El autor considera que los políticos de otras naciones priorizan los intereses de su propio país y lo que ocurre aquí es apenas un añadido que enfocan cuando sus otros intereses están atendidos.
Por Antonio A. Herrera-Vaillant
Resulta melodramático el modo con que algunos opositores venezolanos se agitan y hasta pelean por acontecimientos políticos que ocurren en otros países, midiendo todo por la percepción que tengan sobre el modo en que impactarán a nuestra situación doméstica.
Es obvio que el factor internacional pesa muchísimo en el caso venezolano, pero es necesario plantearlo y manejarlo de una manera informada e inteligente, no con reacciones viscerales y mucho menos haciendo eco de argumentos de todo tipo que se manejan dentro de la política doméstica de otros países.
Los políticos de otras naciones priorizan los intereses de su propio país o su conveniencia política personal (según cada persona), y lo que ocurre aquí es apenas un añadido que enfocan cuando sus otros intereses están atendidos.
Lo que interesa es que el mundo externo contribuya a una salida lo más rápida e incruenta posible al drama venezolano: Cada país, institución o persona según sus posibilidades; y cada hecho o medida que contribuya en ese sentido puede ser hábilmente coadyuvado por opositores a la dictadura.
Pero las acciones favorables no se logran clasificando a los actores externos en santos o diablos, según sean más o menos activos en tratar de resolver nuestros problemas internos. Agradecer un gesto o acción favorable es absolutamente conveniente, pero vilipendiar a quién se abstiene o actúa de manera neutra o contraria no adelanta nada. Más bien radicaliza cualquier postura adversa a los intereses de la democracia en este país.
Tenemos ahora el caso de Brasil, que tanta tensión está generando en aquel país. Antes fueron las elecciones colombianas y la elección de Petro, y antes de eso, Chile. Más adelante vendrán las elecciones argentinas, y luego las parciales en Estados Unidos.
Sintamos lo que sintamos sobre cada personaje o partido en el juego interno de otras naciones, nada adelantamos dando declaraciones públicas o emitiendo descalificaciones por medios sociales: En el mejor de los casos a los destinatarios les importan un bledo –en el peor, son contraproducentes.
No somos el ombligo del mundo, cada país tiene su problemática, y aunque algunos se confabulan contra la libertad en Venezuela, no aporta nada que los denunciemos y desbarremos exasperados. Lo inteligente es sumar aliados -no enemigos- en esta lucha.
En democracia, cada pueblo elige su destino: En 1998, Venezuela libremente cometió el mayor error político de su historia. Cada país democrático escoge a quien quiera, y a nosotros nos queda arar con los bueyes que nos toquen. El problema real está aquí.
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