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No hay transición sin salvoconducto

 

Dos situaciones están sobre la mesa y ambas coinciden: el salvoconducto de quienes tienen muchos pecados por los que no pueden responder, y cómo se debe actuar para que el cambio sea el más rápido en materia de alimentos, y el más prudente en la conversión a gobierno e instituciones que merezcan confianza y funcionen. Hay personas que ya trabajan en ambos campos.

«Nos hacen creer que si vamos a elecciones al día siguiente ya tendremos un cambio democrático. Pero, ¿con qué Consejo Nacional Electoral (CNE) vamos a elecciones?, ¿con qué Tribunal Supremo de Justicia (TSJ)? Para el cambio democrático hay que modificar y nombrar un nuevo CNE que le dé garantías a toda la población», fueron palabras del Padre Luis Ugalde, exrector de la Universidad Católica Andrés Bello, en el foro «El país se reinventa» organizado por El Nuevo País y Zeta en la universidad Metropolitana.

El Padre Ugalde se ha convertido en una de las voces más respetadas en Venezuela. No habla constantemente y, últimamente, cuando lo hace no cambia un tema del cual se ha vuelto un estudioso y que desvela a unos pocos: qué hacer el día después del retorno a la democracia. El prelado advierte que los demócratas deberemos despertarnos con la urgencia absoluta de llenar los anaqueles de comida y medicinas, más allá de consideraciones políticas. En esto coincide con los expertos agropecuarios, que se han venido organizando en los distintos gremios y cuentan ya con un plan de acción común. Ellos, que se han sumado decisivamente a la lucha por la restauración de la libertad, deberán ser los encargados de ejecutar ese «plan papa», sin que se politice un asunto que no entiende de ideologías ni espiritualidades. Nos preguntamos si la Mesa de la Unidad Democrática ha tenido un acercamiento con los productores de alimentos para superar la emergencia inmediatamente.

«Tiene que haber un acuerdo de cambio económico convocando a los empresarios. En el (nuevo) gobierno debe haber rostros claros que vengan del sector económico para decirle al país de qué manera se reactiva la economía», advirtió Ugalde.

Una vez acordado el «plan papa» y el suministro de medicinas, viene la reinstitucionalización del país, que pasa por la liberación de los presos políticos, un nuevo CNE y un nuevo TSJ, entre otros. ¿Cómo lograr esto? Mediante un gobierno de transición cuya fórmula debe pasar por la integración del chavismo disidente, sin olvidar al sector militar. Ugalde, quien suele preguntarse quién será el Larrazábal II, se atrevió a decir una verdad incómoda: las elecciones presidenciales no pueden ser inmediatas. Lo que plantea el Padre es una solución parecida a la de 1958, con una junta cívico militar que se encargue de los designios del país mientras se establecen las bases que permitan llamar al pueblo a expresarse en las urnas. Por supuesto, debe haber una fecha establecida, de no más de unos pocos meses.

La Iglesia sirve la mesa

La Unidad deberá hacer honor a su nombre y formar un nuevo gobierno que sea realmente representativo de toda la sociedad venezolana, en la cual se debe incluir a ese chavismo originario que viene siendo decisivo para desmontar al régimen. Ugalde alertó que con «media docena de candidatos» no se puede ir a elecciones. Entre la MUD y el chavismo debe salir un solo candidato, con un solo programa de gobierno y un gabinete conjunto.

No será fácil de tragar para quienes tienen 18 años luchando contra el mismo proyecto, pero tocará apartar las diferencias y permitir que las instituciones hagan su trabajo. «La justicia no es una venganza. Es tratar a todos como venezolanos iguales ante la ley», señaló Ramón Guillermo Aveledo, ex secretario ejecutivo de la coalición opositora en el foro de El Nuevo País y Zeta.

Para lograr esta transición será determinante el papel de la Iglesia. Así lo entendió el régimen al intentar desactivar eso, manteniendo bajo su ala al Papa Francisco, cuyo principal referente sobre la crisis venezolana era el Padre Numa Molina, afecto al madurismo. El rechazo que estaba causando la figura del Sumo Pontífice era tal que restaba fuerza a la corajuda posición de la Conferencia Episcopal Venezolana.

El régimen comenzó a jugar la carta mediática de que la MUD estaba en contra del Papa, lo cual inhibía a la comunidad internacional y obligaba a los opositores a sentarse nuevamente en una mesa de diálogo que no es más que un mecanismo de Maduro para perpetuarse en el poder. Esto fue desactivado con la visita de la directiva en pleno de la CEV, cardenales incluidos, al Vaticano. En esa reunión, Monseñor Diego Padrón, entrevistado en esta edición de Zeta, le leyó la cartilla a Francisco, quien terminó concediendo que su posición en Venezuela es la de sus obispos.

«La prédica del gobierno es que hay dos iglesias…no es así, No vamos a diálogo sin que se cumplan condiciones previas. La Iglesia mantiene su unidad. Fuimos los primeros en rechazar la Constituyente. Para el gobierno, hay una Iglesia buena, la del Papa, y una mala, la venezolana, pero resulta que el Papa apoya a la Iglesia venezolana», aclaró Ugalde en el foro antes mencionado.

La Iglesia, entonces, será determinante porque servirá la mesa en donde se discutirá la transición a la democracia, en su condición de ser la institución que mejor representa a la gran mayoría de los venezolanos.

No hay transición sin salvoconducto

El beneficio de casa por cárcel que recibió Leopoldo López fue resultado de la coincidencia de diversos factores. Jugaron la presión de las manifestaciones, la inminencia del plebiscito, España (la agenda de José Luis Rodríguez Zapatero) y hasta Rusia (presiona a Maduro para que estabilice el país so pena de no prestar el urgente efectivo para pagar los inminientes vencimientos de deuda). Aunque el ex presidente español todavía intente su principal carta, la del diálogo sin condiciones, lo que realmente está sobre el ambiente es un salvoconducto, condición sine qua non del régimen para abandonar el poder.

Por ahora, rechazaron el asilo ofrecido por Canadá, pero en España se abren puertas más agradables para los jerarcas maduristas. Pregúntenle, por ejemplo, a Néstor Reverol, el ministro del Interior y Justicia, quien ya tiene a toda la familia en Galicia.