El autor se pregunta ¿Cómo explicar la orientación del gasto público hacia los espectáculos, conciertos y ferias antes que al equipamiento urbano e infraestructura pública en medio de la crisis humanitaria compleja?
Por Julio Castellanos
En economía existe un fenómeno interesante denominado externalización de costos, consiste en que a la hora de determinar el precio de un producto hay algunos costos, como el deterioro ambiental o la ausencia de derechos laborales, que si para la empresa llegan a ser cero o cercano a cero puede dar lugar a un producto muy económico (competitivo frente a sus alternativas) pero socialmente perjudicial por los daños que no paga la misma empresa sino el «exterior», es decir, el resto.
No es sencillo extrapolar ese concepto económico al análisis sociopolítico, sin embargo, me parece que muchas mentes, con más canas y más responsabilidades que quién suscribe estas líneas, dirigiendo gremios, medios y partidos políticos (particularmente aquellos judicializados), no tienen mucho empacho en aplaudir burbujas económicas, consumismo hedonista, proliferación de negocios agresivos ambientalmente y el establecimiento de Zonas Económicas Especiales solo mirando la rentabilidad de tales «emprendimientos» sin tomar en cuenta las evidentes «externalidades» que suponen. No importa si hay salarios infames, si el deterioro ambiental amenaza a las generaciones futuras, si la riqueza queda en pocas manos o si las actividades comerciales aludidas tienen el riesgo de significar la legitimación de capitales de origen dudoso, lo importante es que «el país avanza»… ¿Hacia dónde avanza?
Estos argumentos, que son fundamentalmente del campo de la economía política porque, a todas luces, creo que desde la izquierda progresista debemos generar una auténtica alternativa para los venezolanos que implique beneficios para los trabajadores equivalentes a las riquezas opulentas que la alianza grotesca de empresarios y funcionarios gubernamentales han cosechado en estos años oscuros del madurismo. Pero el asunto entra en la esfera de dominio de la ética cuando reconocemos la existencia de una conexión entre la violación sistemática de derechos humanos documentada por la Misión de Determinación de Hechos de la ONU con las insolentes ganancias financieras de los beneficiarios del régimen autoritario.
¿Acaso la censura y la autocensura de los medios de comunicación, las detenciones arbitrarias, la persecución y encarcelamiento, la tortura y tratos crueles y degradantes contra activistas políticos, periodistas, civiles y militares que han expresado abiertamente su rechazo al actual statu quo no es, en definitiva, una externalidad, un costo no contabilizado, para aquellas ganancias extraordinarias de la élite roja que maneja todos los resortes del poder? ¿Acaso ese salario infame que reciben los docentes, los enfermeros, los policías y el conjunto total de los trabajadores, activos o jubilados, desprovistos de toda libertad sindical o contratación colectiva, no es lo que permite, en última instancia, la vida de superestrellas del espectáculo que se dan nuestros gobernantes y sus socios del alto mundo empresarial y financiero?. No es una ideología o un partido político el beneficiario del sufrimiento colectivo que padecen los venezolanos, los beneficiarios reales son los bolsillos de la coalición dominante, porque, insisto, la finalidad de un régimen autoritario es el enriquecimiento, las ideologías, su retórica o narrativa, solo es su ropaje.
Cómo todo análisis científico, incluso si se trata de ciencias sociales, implica comprobar una hipótesis en correlación con la observación revisemos si la persistencia del régimen autoritario venezolano es o no es producto de los intereses económicos que suscita, preguntemos, ¿Cómo explicar el silencio cómodo de cierto sector empresarial con la ejecutoria gubernamental? ¿Cómo explicar las criptoprivatizaciones de activos públicos y la privatización de facto de servicios públicos, como la salud y la educación, para beneficio de operadores privados? ¿Cómo explicar la orientación del gasto público hacia los espectáculos, conciertos y ferias antes que al equipamiento urbano e infraestructura pública en medio de la crisis humanitaria compleja? Hace falta más evaluación y mejor lupa, pero todo apunta que la idea, la inconfesable idea, es el enriquecimiento obsceno de algunos por medio de exprimir hasta la última gota de sudor de todos los trabajadores, hasta su último aliento y hasta quebrar su último hueso. Los lobos se dan un festín con las ovejas y aplauden su revolución.
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