Tras preguntarse si se ha hecho todo lo posible para detener la guerra, Francisco dijo que es “Un triste aniversario” lo de la invasión.
Por José Piñeiro
En el día del inicio del periodo cuaresmal, durante la Audiencia General, el Papa no olvidó la guerra en Ucrania, que dentro de dos días cumplirá un año desde su estallido, y reiteró la necesidad de encontrar una solución pacífica al conflicto. «Un triste aniversario», subrayó Francisco, como atestigua el balance de muertos, heridos, refugiados, destrucción, daños económicos y sociales:
“¿Querrá el Señor perdonar tantos crímenes y tanta violencia? Él es el Dios de la paz, permanezcamos cerca del martirizado pueblo ucraniano que sigue sufriendo, y preguntémonos: ¿se ha hecho todo lo posible para detener la guerra?”
El llamamiento se dirigió a «quienes tienen autoridad sobre las naciones, para que se comprometan concretamente a poner fin al conflicto, alcanzar un alto el fuego e iniciar negociaciones de paz». Aquella «construida sobre escombros», precisó, «nunca será una verdadera victoria».
El pensamiento de Francisco se dirigió también a quienes anuncian con pasión el Evangelio en todo el mundo. En particular, el Papa mencionó la iniciativa «Misioneros para la Cuaresma», que apoya a los misioneros polacos con la oración y el ayuno. Una obra, recordó, está «dirigida también a los que se quedaron en Ucrania, devastada por la guerra», llevando apoyo y esperanza a los habitantes de ese país martirizado. El Obispo de Roma se dirigió además a los peregrinos procedentes de Brasil, azotado por el mal tiempo y las inundaciones en los últimos días, e invitó a rezar por «los que sufren por las catástrofes naturales o las guerras» y a ayudarles también con la caridad.
«Que el camino cuaresmal», expresó el Pontífice en este Miércoles de Ceniza, «nos conduzca a la alegría de la Pascua con los corazones purificados y renovados por la gracia del Espíritu Santo», a quien pedimos «que nos inspire los caminos y los medios para ser testigos del consuelo de Dios y artífices comprometidos en la reconciliación entre nuestros hermanos y hermanas para favorecer la paz en nuestra sociedad». Que el Espíritu, añadió Francisco, «nos ilumine y nos ayude a testimoniar la primacía de Dios en nuestras vidas, que nos ama y nos consuela, superando toda desolación».