***Activistas y organizaciones temían que el gobierno chino orquestara un escenario controlado y «utilizara» el viaje para blanquear abusos cometidos y así evitar que se pusiera el foco en temas clave en la materia.
La visita a China de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, sigue generando polémica y reacciones por parte de activistas y organizaciones quienes temían que el gobierno chino orquestara un escenario controlado y «utilizara» el viaje para blanquear abusos cometidos contra minorías y así evitar que se pusiera el foco en temas clave en la materia.
Bachelet llegó a Xinjian, al oeste de China, donde el gobierno está acusado de retener a un millón de uigures y otras personas de minorías musulmanas en centros de detención, además de esterilizar mujeres y obligarlos a realizar trabajos forzados.
Esto, mientras el país rechaza acusaciones de «genocidio» por parte de Estados Unidos y otros parlamentos de occidente, afirmando que se trata de «centros de formación profesional», donde se busca mantener alejada a la población del separatismo e islamismo extremo. Así, la molestia y decepción de algunas organizaciones se incrementó al observar una visita que serviría de «pantalla» para pretender que China defendía los derechos humanos pero que en gran medida se desarrolló en medio de las restricciones por covid-19, lo que para algunos no fue más que una «burbuja» sanitaria que pretendió apartar a Bachelet de la prensa.
Esto, de paso, destruyó la esperanza de algunos de que la visita diera paso a una investigación por las denuncias de violaciones de derechos humanos, tema que la propia Bachelet salió a aclarar el sábado, al finalizar el viaje: «esta visita no fue una investigación», afirmó en una declaración pública. «Las visitas oficiales de los altos comisionados son, por su naturaleza, de alto perfil y simplemente no conducen al tipo de trabajo detallado, metódico y discreto de una naturaleza investigativa», afirmó Bachelet en una declaración pública. Así, por el contrario, remarcó que «la visita fue una oportunidad para mantener conversaciones directas con los más altos dirigentes en materia de derechos humanos; para escucharse mutuamente, para plantear preocupaciones; explorar y preparar el camino para interacciones en el futuro».
Por su parte, la directora de Human Rights Watch, Sophie Richardson, se sumó a las críticas, pues cree que lo que consiguió la visita fue «exactamente lo que el gobierno chino quería; una total falta de crítica a sus registros en materia derechos humanos», puesto que no incluyó «ninguna discusión, tranquilidad o algunos avances para las víctimas que han sobrevivido a las violaciones de los derechos humanos». Richardson agregó incluso que, de cierta forma, «la comisionada de Derechos Humanos ratificó o legitimó parte de la propaganda del Gobierno chino sobre violaciones a los DD.HH., y quizás lo peor de todo, es que las soluciones que la Alta Comisionada propuso son precisamente las que se han intentado en el pasado han fallado y han permitido que el gobierno chino cometa violaciones incluso peor que las que cometió en el pasado».
Por otro lado, apuntó a lo «preocupante» que resulta que Bachelet haya aceptado realizar este viaje con todas las restricciones que iba a conllevar. «No está claro qué preguntó su oficina sobre qué hacer. Es posible que tuvieran una agenda robusta pero el gobierno chino dijo que no (….) y si ella hizo una excepción por el gobierno chino, ella está configurando un doble estándar muy peligroso». Con todo, Richardson afirmó que finalmente el viaje terminó por afectar la credibilidad de la oficina de Bachelet, y de paso, permitió a China «continuar pensando que pueden cometer graves crímenes de lesa humanidad y salir impune».