Según el autor, dentro de Venezuela la devastación es generalizada, y acaso se compensa un tantico por esa manera de ser del venezolano, abierta y festiva.
Por Fernando Luis Egaña
¿Qué es lo mismo? Pues la hegemonía despótica y depredadora que destruye a Venezuela. ¿Puede ser peor de lo que ya es? Desde luego que sí. Mientras continúe en el poder será todavía más nociva. El continuismo la hace peor y empeora la realidad del país.
Esto no parece ser difícil de entender. De hecho, más de siete millones de venezolanos tan lo han entendido que se han visto forzados a emigrar de su patria. Algo sin precedentes en nuestra historia. Y la masiva emigración se acuerpa, repleta de tragedias personales, familiares y sociales.
Dentro de Venezuela la devastación es generalizada, y acaso se compensa un tantico por esa manera de ser del venezolano, abierta y festiva. La procesión va por dentro y por fuera, pero la vida sigue en el camino del sufrimiento y el desamparo.
La hegemonía ha sido y es muy habilidosa para utilizar disfraces de seudodemocracia, y para crear una red de complicidades, en la supuesta acera de enfrente, que la beneficia mucho porque ayuda a prolongar el baile de disfraces.
Lo estamos viendo, una vez más con las tramoyas políticas hacia unos comicios montados por la hegemonía a su gusto, que incluyen el aperitivo de unas primarias opositoras. Maduro y los suyos ganando tiempo, y el conjunto de la nación en un abismo cada vez más profundo.
¿Estamos condenados a «peor de lo mismo»? No, no estamos condenados. Siempre y cuando pongamos los pies sobre la tierra, no se le siga el juego al poder establecido, se defiendan con decisión los derechos de los venezolanos, se le dé cauce político al inmenso rechazo social, y se aproveche la Constitución formalmente vigente en sus exigencias para restablecer un fundamento democrático.
De verdad, ¿es ésto posible? Sí lo es. Pero no ocurrirá por ósmosis, sino por una lucha comprometida que aún aguarda la unión de las necesarias voluntades.
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