Petro con la extrema izquierda no hay sino que ver la posición adelantada de sujetos como el brasilero Lula, o la vocera del partido PODEMOS en España, que corrieron a felicitar al veterano guerrillero antes de tiempo.

En la próxima vuelta también tocará derrotar también a toda esa brigada de pelotudos que viven de buscarle las cinco patas al gato, y que sacarán cualquier mota del ojo del ingeniero Hernández, pasando por alto las tremendas vigas en los de Petro.

Ya comenzaron los coprófagos del universo, a buscarle los peros a Hernández, acogiendo cualquier epíteto que lancen desde la izquierda. “Corrupto”, le espetó Petro al ingeniero; y automáticamente -sin mediar juicio o sentencia firme- circula el mismo epíteto en medios internacionales y en boca de cuantos tontos útiles tiene la izquierda en todo el mundo.

Ojalá que los hermanos colombianos eviten un error fratricida de la oposición venezolana, de atacar y sacar cualquier defecto entre ellos, exigiendo una perfección virginal a cualquier vocero, y obviando que el verdadero enemigo a derrotar son los verdugos de la libertad en el mundo -allá en Colombia representados por Gustavo Petro, su socia Piedad Córdoba, y las sanguinarias narcoguerrillas.

Pero aún no hay que desesperar. Hay una segunda oportunidad y quizás esta vez aflore la tradicional berraquera que existe en toda Colombia para evitar que toda una cuerda de mamertos cometa la pueril barrabasada de mandar a aquel hermoso país de vuelta al infierno.

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