El futuro del gobierno interino en lo internacional

El futuro del gobierno interino en lo internacional

El continuo debilitamiento del Gobierno Interino está afectando la presencia de la Venezuela democrática en el exterior.

Por Alfredo Michelena

 Las críticas al gobierno interino (GI) de Guaidó parecen indicar que pronto habrá cambios.  Pareciera que la “multisápida” oposición venezolana se presta a disponer del Presidente interino o de todo el gobierno. Es el viejo cuento de culpar al otro, cuando el problema está en la incapacidad de ponerse de acuerdo.

Quizás uno de los aportes más relevantes de Rómulo Betancourt en la creación de la democracia venezolana fue entender y practicar el principio de poner la institucionalidad democrática estatal por encima del loable interés partidista de acceder al poder. Ya desde mediados de los años cincuenta, Rómulo se empeñó en promover el multipartidismo, es decir, el entendimiento entre los diferentes partidos  democráticos que hacían vida en Venezuela, por encima del mencionado interés partidista.  Lo que en turno nos llevó al Pacto de Nueva York (1957) y luego al Pacto de Punto Fijo (1958) y a los 40 años de democracia.

Una férrea dictadura, luego del gobierno sectario del trienio adeco, le permitió entender que este país sólo era posible construirlo entre todos. Para eso promovió mecanismos de concertación, que incluyó el combate al famoso sectarismo adeco, en un gobierno de unidad nacional. Lucha difícil, que tuvo sus éxitos.  Pero su olvido, transformado en la “cogollocracia“,  nos trajo al chavismo, que a su vez desarrolló su propio modelo sectario, ahora polarizado adrede.

Es hora de superar el “Maduro vete ya” y optar por el “volver a la democracia”. Para lo cual es necesario fomentar los mecanismos de concertación democrática y debilitar -ya que acabarlo parece una misión imposible- al sectarismo partidista, para no hablar del cáncer de la corrupción. Por eso la importancia de actuar con transparencia y responsabilidad ante los ciudadanos.

Debilitar al gobierno interino, por rencillas internas, nos está llevando hacia una pérdida de espacios y opciones en la lucha democrática. En especial en el ámbito internacional.

Lejos están los días en que un presidente norteamericano invitara al presidente del  Gobierno Interino (GI) a la sesión Conjunta del Congreso Norteamericano para el discurso del Estado de la Unión. Ahora se está desarrollando una relación directa entre la Casa Blanca y el régimen de Maduro, como se ha visto en los  casos del intercambio de presos y el asunto del aumento de la producción de petróleo y el levantamiento de las sanciones. El GI quedó pintado en la pared.

La institucionalidad internacional del GI es lo más importante que ha logrado la oposición, pero se ha venido a menos.  La renuncia del “Canciller” del GI y la incapacidad de ser reemplazado, fueron claros ejemplos de su debilidad. Así como los escándalos de Monómeros entre otros asuntos.

La última batalla se libró en la Asamblea General de la OEA. Y aunque los gobiernos populistas de izquierda no lograron sacar la representación de Guaidó de la institución continental,  obtuvieron la mayoría, aunque no los dos tercios de los votos exigidos. Pero que solo cuatro países (Paraguay, Canadá, EE.UU. y Guatemala) hayan votado en contra de la resolución es un hecho grave.

Cualquier movimiento que la oposición realice con relación al GI, debe tener en cuenta las consecuencias internacionales de esas medidas. Un dato para recordar es que, la resolución que no fue aprobada en la OEA enarbola en principio de que solo el presidente, y no el Congreso, puede nombrar a sus embajadores; y para más de la mitad de los gobiernos del Continente Guaidó no lo es. Hay que tener cuidado de no  perder otro espacio internacional ganado después de importantes batallas diplomáticas.

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