El confuso golpe militar y la crisis política acaecida la semana pasada en Zimbabwe no sólo certifica la eventual caída del autocrático presidente Robert Mugabe, de 93 años, sino que ofrece lecciones a ser tomadas en cuenta para otros regímenes como el venezolano, quien con anterioridad mostró sus simpatías con el hoy defenestrado presidente africano.
Por ROBERTO MANSILLA BLANCO
Corresponsal en España
Al cierre de esta edición de ZETA, un manto de incógnita y confusión seguía prevaleciendo en Zimbabwe tras dos semanas de crisis política, intervención militar, presiones de alto nivel y posibilidad de una transición que aún parece sumida en la incertidumbre, si bien la renuncia del presidente ya es un hecho.
La crisis comenzó el pasado 6 de noviembre, cuando el presidente Robert Mugabe, de 93 años y en el poder desde 1980, destituyó a su vicepresidente Emmerson Mnangagwa, incluso expulsándolo del gobernante Frente Patriótico de la Unión Africana de Zimbabwe (ZANU-PF), el partido gobernante con Mugabe desde hace más de tres décadas.
Mnangagwa, quien era observado como un eventual sucesor del nonagenario Mugabe, no estaba solo. Tenía alianzas en el sector militar a través de la Asociación de Veteranos de la Guerra de Liberación Nacional de Zimbabwe, una especie de lobby con poderosas conexiones en las Fuerzas Armadas del país.
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No obstante, Mnangagwa también tiene poderosos enemigos, en especial Grace Mugabe, de 52 años, esposa del presidente, que encabeza una facción rival en el seno del ZANU-PF, la denominada G40. Esta facción tiene conexiones con la sección femenina y juvenil del partido, que coloca a Grace en una posición clave para suceder a su esposo.
Los militares al mando
En esta guerra de altos poderes por ocupar el puesto de Mugabe se incluye al estamento militar. El pasado 14 de noviembre, vehículos militares ocuparon posiciones en la capital Harare y las principales ciudades del país.
La inmediata intervención televisiva del comandante de las Fuerzas de Defensa de Zimbabwe, Constantino Chiwenga, llamando a una purga interna de elementos corruptos del gobierno y del ZANU-PF llgado a la esposa del presidente, daba a entender la existencia de un golpe militar. Si bien las declaraciones de Chiwenga de purga interna no incluían a Mugabe, sino que reiteraba que se trataba del “entorno del presidente”, las sospechas del golpe militar se incrementaban con las horas.
La ausencia pública de Mugabe aumentaba los rumores. Tres días después, Mugabe apareció en un acto universitario, con un perfil inusitadamente bajo. Posteriormente, recibió en la sede presidencial a una delegación del poderoso gobierno vecino, el de Sudáfrica, lo cual intuía el papel que éste tendría en una cada vez más evidente transición política en Zimbabwe.
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Los rumores en el palacio presidencial sugerían una presión militar por restituir a Mnangagwa y neutralizar a Grace Mugabe. Se anunció la destitución de Mugabe de la presidencia del ZANU-PF, una medida que parecía una antesala de su caída política. Si bien Mugabe declaró no haber renunciado, la reacción inmediata del estamento militar fue darle un plazo hasta el lunes 20 al mediodía para que renunciara.
Fue cuando sorpresivamente, Mugabe reapareció en público y pronunció un larguísimo discurso en el que todos esperaban su renuncia, pero lo terminó sin haber renunciado. Se instaló otra espera más, interrumpida por la aparición ante las cámaras del general en jefe que confirmó un ultimátum para que Mugabe presente su renuncia, mientras que el partido de gobierno se reunía para iniciar sesiones con un solo punto a tratar: el impeachment del presidente.
Fue cuando Mugabe presentó públicamente su renuncia, el 21 de noviembre 2017, poniendo fin a un gobierno de 37 años.
El final de una era
Miles de manifestantes salieron a las calles de Harare en manifestaciones de júbilo tras la renuncia del autócrata Mugabe. Con su partida se pone fin a una era política no sólo en Zimbabwe, sino también en África.
Mugabe, un líder anticolonialista que luchó por la independencia de su país (antes denominado Cecil Rhodes) del dominio británico, después de haber sido el héroe de la independencia, con los años se convirtió en un auténtico dictador, imponiendo un sistema autoritario apoyado por sus camaradas de armas y unas milicias paramilitares que intensificaban el control sobre la población. Con ello, marcó la simbiosis política entre el Ejército, su partido ZANU-PF y la nueva elite del poder.
Mugabe fortaleció este sistema con elevados niveles de corrupción, violaciones de derechos humanos y un desastroso modelo económico que llevó a Zimbabwe a tener las mayores tasas de hiperinflación a nivel mundial y a convertirse en un paria de la comunidad internacional.
El desastre económico separó a Zimbabwe del resto de la economía mundial. En 2004, Zimbabwe experimentó una crisis alimentaria sin precedentes. En 2008, el desempleo alcanzó un 80% de la población económicamente activa. La hiperinflación fue de 79.600.000.000% en 2009.
Los procesos electorales y las mayorías absolutas de Mugabe también han sido denunciados por la comunidad internacional, argumentando falta de transparencia electoral. Si bien no prohibió la oposición, Mugabe logró dividirla y domesticarla a través de recurrentes farsas electorales.
Todo ello en un país que, antaño a Mugabe y a pesar de la colonización británica, fuera considerado como la “joya de África” por sus numerosas riquezas naturales y el relativo nivel de vida de su población.
El espejo para Venezuela
No dejan de ser curiosos los paralelismos y las comparaciones del caso de Zimbabwe con lo que vive actualmente Venezuela. Todo ello más allá de que precisamente fuera el gobierno de Nicolás Maduro el único a nivel mundial que lamentó la eventual caída de Mugabe, ante lo que calificó de “ruptura del orden democrático” en el “hermano país africano”.
Precisamente, lo que sucede en el “hermano país africano” no es ajeno a Venezuela. Con anterioridad, el ex presidente Hugo Chávez ha recibido a Mugabe en 2004 en el Palacio de Miraflores, agasajándolo con honores y galardones al considerarlo un “ícono de la lucha anticolonial”. Un año antes, en 2003, Chávez había visitado Zimbabwe.
La mezcla de antiliberalismo y de confrontación con los ejes de poder occidentales reforzaron estos lazos entre Mugabe y Chávez, que continuaron con Maduro en la presidencia, aunque con menor intensidad sino a través de organismos multinacinales como el Movimiento de Países No Alineados.
El desastre económico venezolano actual también tiene paralelismos con el que viene experimentando Zimbabwe desde hace dos décadas. El acercamiento de Mugabe a China como benefactor económico, también es analizado en clave venezolana ante el contexto actual.
La perpetuación en el poder ha sido una constante para Mugabe, émulo que también ha tenido en Chávez y ahora Maduro. Por ello, algunos analistas advierten del riesgo de reproducción del ejemplo de Zimbabwe en Venezuela. Incluso la crisis actual en el país africano puede resultar sintomática para el caso venezolano, toda vez el descontento ante la situación socioeconómica y política pueda provocar un hasta ahora imprevisible alzamiento militar en Venezuela, similar al sucedido la semana pasada en Zimbabwe.
Todo ello sin olvidar que estamos a las puertas de una nueva ronda de diálogo entre Maduro y la MUD, que algunos observan como un tácito reacomodo de poder para una cohabitación entre el gobierno y algunos sectores opositores “domesticados”. Algo que ya ha sucedido con anterioridad en el Zimbabwe de Mugabe, de lo cual Maduro pudo haber tomado buena nota.