Tras obtener una ajustada victoria en los comicios presidenciales del pasado domingo, Lula dijo que buscará detener la deforestación en la selva amazónica.
Por Ángela Betancourt
Tras haber resultado electo como presidente de Brasil el pasado domingo, Luiz Inácio Lula da Silva representa ahora un cambio político para el país más grande de América Latina, tras cuatro años de la administración ultraderechista de Jair Bolsonaro.
Lula recibió más de 60 millones de votos, la mayor cantidad en la historia de Brasil, rompiendo su propio récord de 2006 pero a pesar de la gran participación de sus seguidores, su victoria fue por un estrecho margen – Lula obtuvo el 50,90% de los votos y Bolsonaro recibió el 49,10%, según la autoridad electoral de Brasil.
Su mayor desafío ahora puede ser unificar un país políticamente fracturado.
El triunfo de Lula representa la vuelta de la izquierda al poder en Brasil y concluye un regreso personal triunfal de Lula da Silva, luego de que una serie de acusaciones de corrupción lo llevaran a 580 días de prisión. Posteriormente, las sentencias fueron anuladas por la Corte Suprema, lo que le abrió el camino para postularse a la reelección
“Trataron de enterrarme vivo y estoy aquí”, dijo en un discurso jubiloso ante simpatizantes y periodistas el domingo por la noche, y describió la victoria como su “resurrección” política.
“A partir del 1 de enero de 2023, gobernaré para los 215 millones de brasileños, no solo para los que votaron por mí. No hay dos Brasiles. Somos un país, un pueblo, una gran nación”, añadió.
Lula tomará las riendas de un país azotado por una gran desigualdad que aún lucha por recuperarse de la pandemia del covid-19. Aproximadamente 9,6 millones de personas cayeron por debajo del umbral de la pobreza entre 2019 y 2021, y las tasas de alfabetización y asistencia escolar han disminuido. También se enfrentará a una nación profundamente fracturada y problemas ambientales urgentes, incluida la deforestación desenfrenada en el Amazonas.
Este será su tercer mandato, luego de gobernar Brasil durante dos mandatos consecutivos entre 2003 y 2010.
La victoria de Lula este domingo fue la última de una ola en toda América Latina luego de los recientes triunfos de políticos de izquierda en Argentina, Colombia y Chile. Pero Lula da Silva, un exdirigente sindical de origen obrero, ha tratado de tranquilizar a los moderados a lo largo de su campaña.
Ha construido una amplia alianza que incluye a varios políticos de centro y centroderecha, incluidos opositores históricos del PSDB, el Partido Socialdemócrata de Brasil. Entre estos políticos se encuentra su vicepresidente, el exgobernador de São Paulo Geraldo Alckmin, quien ha sido citado por el campo de Lula como garantía de moderación en su gestión.
En la campaña electoral, Lula da Silva se mostró reacio a mostrar sus cartas a la hora de delinear una estrategia económica, una tendencia que le valió duras críticas de sus competidores. “¿Quién es el ministro de Economía del otro candidato? No hay uno, no dice. ¿Cuál será su ruta política y económica? ¿Más estado? ¿Menos estado? No sabemos…”, dijo Bolsonaro durante una transmisión en vivo en YouTube el 22 de octubre.
Lula da Silva ha dicho que presionará al Congreso para que apruebe una reforma tributaria que exima a las personas de bajos ingresos del pago del impuesto sobre la renta. Y su campaña recibió un impulso de la ex candidata presidencial centrista Simone Tebet, quien quedó tercera en la primera vuelta a principios de este mes y le dio a Lula da Silva su apoyo en la segunda vuelta. Conocida por sus vínculos con la industria agrícola de Brasil, Tebet dijo en una conferencia de prensa el 7 de octubre que Lula da Silva y su equipo económico habían “recibido e incorporado todas las sugerencias de nuestro programa al programa de su gobierno”.
También ha recibido el apoyo de varios economistas de renombre muy apreciados por los inversores, incluido Arminio Fraga, expresidente del Banco Central de Brasil.
Horas después de que se anunciaran los resultados, Bolsonaro aún no había reconocido la derrota ni hecho ninguna declaración pública. Mientras tanto, videos en las redes sociales mostraron que sus partidarios habían bloqueado carreteras en dos estados para protestar contra la victoria de Lula.
“Solo nos iremos una vez que el ejército tome el control del país”, dijo un partidario no identificado de Bolsonaro en un video tomado en el estado sureño de Santa Catarina.
Lula deberá buscar el diálogo y reconstruir las relaciones, dijo Carlos Melo, politólogo de Insper, una universidad de São Paulo. “El presidente puede ser un instrumento importante para esto siempre y cuando no solo se preocupe por dirigirse a su base de votantes”, dijo.
Con más de 58 millones de votos emitidos por su rival Bolsonaro, que había sido respaldado por el expresidente estadounidense Donald Trump, Lula tendrá que formar “alianzas pragmáticas” con partes del centro y la derecha que compraron la política de su predecesor, agrega Thiago Amparo, profesor de derecho y derechos humanos en la escuela de negocios FGV de São Paulo.
Al mismo tiempo, tendrá que cumplir con las expectativas de los simpatizantes, agregó Amparo. “Muchos votantes fueron a la boleta esperando eso, no solo para deshacerse de Bolsonaro, sino con recuerdos de mejores tiempos económicos durante los gobiernos anteriores de Lula”.
Muchos estarán atentos a posibles cambios en la Ley de Reforma Laboral de 2017, que sometió más derechos y beneficios de los trabajadores a la negociación con los empleadores e hizo opcionales las contribuciones sindicales. Lula da Silva había dicho anteriormente que revocaría la ley, pero recientemente cambió el verbo a “revisar” tras las críticas del sector privado.
Puede encontrar que promulgar su agenda es una batalla cuesta arriba, advierte Amparo, especialmente con un Congreso hostil. Los escaños que eran de la derecha tradicional ahora los ocupa la ultraderecha, que no está abierta a la negociación y no es fácil de tratar, subraya Amparo.
En las últimas elecciones, el Partido Liberal de Bolsonaro aumentó sus representantes en la Cámara Baja de 76 a 99, mientras que en el Senado duplicó de siete miembros a 14. El Partido de los Trabajadores de Lula da Silva también aumentó su número de diputados de 56 a 68 y senadores de siete a ocho, pero en general, los políticos de tendencia conservadora dominarán la próxima legislatura.
Esa fricción requerirá algunos compromisos, señala Camila Rocha, politóloga del centro de estudios Cebrap. “El Partido Liberal de Bolsonaro tendrá el mayor número de representantes y aliados importantes y hará oposición real al gobierno, el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva tendrá que sembrar una coalición con União Brasil partido de derecha tradicional para poder gobernar, lo que significa la negociación de ministerios y puestos clave”, dijo Rocha.
Mientras tanto, los ambientalistas observarán de cerca la administración de Lula da Silva, que asume el gobierno no sólo de la nación, sino de las mayores reservas forestales del planeta.
Con la destrucción de la vasta selva amazónica alcanzando niveles récord bajo la presidencia de Bolsonaro, Lula da Silva ha dicho repetidamente durante su campaña que buscará frenar la deforestación. Ha argumentado que proteger el bosque podría producir algún beneficio, citando a las industrias farmacéutica y de belleza como beneficiarias potenciales de la biodiversidad.
En una entrevista con la prensa extranjera en agosto, Lula da Silva llamó a “una nueva gobernanza mundial” para abordar el cambio climático y enfatizó que Brasil debería asumir un papel central en esa gobernanza, dados sus recursos naturales.
Según el jefe del plan de gobierno de Lula da Silva, Aloizio Mercadante, otra táctica será crear un grupo que incluya a Brasil, Indonesia y Congo antes de la Conferencia de las Partes de noviembre de 2022 dirigida por la ONU. El grupo apuntaría a presionar a los países más ricos para que financien la protección de los bosques, así como a delinear estrategias para el mercado global de carbono.