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El gran error de Macron en China

*** «Macron ha admitido, en cierto modo, que Europa no tiene inconveniente en aceptar la hegemonía de China. Es una versión moderna del ‘appeasement’, esta vez en Asia».

Por ANTONIO CAÑO (THE OBJECTIVE)

Emmanuel Macron pasa por ser un político atrevido y astuto que no suele esconderse tras la demagogia ni evita las dificultades cuando estas se interponen en el camino de sus convicciones. Así lo ha demostrado hace poco en la defensa de su reforma de las pensiones en Francia y, de forma equivocada, también en su viaje a China, donde ha asumido riesgos por encima de lo que le corresponden y ha intentado, con admirable audacia, superar el bloqueo diplomático provocado en el mundo actual por el duelo entre ese país y Estados Unidos.

Como digo, es un esfuerzo casi temerario la aproximación al régimen chino bajo la creencia de que se le puede mover de las posiciones previamente tomadas. Sólo un líder con una fe inquebrantable en sí mismo o con una confianza ciega en su capacidad de convicción puede acudir a China con la esperanza de que su Gobierno se aproximará, aunque sólo sea un pasito, a los intereses y las necesidades de Europa.

Nadie puede reprocharle a Macron el intento. Pero esta vez da la impresión de que su temeridad ha ido demasiado lejos y de que, en su esfuerzo por buscar el entendimiento con China, tal vez estimulado por los gestos amistosos cuidadosamente orquestados a su favor, Macron ha dejado en ridículo a su país y ha puesto a toda Europa en una situación muy comprometida.

En una entrevista en el periódico Politico al término de su viaje a China, Macron se extiende en la exposición del concepto «autonomía estratégica» de Europa, supuestamente respecto a Estados Unidos y, aparentemente, con la idea de un continente europeo asentado en una posición equidistante entre Washington y Pekín.

Macron advierte de que Europa «no debe verse envuelta en crisis que no son nuestras» y habla de Taiwan como de un asunto que no es de competencia europea. «Si no somos capaces de resolver la crisis en Ucrania, ¿cómo vamos a atrevernos a decir ‘cuidado no vayan a hacer algo equivocado en Taiwan’?»

Con estas declaraciones, Macron está admitiendo, en cierto modo, que Europa no tiene inconveniente en aceptar la hegemonía de China, lo que, si es un paso que el presidente francés está dispuesto a dar, no debería ser avalado sin más por el resto de Europa, como Macron intenta al hacerse acompañar en su viaje por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Es una versión moderna del ‘appeasement’, esta vez en Asia. 

En sus declaraciones, Macron demuestra ignorar las razones de fondo por las que Occidente está apoyando a Ucrania, que no son las de «resolver una crisis» allí, sino defender a una débil democracia frente a un vil autócrata. Al mismo tiempo, Macron niega el derecho de las naciones -incluida Taiwán- a su soberanía y su independencia, y justifica la política amenazante de otras, como China, que pocas horas antes de publicarse la entrevista del presidente francés había organizado unas maniobras militares intimidatorias sobre la isla de que se cree dueño. Conviene recordar que otras naciones asiáticas, incluido Japón, viven bajo el temor del predominio militar de China. 

Se entiende que la «autonomía estratégica» que proclama Macron deja a Europa en una posición equidistante entre la potencia de contribuyó de forma decisiva a la derrota del fascismo y que después la ha protegido de la amenaza del comunismo y la nueva gran potencia que viola los derechos humanos y ampara dictadores en todo el mundo.

Y lo peor de todo es que esa «autonomía estratégica» es una fantasía. La autonomía se gana y se defiende con el poder económico y militar necesario. La autonomía no es un enunciado en un discurso político. Mucho menos se puede pensar que China está dispuesta a conceder gratuitamente «autonomía» a Europa, con tal de que no se interponga en su disputa con Estados Unidos por la supremacía mundial, y que respetará esa autonomía una vez que la consiga.

No es sencillo el papel de Europa en el mundo actual. Sin ejército propio ni recursos naturales, el actual conflicto con Rusia ha sacado a la luz muchas de sus vulnerabilidades. Pero hay algo en lo que todavía es imbatible: sus valores. Por supuesto que es preciso ser cuidadoso con China y evitar provocaciones innecesarias. Pero, sin con el pretexto de la distensión, se renuncia también a eso, si Europa comercia con sus valores en aras de una falsa ilusión de seguridad, habrá perdido todo lo que hoy la sostiene y quedará inerme ante un futuro que se adivina lleno de amenazas.

Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.

Publicado originalmente en The Objective © 

Sobre el autor: Antonio Caño es periodista y presidente del Consejo Editorial de THE OBJECTIVE. Desde mayo de 2014 hasta junio de 2018 fue director de El País.