Se conocían las provechosas visitas del líder de “Francia Insumisa” Jean Luc Mélanchon a Hugo Chávez, pero lo nuevo es que la estrella femenina de ese partido, la chilena Raquel Garrido, fue señalada por dos medios franceses de negocios a la venezolana… ¿con alimentos para animales?
Hasta hace poco era inconcebible para lo más granado de la intelectualidad francesa convertida al maoísmo más radical, -nada menos que el de la Revolución Cultural-, que la China se convirtiera en el país más dinámico del capitalismo mundial, le llega ahora otro golpe a la llamada izquierda exquisita francesa. En los últimos días, la organización de Jean Luc Melenchon, Francia Insumisa, que ha logrado un extraordinario éxito en los predios de la izquierda radical principalmente entre los jóvenes, de repente se vio golpeada por las informaciones que cada día han estado apareciendo en la prensa, y que implican a una de las personalidades más relevantes del equipo de Jean Luc Melenchon, líder máximo de la organización, en comportamientos delictivos, reñidos con la estricta moral que dicha organización pregona como imagen de marca. Se trata de Raquel Garrido, su abogada personal, a la vez que portavoz del movimiento, tarea que comparte con su marido, Alexis Corbiére, líder máximo y 2do del movimiento.
Durante la pasada campaña electoral aparece en la media esfera, y se impone, la fuerte figura y personalidad de esta abogada de origen chileno. Tras las elecciones, su popularidad hecha de desplantes a lo Chávez, su larga melena negra, y su habilidad para usar y abusar de su exotismo latinoamericano, la había convertido en un fulgurante personaje mediático. Favorita de todas las emisiones de televisión, terminó en cronista de la emisión más popular del C8, canal de televisión privado.
Pero he aquí que de un día para otro, el personaje se resquebrajó tan violentamente como había surgido su figura de hija de exiliados revolucionarios, que podía permitirse todos los desplantes a los que tienen derecho los “sujetos subalternos” que deben hacerle pagar a los ciudadanos europeos de hoy, los pecados cometidos cuando estos países eran potencias coloniales.
Raquel Garrido, la justiciera, la que fustiga a los corruptos, a las elites privilegiadas, a los que explotan a los trabajadores, aparece hoy, ante la opinión pública, sentada en el banquillo de los acusados. Primero por usufructuar un apartamento que pertenece a la alcaldía de París para personas de bajos recursos económicos, por el que paga un modesto alquiler. Luego por delito de incumplimiento con las cotizaciones sociales que obligatoriamente debe pagar a la caja de pensiones, por ejercer una profesión liberal.
El primero en denunciarla fue el temible Le Canard Enchaîné, (El Pato Encadenado), tradicional semanario satírico, fundado en 1915, uno de los órganos impresos más antiguos de la prensa francesa, conocido y temido por practicar un periodismo de investigación que se dedica a revelar los escándalos financieros, en particular aquellos en los que el mundo de la política se ve involucrado. Le Canard Enchainé ha derrumbado a más de una personalidad que se creía intocable en su pedestal de poder, siendo un ejemplo de ello, las revelaciones que implicaban al candidato de la derecha François Fillon, quien tenía asegurada la presidencia de la República. Fue acusado de haber hecho uso del presupuesto del Estado para remunerar a su esposa de cargos que nunca ejerció. El Canard Enchaîné ha sido sometido a más de un juicio, nunca ha podido ser condenado, siempre presenta las pruebas de lo que afirma, y nunca ha dado sus fuentes de información que indudablemente proceden del interior del propio Estado y de la administración.
Claro, que los delitos que se le reprochan a Raquel Garrido, en términos venezolanos, son de una nimiedad absoluta.
Pero los sinsabores de Raquel Garrido no se detienen en sus faltas a la administración francesa y al privilegio del apartamento gracias a sus influencias en la alcaldía de París.
La publicación de este jueves en el influyente semanario Le Point, en su rúbrica “Los Indiscretos del “Punto”, es una noticia que informa que Raquel Garrido ha tenido como cliente en tanto que abogada, a la compañía Bolipuertos, es decir, la administración pública que gestiona los depósitos de Puerto Cabello, parece indicar que Raquel Garrido va a enfrentar una situación aún más delicada que la que hasta ahora la ha estado molestando en su carrera de gran vedette de la política. Dadas las estrechas relaciones del líder máximo de la Francia Insumisa, Jean Luc Melenchon, con el régimen de Venezuela, el asunto que revela Le Point puede convertirse en una verdadera tempestad política. Entre los expedientes que habría tenido en sus manos Garrido, está el de 20 toneladas de Rhodimet, un complemento alimenticio destinado a los animales, que se “habría volatilizado de sus contenedores en alguna parte entre Francia y Venezuela”. “¿Raquel Garrido, se habría enriquecido gracias al país de Chávez y Maduro?” se pregunta irónicamente el semanario. “No suficientemente, parece, pues según Le Canard Enchiné, la abogada debe sus cotizaciones a la Caja Nacional de los Abogados (CNBF) y no declaró sus ingresos a la Urssaf”.
Esta información relativa a Venezuela y a ingresos de productos de importación a través de los puertos, es de conocimiento público en el país, es la fuente del sistema de corrupción que más ingresos le ha dado a uno de los equipos que integran la mafia que detenta el poder en el país.
En Francia el polo financiero del Tribunal de Grand Instancia de París, llevó ante los tribunales al ex presidente Nicolas Sarkozy, por sospecha de “financiamiento ilegal de campaña electoral en 2012, por haber, en tanto que candidato, sobrepasado el límite legal de gastos electorales”. El método empleado para disimular las sumas fueron facturaciones falsas. La alarma hacia la campaña de Sarkozy provino del empleo en los mítines de un costoso derroche de tecnología y de animación musical.
No estaría mal que la justicia francesa también se preocupara por mirar las cuentas de otras formaciones políticas que también han celebrado mítines con tecnología altamente costosa.