Quienes somos creyentes tenemos la responsabilidad y la obligación de abrir cauces a una esperanza real y posible. Foto: 724

¡Ay, el petróleo!

Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo 

***Quienes somos creyentes tenemos la responsabilidad y la obligación de abrir cauces a una esperanza real y posible.

Por supuesto que no soy especialista en hidrocarburos, pero siento la angustia de ver que el carro del progreso y el bienestar se nos está haciendo cada día que pasa más cuesta arriba. Leo en varios periódicos españoles la polémica que se ha suscitado porque un ministro ha anunciado el cierre de miles de bombas de gasolina y pone fecha final al uso de vehículos con energía de fósiles. El escándalo ha sido mayúsculo porque obligará a redimensionar la economía que se nutre en buena parte en los impuestos a los hidrocarburos. Pero eso es asunto que decidirán los especialistas y los políticos tendrán que decidir la ruta a seguir para las próximas décadas.

Lo cierto es que desde hace unos cuantos años se están desarrollando investigaciones para desechar el carbón y el petróleo como generadores de energía y buscar otras soluciones más limpias que detengan el deterioro de la capa de ozono, los bruscos cambios climáticos y la contaminación urbana. Es decir, el petróleo tiene sus días contados como la piedra filosofal que proporcionará riqueza abundante por los altos precios.

Venezuela progresó y superó varias metas importantes gracias a los hidrocarburos y sobre todo cuando los precios eran más bien bajos. Desde el momento en que se dispararon hacia arriba, también se disparó locamente el uso de aquellos superabundantes recursos. No hay más que ver, lo que fue, ha sido y sigue siendo la política del derroche y la corrupción por los beneficios que produce una industria que ocupa poco personal y que en nuestro caso es propiedad absoluta del Estado. Lo que hace que los gobiernos de turno se crean dueños de decidir a su antojo. En el pasado reciente los precios estuvieron por la estratosfera y el resultado de cara a la sociedad venezolana ha sido un mayor empobrecimiento y una pérdida de muchos de los logros materiales, en materia de salud y de infraestructura.

Leo también a algunos de nuestros analistas que para salir del marasmo y parálisis de la economía venezolana se requiere inversión cuantiosa y la recuperación de PDVSA. Pareciera, que el tiempo se nos acorta para aprovechar los recursos que nos hace sentir orgullosos de tener las mayores reservas comprobadas de hidrocarburos del mundo. Nos tocará como en la fábula ver que todo lo que tocamos se convierte en oro, y por tanto, no tenemos nada que nos proporcione el día a día para comer y subsistir.

Ante la jornada mundial de los pobres, feliz iniciativa del Papa Francisco para que seamos más conscientes de que la pobreza es un problema que nos atañe a todos, tenemos la obligación de alertar para que busquemos alternativas que nos permitan no seguir como el cangrejo caminando hacia atrás, a niveles que nos igualan a los logros de hace más de medio siglo, y nos ponemos las botas para superar los récords de los cien metros planos porque el tiempo nos devora y en el camino se van quedando incapaces o muertos miles y millares de venezolanos. Como creyentes, los que lo somos, pero es responsabilidad de todos, tenemos la obligación de abrir cauces a una esperanza real y posible.