A juicio del autor, los corruptos revolucionarios descubrieron que no es muy bueno acumular capital e invertirlo y vivir en Venezuela. Claro que hay algunos que no tienen mucho remedio pues hay sanciones internacionales y precios sobre sus cabezas.
Por Alfredo Michelena
Casi un cuarto de siglo ha pasado desde que el chavismo tomó el poder y a estas alturas nada ha cambiado para mejorar a la inmensa mayoría del país. Más bien la pobreza es el signo de estos tiempos.
Llegaron prometiendo villas y castillas, y muchos creyeron en la jerigonza de Chávez. Vieron en la prometida “sacudida de mata” (el mismo “Drain the swamp de Trump o el “que se vayan todos” de por estos lares ) la posibilidad de coger los “mangos bajitos”, como se dice en criollo. Así muchos se lanzaron a crear empresas grandes, medianas, pequeña e incluso de las llamadas micro empresas para meterle la mano al tesoro nacional, mientras otros jugaban a la revolución, como el aprendiz de brujo que sólo alcanza a destruir.
Por su lado, el régimen que se veía atacado y vio tambalear sus bases, tanto que Chávez estuvo un par de días fuera del poder, optó por aliarse con todas las fuerzas que pudieran hacer contrapeso al desagrado que sus políticas comenzaron a producir en la población.
Como en varias ocasiones, el precio del petróleo le dio a Venezuela una oportunidad de un salto hacia delante en su desarrollo -y la perdimos. Sea adrede o por casualidad, o ambas, el enorme Estado lleno de nuevos inquilinos con poco o escaso conocimiento de las materias que debían resolver –pero fieles al chavismo-, comenzó a tirar dinero a quien le cayera, en forma de contratos de todo tipo desde obras faraónicas hasta escaleras en los barrios, además de dirigir subsidios a todas las clases. A los ricos (viejos y en formación) grandes contratos, bonos y dólares para la importación (CADIVI); a los profesionales y clase media sus dólares de viajero (CADIVI) y jugosos bonos; y a los más pobres sus becas y subsidios. Una rebatiña de dinero incontrolable, que adormeció las conciencias políticas de muchos demócratas que veían su estatus mejorado.
Una ilusión de desarrollo que reventó primero con el desmedido gasto populista, la destrucción de la industria petrolera y de la mayor parte de la industria nacional, que fue substituida por los “nuevos” importadores, y que finalmente se remató con la caída brutal de un precio petrolero que había roto la barrera de los US$ 150 por barril.
Al acercarnos al medio de este grotesco experimento, tenemos un pueblo empobrecido (90% de pobreza), pero una nueva oligarquía revolucionaria- o robolucionaria-.
Nada nuevo para la historia, así pasa y pasó en casos como Cuba, Rusia, China, Vietnam, y pare Ud. de contar. Quizás la diferencia con estos modelos es que en el caso de Venezuela, el régimen ha tenido que compartir el poder político con la delincuencia nacional e internacional, las guerrillas colombianas, los grupos terroristas del islam, entre otros, perdiendo control no solo sobre el Estado, sino también sobre el territorio nacional. Y que los corruptos revolucionarios, descubrieron que no es muy bueno acumular capital e invertirlo y vivir en Venezuela. Claro que hay algunos que no tienen mucho remedio pues hay sanciones internacionales y precios sobre sus cabezas.
Muchos de ellos han invertido en la Florida, EE.UU., y Europa, en especial en España. Entre ellos un generalato, que ha vendido su honor por un futuro de lujos y dinero. Así como exfuncionarios de todo nivel, desde ministros hasta secretarias, pasando por enfermeras, que tienen es sus cuentas bancarias -muy bienvenidas en esos países- miles de millones de dólares producto de la corrupción y el dolo.
Se ha estado formando una nueva clase de “robolucionarios”: los “boligarcas», que están dispuestos a limpiar sus nombres a fuerza de dinero -nada nuevo en la historia patria.
Pero a diferencia de la rancia oligarquía del pasado, los nuevos ricos de la robolución no están dispuestos a poner su dinero en Venezuela, pues saben que sería una acción suicida, a menos que algunas condiciones cambien.
Algunos creen que ellos buscarán presionar para crear una Venezuela más capitalista y menos autoritaria, que dé una ilusión de democracia donde puedan disfrutar de sus alforjas llenas de dinero sucio. Y que esto sería uno de los puntos de quiebre del chavismo en el poder. Ya veremos si esto son soólo «vapores de la fantasía” como dice el poema de Andrés Eloy Blanco.
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