El gobierno requiere urgentemente de unos partidos y unos candidatos a su medida que le den legitimidad a unas elecciones bajo su exclusivo control.
Dentro del proceso de negociación que se lleva en República Dominicana, si bien la oposición aspira a lograr una salida negociada, el gobierno está mucho más necesitado de un acuerdo que le permita lavarse la cara ante la comunidad internacional y las manos por la sangre de más de 140 muertos durante las pasadas protestas, sin incluir la reciente masacre del Junquito.
Luego de cinco rondas de negociaciones, la estrategia del gobierno está clara. No solo es ganar tiempo para llegar a unas elecciones en un mejor momento. La inflación, la falta de medicinas y el desabastecimiento hacen mucho peso en unas elecciones así como competir con unos esquiroles a su medida para demostrarle al mundo que en Venezuela hay democracia como en Cuba y Corea del Norte, pero ese cuento -en perfecto criollo- ya no se lo come nadie.
La gota que rebosó el vaso de la tolerancia internacional fue el fraude, al instalar una Asamblea Nacional Constituyente con el mandato de anular la Asamblea Nacional; obligar a los partidos de oposición a relegitimarse como castigo por no haber participado de las últimas elecciones y llamar a unas elecciones adelantadas. Esto ya se veía venir cuando el canciller de México se retiró y el subsecretario de Relaciones Exteriores de Chile, Edgardo Riveros, confirmó el jueves pasado que su país suspendió de forma indefinida su participación en las negociaciones al haber surgido obstáculos que impiden garantizar elecciones democráticas. Durante una rueda de prensa, Riveros dijo que el gobierno de Santiago piensa que alcanzar un acuerdo “serio y creíble” entre las partes es cuesta arriba, lo que a su juicio impide la realización de las elecciones “libres y democráticas”. Estas declaraciones confirman lo expresado en nuestras tres columnas anteriores. Estas negociaciones son la crónica de una muerte anunciada por la falta de honestidad y seriedad de la delegación oficialista. Las infantiles declaraciones del jefe de la delegación del gobierno, al salir de la última ronda de negociaciones, aseverando que se había firmado un preacuerdo tuvieron que ser desmentidas por su anfitrión, el presidente Medina de República Dominicana, lo cual revela que Rodríguez es un mentiroso contumaz, algo así como el personaje del cuento de Pinocho.
Si bien la oposición, a la luz de la teoría de los juegos, se plantea las negociaciones en términos cooperativos de ganar-ganar, el gobierno se las plantea bajo un modelo distributivo: lo que gana uno, lo pierde el otro y el gobierno sabe que está a punto de perderlo todo.
El oficialismo necesita de la participación de algunos esquiroles que le validen el írrito llamado a elecciones. De lo contario, se expondrá a lo que le sucedió a Alberto Fujimori en el Perú, quien luego de ir a una segunda vuelta electoral solitaria se tuvo que autojuramentar ante sí mismo, con la consecuente condena internacional y su caída a los pocos meses, dando origen a la Carta Democrática. El resto es historia conocida.