Pérez Vivas: El hambre del oro

oro venezuela

Pérez Vivas se refiere a la supuesta obsesión del gobierno venezolano por el oro, lo cual habría llevado a un saqueo masivo del país y una hambruna colectiva junto a la implosión de industrias como la petrolera.

Por César Pérez Vivas

El hambre del oro ha generado el hambre de la nación. La voracidad por el enriquecimiento  voluminoso, fácil y grotesco ha llevado a la implantación de un
sistema autoritario y corrompido que ha producido el más descomunal saqueo
conocido en un estado del hemisferio occidental, y como su derivado, una
hambruna colectiva.

La sociedad venezolana y la opinión pública fueron duramente impactadas por las
imágenes de una dama, vinculada a los esquemas de corrupción recientemente
evidenciados por los conflictos del gobierno madurista, que exhibía con orgullo
unas cajas con lingotes de oro. 

El oro ha sido una obsesión de riqueza que nos ha perseguido desde los tiempos
del descubrimiento y la conquista. El mito de El Dorado lo hemos tenido presente
a lo largo de toda nuestra historia. La camarilla roja, destructora de nuestra
Venezuela, no podía estar ajena a ese afán crematístico. El extraccionismo  a
cualquier precio ha sido una política decida de Maduro y sus colaboradores.
La destrucción de nuestra industria petrolera aceleró la voracidad por sacar oro de
nuestro escudo guayanés sin importar para nada las consecuencias ambientales,
humanas, económicas y sociológicas de tamaña ambición.

Sacar ese oro, satisfacer el apetito de dinero y poder de la cúpula roja, atesorarlo
y acariciarlo ha pesado mucho más que la opinión de la nación y el mundo
exigiendo respeto por la biodiversidad, el agua, el oxigeno, el clima y demás
elementos de la vida que se están afectando de forma directa y calamitosa.
Son miles y miles de hectáreas destruidas en el corazón de la Amazonia
venezolana. Esa devastación no puede ser apreciada por la censura existente y
por la imposibilidad de acceder a los campamentos mineros que los agentes del
régimen tienen instalados en el sur de Venezuela. Allí impera la ley de la selva. El
estado ha sido sustituido por las bandas criminales que controlan las minas.

Lo más triste es, además de la destrucción de la naturaleza, el robo descarado de
aquella riqueza. A la hacienda pública nacional no ha ingresado la mayor parte de
ese oro o los recursos financieros derivados de su venta. 

Es un mineral precioso que sale a otros países en manos de los cabecillas de
esas mafias. Si esa riqueza extraída a tan elevado costo ambiental y humano, le
sumamos su apropiación, y además, la del petróleo, podemos entender el hambre
de nuestros compatriotas.

Mientras millones de ellos padecen por los salarios miserables que Maduro paga,
y con los cuales no pueden comer, los integrantes de la camarilla roja, como
acaba de evidenciarse con el caso de PDVSA, viven en la más grosera opulencia.
La red de personajes que han saqueado nuestras riquezas exhiben sin rubor sus
lujosos aposentos en Dubai, Europa, Estados Unidos y otros países. Esa hambre
por el oro nos ha traído esta otra hambre, la de millones de compatriotas. Las
consecuencias se están evidenciando de forma progresiva. No solo es la legión
de personas buscando que comer, hasta en los recipientes de la basura, sino el
volumen de enfermedades que están apareciendo como resultado de tamaña
anomalía. A todos nos conmovió la información de un niño fallecido por ingerir
alimentos en un depósito de basura en Caicara de Maturín el pasado viernes 7 de
Abril de 2023.

Por supuesto que para el régimen este drama no es importante. Su
única preocupación es su permanencia en el poder. La prioridad de su cotidiano
quehacer es el poder. Para nada la persona humana importa.
Es hora de parar la destrucción de nuestra naturaleza, de poner orden en nuestras
finanzas, recuperar nuestra economía y atender el hambre de nuestros
compatriotas.

Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.

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