Entre los afectados por la tragedia están niños y turistas internacionales.
En una noche que debía ser ordinaria, la ciudad italiana de Venecia fue escenario de una tragedia que nadie pudo haber anticipado. Un autobús a metano se desplomó de un puente y se incendió, transformando una jornada común en una noche de horror y luto.
«Una tragedia ha golpeado esta noche a nuestra comunidad», expresó con profunda tristeza el alcalde Luigi Brugnaro. Las palabras parecen quedarse cortas al intentar describir la magnitud del desastre, que el propio Brugnaro comparó con “una escena apocalíptica”.
El accidente ocurrió alrededor de las 19:30 horas locales, cuando un autobús que transportaba a locales y turistas desde el centro histórico de Venecia hasta un camping en tierra firme se desplomó. El fuego consumió rápidamente el vehículo, exacerbado por el metano, un combustible conocido por su combustión limpia, pero en este caso, un acelerador de la tragedia.
Luca Zaia, gobernador de la región de Véneto, informó que el balance provisional contabiliza «al menos 21 víctimas y más de 20 personas hospitalizadas, muchas de ellas en estado grave». La desolación y el shock se apoderaron de la comunidad, mientras los equipos de rescate y recuperación continuaban con su ardua labor.
Entre los escombros y las llamas, emergieron historias de turistas ucranianos, alemanes y franceses, cuyas vacaciones se transformaron en un infierno inimaginable. El accidente no discrimina por nacionalidad; el dolor y la pérdida son universales.
El ministro del Interior, Matteo Piantedosi, destacó la rapidez con la que se propagó el fuego, agravado por el uso de metano como combustible. «El balance es trágico y dramático y temo que aumentará», comentó con pesar, un sentimiento que resuena en cada rincón de la nación italiana y más allá de sus fronteras.
Mientras las investigaciones comienzan y la ciudad intenta procesar el alcance total de esta tragedia, los ojos del mundo se vuelven hacia Venecia, una ciudad conocida por su belleza incomparable, ahora marcada por una noche de horror inenarrable. El luto y la solidaridad se extienden más allá de los canales y puentes de la ciudad, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida y la inexorable marcha del tiempo.