La detención de Jorge Glas en la embajada de México en Quito reaviva tensiones históricas sobre la inviolabilidad de las sedes diplomáticas.
En una noche marcada por la tensión y la controversia, la fuerza pública de Ecuador irrumpió en la embajada de México en Quito el pasado viernes 5 de abril de 2024. El objetivo: detener al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, refugiado en dicha sede diplomática desde diciembre del año pasado y recientemente favorecido con una decisión de asilo político por parte de las autoridades mexicanas.
Este audaz movimiento por parte de Ecuador no solo culminó en la detención de Glas sino que también provocó un inmediato y firme rechazo de México. Presidido por Andrés Manuel López Obrador, el país norteamericano no solo condenó «enérgicamente» los actos de violencia ejercidos contra el personal de la misión, en particular, Roberto Canseco Martínez, sino que también anunció su decisión de llevar el caso ante la Corte Internacional de Justicia, denunciando violaciones al derecho internacional por parte de Quito.
Esta situación no es un incidente aislado en la región, sino que evoca memorias de episodios similares donde la inviolabilidad de las sedes diplomáticas fue desafiada.
Casi 48 años atrás, Uruguay fue escenario de un hecho paralelo durante su dictadura cívico-militar, cuando la Policía asaltó la Embajada de Venezuela en Montevideo para secuestrar a la maestra Elena Quinteros.
Otro incidente notable fue el asalto a la embajada de Ecuador en La Habana en 1981 por tropas especiales cubanas, lo que llevó a una crisis diplomática entre Ecuador y Cuba.
Estos precedentes subrayan la delicada naturaleza de la diplomacia y el respeto al derecho internacional, principios que se ven amenazados por acciones que, aunque motivadas por objetivos políticos internos, trascienden fronteras y afectan las relaciones entre naciones.
La decisión de México de recurrir a instancias internacionales marca un precedente importante en la defensa de estas normas fundamentales.