El autor considera que ganar las elecciones a Nicolás Maduro es una urgencia y gobernar juntos también es una urgencia. Pensar o hablar de otra cosa es salirse de la urgencia.
Cuentan los chilenos que durante la dictadura de Pinochet había un chiste un poco cruel, humor negro sin más, que decía más o menos así: “hay dos formas de salir de Pinochet, la difícil y la milagrosa. La difícil es que Dios envíe un ejército de ángeles y saquen a Pinochet y la alternativa milagrosa… el que se una la oposición para sacarlo”. En Chile finalmente ocurrió la salida “milagrosa” y todos, pasada la página oscura de la dictadura pinochetista, aplaudimos la madurez y la altura de miras de la Concertación Chilena (formada por liberales, democristianos, socialdemócratas, socialistas y comunistas), no obstante, para los chilenos de entonces, no era tan obvia esa “madurez” y esa “altura de miras”, al contrario, si se pone atención a lo dicho por los protagonistas de la época y la prensa de entonces, se encontrará más de una referencia a la falta de unidad en la oposición chilena.
Me parece que esas diferencias sobre la percepción de los hechos se lo podemos atribuir al sentido de la urgencia, en otras palabras, el miedo de los chilenos a la persistencia de la dictadura era de tales dimensiones que cualquier insinuación, por leve que sea, por insignificante que fuera, que pudiese interpretarse como una divergencia en el seno de la oposición chilena era motivo de alarma superlativa. La urgencia era salir de Pinochet, no importaba el costo, ni la persona, ni la forma, nada más… hablar de otra cosa era, claramente, salirse de la urgencia. Pasados los años, los analistas podemos ver con más serenidad, sin urgencias, los matices, la madurez y la altura de miras.
Me parece que en Venezuela nos pasa lo contrario, de alguna manera, por los motivos que fuera, hay gente que piensa que ponerle fin al régimen autoritario no es urgente. Incluso teniendo de frente datos tan estremecedores como la crisis humanitaria compleja, la diáspora de más de 8 millones de compatriotas fuera de nuestras fronteras y que puede seguir creciendo hasta llegar a los 10 millones, ni los resultados de la Encovi que año tras año desnuda nuestra escandalosa pobreza, la insensible desigualdad social y el desmantelamiento de todos los servicios públicos. Aún con todo eso, hay gente que no ve urgente la salida de Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela.
Hay quienes piensan que lo importante es que tengamos paz, “paz autoritaria”, la misma paz que existe en las calles después de que se retiran los cuerpos de los estudiantes y manifestantes sometidos a la represión, esa paz que se puede respirar después de que la sangre se seca y se limpia del asfalto, la paz que se puede tener cuando el miedo paraliza a las víctimas y los victimarios, por fin, pueden deslumbrarnos a todos con su botín, con sus autos de lujo, con su vida licenciosa y su opulencia. Esa paz, esa paz autoritaria, la tienen algunos como su urgencia y trabajan para ella. Su justificación es que al menos es algún tipo de paz, bonita o fea no importa.
Otros, convencidos de que la voluntad es buen sustituto de la inteligencia, creen que la urgencia es construir un relato de heroísmo, construir mártires, consumir victorias espirituales a falta de victorias materiales. Parecen encantados con los aplausos y los likes en redes sociales sin ver que lo importante es medirse en votos. Entonces, ya llegados al paroxismo, sienten que es “mejor mi mártir que tu mártir”, cuando lo relevante es no tener nunca otro mártir sino un nuevo gobierno.
La ley contra el fascismo, que junto con la ley contra el odio y otras del mismo tenor, nos deberían hacer comprender, a todos, que la urgencia es sustituir a Nicolás Maduro, que la forma disponible hoy es a través del voto, que la persona que encarne ese cambio es una nimiedad considerando la gravedad de la situación, que no vendrá ningún ejército de ángeles a salvarnos sin importar cuánto oremos y clamemos al cielo. La Unidad es urgente, la disciplina es urgente, tener una candidatura, una sola, sumando todos los respaldos posibles, es una urgencia, ganar las elecciones a Nicolás Maduro es una urgencia y gobernar juntos también es una urgencia. Pensar o hablar de otra cosa es salirse de la urgencia.
Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.